¿Por qué Boris Johnson sobrevive a los escándalos?

Miguel Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

INTERNACIONAL

Henry Nicholls

13 jul 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando, hace veinte años, Boris Johnson se convirtió en el director del venerable The Spectator -el semanario más antiguo del mundo-, una voz crítica dijo que aquello era como dejar un valioso jarrón chino en manos de un chimpancé. Johnson era famoso por sus juergas, sus innumerables novias, su simpatía irresponsable y un carisma con tendencia al fiasco. Se comprende que haya quien vea aún con más preocupación la perspectiva de confiarle el jarrón chino de Gran Bretaña. Porque eso es lo que va a ocurrir a finales de este mes, salvo accidente inesperado.

Johnson es el favorito en las primarias conservadoras por un amplísimo margen. Nada ha hecho mella en su candidatura: ni el escándalo de una pelea nocturna con su pareja, a la que acabó acudiendo la policía, ni su negativa a defender al embajador británico en Washington, sir Kim Darroch, atacado por Trump después de que se filtrasen comentarios del diplomático en los que llamaba «inepto» al presidente norteamericano. De hecho, los dos escándalos parecen haber ayudado a Johnson. Como sucede con Donald Trump, tener a toda la prensa uniformemente en contra ya no es una sentencia de muerte para un político, porque precisamente esa unanimidad tan rotunda resulta sospechosa para muchos votantes.

El asunto de la pelea nocturna se desinfló rápidamente, toda vez que la policía se cercioró de que se trataba de una simple discusión de pareja provocada porque Johnson había derramado vino en un sofá caro. Luego se supo que los vecinos que llamaron a la policía habían llevado su preocupación hasta el extremo de grabar la discusión a través de las paredes y hacérsela llegar inmediatamente al diario izquierdista The Guardian. Cuando a esto se sumó la revelación de que estos vecinos eran dos conocidos activistas antibrexit de la clase alta, era inevitable que los simpatizantes conservadores pensasen que se trataba de una campaña de desprestigio orquestada. En cuanto al embajador en Washington, Johnson ha interpretado correctamente el sentir de las bases conservadoras, mayoritariamente favorables al brexit y partidarias de defender la relación con Estados Unidos a cualquier precio, especialmente si el precio es el sacrificio de funcionarios de élite como el embajador Darroch que trabajan en la sombra para frustrar el brexit.

Al final, la clave de la inminente victoria de Johnson está, como tantas veces, en la alternativa. Antes o después habrá unas elecciones generales y el impredecible pero colorido Johnson tiene más posibilidades de ganarlas para los conservadores que el eficiente pero gris Jeremy Hunt. Por otra parte, Hunt ofrece una prolongación de la política dubitativa de Theresa May, mientras que Johnson promete que Gran Bretaña saldrá de la UE el 31 de octubre, con acuerdo o sin él. Es decir, anuncia que lanzará el jarrón chino al aire, a ver si luego puede cogerlo otra vez. Es un riesgo enorme, pero ahora mismo la mayoría de los británicos teme más la parálisis que el desastre. Y eso también lo ha entendido Johnson.