Victoria franco-alemana, derrota europea

Cristina Porteiro
Cristina Porteiro BRUSELAS / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

El presidente de Francia, Emanuelle Macron.
El presidente de Francia, Emanuelle Macron. Francois Lenoir

Macron traiciona a los aliados progresistas para colmar sus ansias de poder

04 jul 2019 . Actualizado a las 10:36 h.

El presidente saliente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, es el autor de una de las frases más cínicas pronunciadas por un político: «Cuando las cosas se ponen serias, hace falta mentir». Unas palabras que el presidente francés, Emmanuel Macron, se tomó al pie de la letra en la última cumbre de líderes en la que se alumbró la nueva plantilla de altos cargos europeos.

El galo trabajó duro para hacer creer que había sellado una alianza inquebrantable con la familia socialdemócrata para desbancar a los conservadores. Sostuvo el embuste hasta el último día, criticando las supuestas «agendas ocultas» y «ambiciones personales» en el Consejo. El presidente español y negociador principal de los socialdemócratas, Pedro Sánchez, no lo vio venir. Acudió a la última cita de la cumbre convencido de que su candidato, Frans Timmermans, saldría elegido. Sin saber que el liberal francés lo sacrificaría por una oferta suculenta: el mando del Banco Central Europeo (BCE) para la francesa Christine Lagarde, la presidencia del Consejo para un colega liberal de su cuerda (el belga Charles Michel) y la posibilidad de elegir una buena cartera en el Ejecutivo liderado por la alemana conservadora Ursula von der Leyen. Macron aceptó, sellando un oligopolio en el reparto de poder. Hubo traición. Lo confirmó ayer el vicepresidente del grupo liberal en la Eurocámara, Luis Garicano. «El acuerdo final responde a la hegemonía del eje franco-alemán, por mucho que Sánchez haya buscado la foto con Macron», dijo.

Los principales derrotados fueron los socialdemócratas. En cuanto se consumó la felonía del francés, hubo espantada. A Sánchez solo le quedó la opción de pelear para que España no se quedara fuera. Entre los asientos libres, solo encajaba un nombre: Josep Borrell al frente de la diplomacia europea. No es de extrañar que sus socios europeos se sintieran abandonados. De forma colateral, la ministra de Economía, Nadia Calviño, también se vio afectada al esfumarse sus opciones para conseguir una cartera económica en el nuevo equipo de Bruselas.

Weber, vencido

Otro de los grandes perdedores de la cita fue el candidato elegido por los populares para presidir la Comisión, Manfred Weber. El alemán se inmoló para desbloquear las negociaciones y ayudar a su familia a mantener el cetro de la UE. Tampoco se salva la Eurocámara. Su credibilidad podría quedar seriamente dañada si acepta la propuesta del Consejo, puesto que no incluye ninguno de los candidatos escogidos por los grupos para liderar el Ejecutivo de Bruselas.

De entre todas las derrotas, la más dolorosa la tendrá que encajar la UE después de que sus líderes sacrificasen los valores fundacionales al ceder a las presiones de Gobiernos autoritarios y populistas. Polonia y Hungría lograron descabezar a su bestia negra, Timmermans, que luchó de forma infatigable para restaurar el Estado de derecho en esos países. A la Italia del xenófobo Salvini se la premiará con medio mandato de la Eurocámara, posiblemente la codiciada cartera de Competencia y un asiento en el Consejo de Gobierno del BCE. Ese es el precio que tendrá que asumir la UE por saciar el hambre de poder de algunos líderes.