El caos en Israel amenaza el plan de paz con los palestinos de Trump

Mikel Ayestarán JERUSALÉN / COLPISA

INTERNACIONAL

Netanyahu saluda a los enviados de EE.UU. Jared Kushner y Jason Greenbladtt
Netanyahu saluda a los enviados de EE.UU. Jared Kushner y Jason Greenbladtt Stern Matty | EFE

Netanyahu salva su puesto de forma temporal a costa de unas nuevas elecciones

31 may 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

El habitual poder de seducción política de Benjamin Netanyahu no fue suficiente para convencer al ultranacionalista Avigdor Liberman y los israelíes volverán a las urnas el 17 de septiembre. El caos político tiene una víctima colateral: el plan de paz con los palestinos impulsado por Donald Trump. Sus enviados para Oriente Medio, su yerno Jared Kushner y Jason Greenblatt, aterrizaban en Israel en el peor momento, justo cuando la Kneset aprobaba su disolución y se convocaba a nuevas elecciones.

El objetivo de la visita de Kushner era concretar detalles sobre la celebración del foro de Baréin de finales de junio, donde deberían presentar la parte económica del plan de paz, un proceso que se hará más difícil al haber un Ejecutivo israelí en funciones. Cualquier progreso del plan corre el peligro de ser revocado si Netanyahu no logra repetir mandato.

El pulso entre el primer ministro y su exministro de Defensa, -político y también personal, según subrayan los medios locales- bloqueó la posibilidad de repetir la coalición de la última legislatura y Netanyahu se quedó sin los cinco escaños de la ultranacionalista Israel Nuestra Casa que le habrían permitido alcanzar los 65, de los 120 que tiene el Parlamento. Ante la posibilidad de que el presidente del país, Reuven Rivlin, decidiera encargar al jefe de la oposición, Benny Gantz, la formación del Ejecutivo, el Likud optó por respaldar la disolución del Parlamento y la repetición de los comicios. El único consuelo para el primer ministro es que seguirá en su puesto de forma temporal.

«Una de las mayores derrotas»

El apoyo vía Twitter de su gran amigo Donald Trump no fue suficiente y Netanyahu sufrió la noche del miércoles lo que el diario Haaretz define como «una de las mayores derrotas de su carrera». Su rostro serio, malhumorado, durante una jornada de máxima tensión en la Knesset fue el reflejo de su impotencia para salir victorioso del pulso con un Lieberman que no dio el brazo a torcer en su exigencia de aprobar una ley para que los jóvenes ultraortodoxos tengan que cumplir el servicio militar. Una condición que constituye un tabú para Judaísmo Unido de la Torá y Shas, formaciones religiosas que también son imprescindibles para que Netanyahu continúe al frente del poder en Tel Aviv. Las diferencias entre los aliados laicos y religioso del anterior Gobierno han dinamitado la posibilidad de un nuevo acuerdo.

Asumida la derrota, Netanyahu declaró a los suyos: «Volveremos a tener una campaña dura que nos dará la victoria. Ganaremos, ganaremos y el pueblo ganará». Si el Likud declaró oficialmente a Lieberman su «enemigo político», el primer ministro dio un paso más y le acusó de ser «parte de la izquierda», con lo que volvió a insistir en su estrategia de colocar en la izquierda política del país a todo aquel que no le apoye, incluido a su exministro de Defensa o al exjefe del Ejército, Gantz.

El líder moldavo de Israel Nuestra Casa, se defendió diciendo que «repetimos las elecciones por la negativa del Likud a aceptar nuestra propuesta. Es una completa rendición del Likud a los ultraortodoxos». El Parlamento votó su disolución entre los gritos de «¡vergüenza, vergüenza!» de la oposición que protestó: «Solo vamos a unos nuevos comicios porque Netanyahu quiere salvarse de la cárcel», según escribió en su página de Facebook el colíder de Azul y Blanco, Yair Lapid. El primer ministro está cercado por al menos tres casos de corrupción y se enfrenta al fantasma del procesamiento por parte del fiscal general, Avichai Mandelblit. A Israel le espera una larga y calurosa campaña electoral durante el verano.