Maduro eleva el tono con la UE con la expulsión del embajador de Alemania

Pedro García Otero CARACAS / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

El diputado José Guerra, en la sesión de Parlamento
El diputado José Guerra, en la sesión de Parlamento IVAN ALVARADO | Reuters

El Gobierno de Angela Merkel consensuará su respuesta con sus socios europeos

07 mar 2019 . Actualizado a las 08:02 h.

El régimen de Nicolás Maduro elevó ayer la tensión con la Unión Europea con su decisión de declarar persona non grata al embajador de Alemania en Venezuela, Daniel Kriener, y darle 48 horas de plazo para salir del país. El Gobierno de Angela Merkel acordará la respuesta a esa medida con sus «aliados» europeos.

El embajador alemán fue acusado por el canciller venezolano, Jorge Arreaza, de «recurrentes actos de injerencia» en los asuntos internos de Venezuela, después de que acudiera el lunes, junto a otros embajadores, al aeropuerto de Maiquetía para recibir al líder de la oposición, Juan Guaidó, y apoyarlo ante la posibilidad de que fuera detenido.

Alemania, uno de los primeros en reconocer a Guaidó como presidente interino, no confirmó si acata la decisión, pero llamó a consultas a Kriener. El ministro de Exteriores, Heiko Maas, afirmó que «es una decisión incomprensible, que agrava la situación y no ayuda a la distensión». Junto con Kriener estuvieron en el aeropuerto otros ocho embajadores, entre ellos, el español Jesús Silva, pero hasta el momento la medida se ha limitado al diplomático germano.

Durante la sesión de ayer del Parlamento, Guaidó señaló que «Maduro no perdona a nadie que quiera ayudar a Venezuela», y agregó que «no tiene autoridad para declarar persona non grata a nadie». «Es una amenaza, y así debe ser tomada por el mundo libre, a un embajador y a un país que ha aportado mucho en materia de ayuda humanitaria», concluyó. La expulsión del diplomático alemán se agregó a la agenda parlamentaria en una sesión dedicada a estudiar los presuntos atropellos cometidos por el régimen de Maduro a indígenas de la etnia pemón durante el intento de entrada de la ayuda humanitaria por la frontera con Brasil. El diputado Miguel Pizarro anunció que la muerte de cinco indígenas a manos de presuntos paramilitares será llevada a instancias internacionales.

La noche del lunes, Maduro pidió en un acto conmemorativo de la muerte de Hugo Chávez, «no pararle bolas» [no hacerle caso] a «una minoría enloquecida», refiriéndose a los opositores. La posición de Maduro fue seguida de inmediato por los portavoces del Gobierno, tras la estupefacción que dejó en las filas chavistas la entrada triunfal de Guaidó por el principal aeropuerto del país. La oposición sigue en alerta por si el régimen intenta detener al líder opositor.

Maduro llamó a «manifestaciones antiimperialistas» para el sábado, cuando se cumplirán cuatro años desde que Barack Obama impuso las primeras sanciones a funcionarios venezolanos.

Las tensiones también tocan a la prensa. El periodista estadounidense Cody Weddle y su productor venezolano, Carlos Camacho, fueron detenidos ayer en Caracas por la contrainteligencia militar, tras registrar sus viviendas. Aunque no se les han impuesto aún cargos, extraoficialmente se apunta a que se les acusará de traición a la patria. Weddle, que lleva cuatro años en el país, es corresponsal de varios medios, entre ellos el británico The Telegraph y la cadena norteamericana ABC News. Las asociaciones de prensa también denunciaron que después de quince días desaparecido fue hallado muerto, a causa de un brutal paliza, en un hospital el periodista Alí Domínguez, del sector crítico del chavismo.

Frontera con Colombia

Mientras, los venezolanos siguen buscándose la vida. Ante el cierre de los pasos fronterizos con Colombia, ahora optan por cruzar en improvisadas lanchas por un río tras recorrer caminos rurales. El Gobierno colombiano reabrió los cruces fronterizos con Venezuela el 27 de febrero, pero los obstáculos puestos por las autoridades del país petrolero tienen bloqueados los pasos.

La Administración Trump amenaza con sanciones a los bancos extranjeros que traten con el Gobierno de Caracas

Mercedes Gallego

Convencido de que la manera de forzar la salida de Nicolás Maduro es asfixiarlo económicamente, el Gobierno de Donald Trump dio ayer otra vuelta de tuerca a la presión contra el mandatario chavista al amenazar con sanciones a las instituciones financieras de todo el mundo que traten con su Gobierno.

No era una orden ejecutiva, sino un aviso para quienes «faciliten transacciones ilegítimas que beneficien al Gobierno de Nicolás Maduro y su red corrupta», advertía el consejero de Seguridad Nacional, John Bolton, en el comunicado de la Casa Blanca. El argumento es que, con 54 países que han reconocido al autoproclamado Juan Guaidó como presidente encargado de Venezuela, cualquier transacción financiera con el Gobierno de ese país debería estar dirigida a él, en lugar de a las cuentas oficiales del Ejecutivo. Esos 54 países representan menos de un tercio de la comunidad internacional, compuesta por 193 países miembros de Naciones Unidas, sin contar a la Santa Sede y Palestina.

La Asamblea General de la ONU no ha reconocido a Guaidó, como sugirió el secretario general, el portugués António Guterres, al desprenderse de la responsabilidad.

Tampoco el Gobierno de Estados Unidos ha forzado ese voto, que quizás no podría ganar. En lugar de eso libra la batalla en el terreno financiero y en las redes sociales, donde el senador cubanoamericano Marco Rubio lidera la ofensiva. Ayer cuestionó al diario The Washington Post por referirse a Guaidó como «líder de la oposición» y exigió que se le llame «legítimo presidente» de Venezuela, o al menos de la «democráticamente elegida Asamblea Nacional».

Con los petroleros en puerto, sin poder llegar a las refinerías estadounidenses del Golfo de México, las cuentas bancarias embargadas y ahora imposibilitada de obtener nuevos préstamos de bancos extranjeros, el Gobierno estadounidense espera que Venezuela no pueda seguir pagando al Ejército ni a los paramilitares.

Una estrategia que no funcionó para hundir a Cuba por la ayuda de la Unión Soviética. Rusia, esta vez, no parece querer llegar tan lejos.