Trump tropieza contra el pasado y su «eje del mal»: Irán, Corea y Venezuela

CARLOS PÉREZ CRUZ WASHINGTON / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

Trump, durante un homenaje organizado por la primera dama, Melania Trump, a las esposas y a las madres de los militares, el viernes en la Casa Blanca.
Trump, durante un homenaje organizado por la primera dama, Melania Trump, a las esposas y a las madres de los militares, el viernes en la Casa Blanca. KEVIN LAMARQUE | REUTERS

Acosado por el Rusiagate y sus impuestos, acentúa su pugna con Maduro, Kim Jong-Un y los ayatolás

12 may 2019 . Actualizado a las 09:09 h.

Johnny, camionero jubilado, bigote canoso, jersey rojo, cubre su cabeza con una gorra con las letras TRUMP impresas en blanco. Son las 6 y 48 de la mañana y desayuna una decena de huevos fritos. Un periodista de Fox News le pregunta si tiene interés en conocer la declaración de la renta del presidente Donald Trump. «No, realmente me importa una...». Johnny se interrumpe. Otra cosa no, pero en EE.UU el lenguaje grosero está muy mal visto. Johnny reanuda su razonamiento. «Es su vida personal, es su negocio personal, déjalo estar». Bastantes huevos tiene por comer para preocuparse por eso.

Donald Trump es el primer presidente desde Richard Nixon que no la comparte públicamente, a pesar de que llegó a comprometerse a ello. La tradición la inauguró Nixon como reacción ante diversas informaciones periodísticas y terminó como un ejercicio de transparencia voluntario de los candidatos presidenciales que permite vislumbrar no solo la salud económica del postulante, sino también a quién debe, a quién da y cómo puede afectar todo ello a su acción de gobierno. Con la sombra de la sospecha rusa sobrevolando a Trump, la cosa tiene su gracia.

El Congreso tiene potestad para acceder a la declaración, pero Steven Mnuchin, secretario del Tesoro, se la ha denegado a un comité de la Cámara de Representantes, de mayoría demócrata, que le solicita los seis últimos ejercicios de la renta.

Mnuchin dice que la petición no está fundamentada y planta una barricada desde la Hacienda estadounidense que huele a conflicto en los tribunales. Una de las tácticas dilatorias con las que la Casa Blanca va capeando el temporal de investigaciones abiertas por los demócratas del Congreso a rebufo del final de la investigación del fiscal especial Robert Mueller sobre el Rusiagate, cuyo informe íntegro ha blindado Trump esta semana mediante un privilegio ejecutivo. Guerra psicológica con la que reta a los demócratas a iniciar un proceso de impeachment que va cogiendo calor incluso entre los más reticentes, después de una semana en que se ha dado un paso clave para considerar en desacato al fiscal general William Barr por no entregar al Congreso el informe de Mueller sin censuras. 

Una sangría económica

A falta de saber qué explican las declaraciones de la renta de Trump de los últimos seis años, The New York Times nos permitió husmear esta semana en las que realizó entre 1985 y 1994. En total, perdió más de 1.100 millones de dólares. Toda una sangría económica para alguien que publicaba en 1987 el libro El arte de la negociación. La investigación confirma la fama de trilero de Trump. Construyó una imagen de éxito mientras su economía se desangraba (durante años perdió más dinero que cualquier otro contribuyente en EE.UU.) y evitaba pagar impuestos. En el programa de Fox News con el que Trump desayuna cada mañana, una de sus presentadoras sostenía que la investigación del periódico neoyorquino mostraba algo «bastante impresionante». ¿Qué? «Todas las cosas que [Trump] ha hecho en su vida. Va mucho más allá de lo que la mayoría de nosotros podría lograr nunca». Fiscalizando al poder.

Mientras Trump guerrea con los demócratas a costa de las investigaciones pos-Mueller, el presidente flirtea a su vez con un intervencionismo militar en el extranjero del que ha renegado desde antes de llegar a Washington. De la mano de su secretario de Estado, Mike Pompeo, y de su asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, ha incrementado la tensión con Irán. Aduciendo una teórica amenaza iraní contra tropas estadounidenses en Irak, Estados Unidos ha enviado al golfo Pérsico el portaviones Abraham Lincoln. Además, el Pentágono anunció el viernes que desplegará en Oriente Medio baterías de antimisiles Patriot. 

Ganas de «ir a la guerra»

Estados Unidos aprieta a Irán mientras se empantana en su propósito de derribar a Maduro en Venezuela. Esta semana, The Washington Post explicaba que Trump está molesto porque se le hizo creer que la caída de Maduro sería inmediata. El presidente apunta contra John Bolton y sus ganas de «ir a la guerra», que es adonde siempre ha querido ir Bolton. Por ejemplo, con Corea del Norte, que ha vuelto en los últimos días a la senda de las pruebas balísticas. Pero Trump afirmó ayer en una entrevista que no ha perdido la confianza en Pionyang pese al reciente lanzamiento de dos misiles balísticos de corto alcance, en una prueba que consideró «muy estándar» en un intento por rebajar la tensión.

De Pekín llegó esta semana una «hermosa» misiva escrita por el presidente chino Xi Jinping. A pesar de ello, la guerra comercial con China se ha recrudecido en estos últimos días con la falta de acuerdo entre ambos países y la subida de los aranceles a los productos de importación del país asiático.