Estados Unidos recalibra su estrategia contra Maduro

Mercedes Gallego NUEVA YORK / COLPISA

INTERNACIONAL

Reuters | Tom Brenner

Pence aplaude al jefe de Inteligencia que desertó, amenaza con sancionar a más jueces del Supremo y ofrece reflotar Venezuela desde el día siguiente a la caída del líder chavista

08 may 2019 . Actualizado a las 16:30 h.

Desde el jueves, el canal de comunicación que creó el Departamento de Estado para informar a los periodistas hispanos sobre el devenir de Washington en Venezuela estaba en silencio. Habían sido dos días de intenso «apoyo a la democracia de Venezuela», que siguieron al caótico intento de golpe de Estado. O como tituló el domingo The Wall Street Journal, «La rebelión que no fue». Este martes, en el marco de la 49 Conferencia de las Américas que organiza el Departamento de Estado, el vicepresidente Mike Pence retomó la batuta para recalibrar la ofensiva contra el Gobierno de Nicolás Maduro, que sigue la estrategia inicial de sofocar al régimen con sanciones e incentivar la fractura de las fuerzas armadas con incentivos que cada vez provocan más desconfianza. El nuevo caballo de Troya con la bandera de la ayuda humanitaria será el barco hospital USNS Comfort, que desde junio navegará el Caribe para responder a la crisis venezolana, anunció. Los 734 jóvenes soldados que el 24 de febrero secundaron la consigna del autoproclamado presidente Juan Guaidó para cruzar la frontera con Colombia siguen desconcertados en un limbo que a veces parece una cárcel. Tropas colombianas armadas custodian los hoteles pagados por la oposición y gestionados por la ONU en los que se alojan, tras entregar sus armas, sin saber qué será de su futuro ni del de las familias que dejaron atrás.

Peor les fue a los del 30 de abril. Los altos cargos que en estos tres meses de crisis negociaron con EE.UU. se quedaron al aire después de que el asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, los identificase en Twitter con nombre y apellido para demostrar que él tenía un plan: «El ministro de Defensa, Vladimir Padrino; el presidente del Tribunal Supremo, Maikel Moreno; y el comandante de la Guardia Presidencial Iván Rafael Hernández. Tres personas que acordaron con Guaidó transferir el poder de Maduro al presidente interino. Tienen que actuar», les ordenó. Si alguna vez tuvieron la intención de entregar el poder al protegido de EE.UU., su capacidad quedó desarticulada al conocerse las negociaciones secretas. O tal vez, como sostienen otros, Padrino era un doble agente que fingió voluntad de cooperar para saber quiénes eran los traidores y estar sobre aviso. En cualquier caso queda claro que Guaidó tuvo que adelantar el fallido golpe de Estado al darse cuenta de que su «gran movilización» para el 1 de Mayo iba a fracasar, como la «fase final» de la Operación Libertad de la que ya había informado a Maduro la Inteligencia cubana, contra la que Pence ha prometido represalias. Y precisamente porque el líder de la oposición Leopoldo López tiró del gatillo antes de tiempo y con más violencia de la pactada, el resto se asustó y retrocedió. Washington ha premiado al único que siguió adelante con el plan, el jefe de la Inteligencia Cristopher Figuera, al que levantó este martes las sanciones «con efecto inmediato» esperando que eso «aliente a otros» militares venezolanos «a seguir el ejemplo del general».

Reuters | Tom Brenner

«Palos y zanahorias»

El plan, de acuerdo a lo publicado por The Wall Street Journal y Los Angeles Times, incluía una decisión del Tribunal Supremo para transferir el poder que Padrino se habría sentido obligado a adoptar, «por respeto a las instituciones». Esos jueces que la semana pasada iban a resolver la crisis son los que el senador Marco Rubio, que presume de ser la conexión entre Guaidó y la Casa Blanca, quiere castigar «si no asumen su mandato constitucional», amenazó este martes Pence. «Solo 8 de los 32 jueces del Supremo están sancionados», recordó por Twitter Rubio. «Es hora de que se les revoquen los visados a los otros 24 miembros y sus familias». La otra parte de la estrategia que la Casa Blanca denomina «de palos y zanahorias», consiste en ayuda para los refugiados e incentivos para reflotar el país desde «el Día 1» en que Maduro abandone el poder, con la promesa de «un futuro brillante» bajo el paraguas estadounidense.