La inflación baja, pero el alivio no llega a los bolsillos venezolanos

La Voz REDACCIÓN / AGENCIAS

INTERNACIONAL

Un hombre muestra un paquete de harina tras comprarlo en un comercio de Caracas
Un hombre muestra un paquete de harina tras comprarlo en un comercio de Caracas Rayner Peña | EFE

El 14 % de los ciudadanos que salieron del país recurrieron a la mendicidad, según un informe de Acnur

20 jul 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

En Venezuela, que entró en hiperinflación en el 2017, el dinero sigue esfumándose con rapidez de los bolsillos y las cuentas de unos ciudadanos cada vez más pobres, que no terminan de sentir un alivio financiero pese a que el país lleva cuatro meses consecutivos con una inflación desacelerada. La nación con las mayores reservas probadas de petróleo también es superlativa en su índice de precios al consumidor, pues cerró el 2018 con una inflación del 130.060,2 %, según el Gobierno, y pesa sobre ella un pronóstico de 10.000.000 % de inflación para finales de este año, de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Que la economía venezolana está «destruida», como alega el Parlamento de mayoría opositora, parece incontestable, pero la ralentización en las subidas de precios también es un hecho que mide mensualmente el legislativo, el mismo organismo que cifró la inflación del año pasado en 1.698.844,2 %.

La crisis económica va de la mano de la humanitaria, a la que ayer puso algunas cifras la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur). Un 14 % de los migrantes venezolanos en la región recurrieron a la mendicidad en la ruta desde su país hasta el lugar de destino y otro 2 % al «sexo de supervivencia», según un informe de la organización basado en miles de encuestas.

Acnur realizó 7.846 entrevistas a individuos y familias que representaban en total a 19.600 venezolanos que se encuentran en Colombia, Ecuador, Perú, Chile, Argentina, Uruguay, Brasil y República Dominicana. El informe revela que el 34 % no tenían permiso de entrada o estancia en el país donde fueron encuestados, porque entraron de forma irregular o porque el que tenían expiró. Un 52 % de los niños incluidos en el estudio no iban a la escuela sobre todo porque habían llegado poco antes o estaban en tránsito hacia otro país, aunque también había casos en que no recibían educación por falta de documentos o de capacidad de las escuelas públicas.

El Salitre, la puerta de esperanza en Bogotá

d. casasús

Daniel Bermejo acaba de llegar a la terminal de autobuses bogotana de El Salitre; es la una de la madrugada y viaja con su hijo Eduardo, de un año, con quien hace seis días salió de Maracaibo (Venezuela), donde dejó a su madre y a una hermana para probar suerte en Colombia. Su esposa también va de camino a Bogotá, pero viaja por separado. Esperan reunirse en la capital colombiana para comenzar de nuevo porque la situación en su país no les permite siquiera soñar. Este albañil de 27 años es uno de los más de cuatro millones de venezolanos que han abandonado su país, de los cuales al menos 1,3 millones están en Colombia.

Los ojos del pequeño Eduardo se hacen más grandes cuando las manos de los trabajadores del Consejo Noruego para Refugiados (NRC, en sus sigla inglesas) se acercan para darles arepas con agua de panela, una bebida caliente hecha con un derivado de la caña de azúcar. Son la unidad de respuesta rápida de esta oenegé que actúa en situaciones de emergencia para ayudar, como en este caso, a las personas provenientes de Venezuela y que llegan a diario a El Salitre, la principal terminal de autobuses de Bogotá.

La misión principal del grupo es hacer una primera evaluación de las necesidades de quienes llegan a altas horas de la noche o de madrugada; al parecer el flujo de venezolanos es bastante alto y por el horario no hay organizaciones que puedan atender las carencias de los recién llegados. Muchos de los menores venezolanos que entran a Colombia por tierra llegan sin vacunas.