Indignación por la sentencia mínima al exjefe de campaña de Trump

Mercedes Gallego CORRESPONSAL | NUEVA YORK

INTERNACIONAL

Rick Wilking | Reuters

La vida ostentosa que llevaba, con facturas en tiendas de ropa que superaban el millón de dólares, acabó de golpe cuando sus turbios manejos cayeron en las redes de la investigación del fiscal Mueller

08 mar 2019 . Actualizado a las 18:44 h.

Paul Manafort puede no necesitar el perdón presidencial de Donald Trump, porque para cuando este deje la Casa Blanca tal vez haya salido de la cárcel. La lealtad que le ha profesado su exjefe de campaña al no cooperar con el fiscal especial para la trama rusa fue premiada ayer por el juez T. S. Ellis III con una sentencia mínima de 47 meses. El fiscal había pedido para él entre 19 y 24 años, después de romper el acuerdo de colaboración suscrito al comprobar que había mentido y jugado con los investigadores. «Las 50 horas de conversación mantenidas no son indicativas de la información que hemos obtenido, porque no nos ha dicho nada que no supiéramos o tuviese valor alguno», escribió Greg D. Andres, en representación del fiscal especial Robert Mueller.

Sin decirlo, este juez de 78 años nombrado por Reagan ha considerado al lobista del Gobierno prorruso de Ucrania una víctima colateral de lo que Trump llama «caza de brujas», prueba de que la polarización que vive EE.UU. ha intoxicado al poder judicial. En un país donde más de dos mil personas están condenadas a cadena perpetua por delitos de droga sin violencia, los 47 meses que recibió el lobista de 69 años por ocho cargos de fraude y evasión fiscal hicieron explotar de indignación las redes sociales.

«Roba millones de dólares al Gobierno de EE.UU., viola los términos de la fianza, le condena un jurado, finge cooperar, miente a los fiscales, se niega a aceptar responsabilidad y obtiene un enorme respiro. Eso es lo que se llama una sentencia injusta», tuiteó Elie Honig, exasistente del fiscal federal del distrito sur de Nueva York y especialista en crímenes de cuello blanco.

Vida ostentosa

Manafort ni siquiera tuvo que pedir perdón y demostrar remordimiento alguno por sus crímenes. Lo que suplicó al juez fue que tuviera compasión de «lo humillado y avergonzado» que está.

La vida ostentosa que llevaba, con facturas en tiendas de ropa que superaban el millón de dólares, acabó de golpe cuando sus turbios manejos cayeron en las redes de la investigación del fiscal Mueller. Manafort obtuvo inicialmente libertad provisional y arresto domiciliario, pero utilizó esa benevolencia para presionar a los testigos para que mintieran, lo que acabó por llevarle a una celda de aislamiento. Aparentemente el cambio de su lujosa vida por una camisa de rayas le ha tocado el corazón al juez de Alexandria (Virginia), que encuentra su vida anterior a estos crímenes «intachable».

El jurado solo le condenó a ocho de los 18 cargos por los que se le juzgó porque uno de los doce miembros no estaba convencido del resto, pero Manafort luego se declaró culpable de esos otros diez cargos en el acuerdo de colaboración con el fiscal especial del Rusiagate. Puede que todo eso lo tenga en cuenta otra jueza que el miércoles tiene que emitir sentencia por otros cargos relacionados con obstrucción a la justicia y conspiración para cometer fraude bancario y fiscal. La sentencia que le aguarda puede ser mínima y servirla simultáneamente a esta, o añadir hasta diez años a los tres que acabará sirviendo con buena conducta. A su edad, podría considerarse una sentencia de muerte en prisión. Si la suerte con la justicia no le sonríe dos veces seguidas, aún le quedará la simpatía de Trump, que ayer lamentó la condena.