Crisis diplomática entre París y Roma por el apoyo italiano a los chalecos amarillos

Maria Signo ROMA / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

Macron, al alza. Su popularidad sube seis puntos hasta lograr el 34 % del apoyo de los franceses, gracias en parte a su decisión de iniciar un debate nacional para frenar el descontento social
Macron, al alza. Su popularidad sube seis puntos hasta lograr el 34 % del apoyo de los franceses, gracias en parte a su decisión de iniciar un debate nacional para frenar el descontento social EMMANUEL FOUDROT

Francia llama a consultas a su embajador en Italia tras meses de críticas y ataques del Gobierno populista

08 feb 2019 . Actualizado a las 07:59 h.

Las relaciones entre Francia e Italia pasan por su peor momento. La reunión entre el vicepresidente del Gobierno italiano, Luigi Di Maio, y una delegación de los chalecos amarillos ha sido la gota que ha colmado el vaso de la paciencia del Elíseo. El suceso ha terminado por abrir una graves crisis diplomática que llevó ayer a París a llamar a consultas a su embajador en Roma. Toma la medida después de meses «de repetidas acusaciones, ataques sin fundamento y declaraciones indignantes», escribió en un comunicado la portavoz del Ministerio de Exteriores francés, Agnès von der Mühll. «Desde el final de la guerra [mundial], es algo que no tiene precedentes», añadió.

Para Francia, la reunión es una «injerencia» que «constituye una provocación suplementaria e inaceptable». Tener desacuerdos, matiza el comunicado del Quai d’Orsay, es una cosa, pero «instrumentalizar la relación con fines electorales, es otra». Di Maio defendió la reunión «legítima» que tuvo el martes en París con Christophe Chalençon, uno de los líderes, e Ingrid Levavasseur, que encabeza la lista a las elecciones europeas confeccionada por los chalecos amarillos. Para el vicepresidente, la cita no ha sido «una provocación hacia el Gobierno francés», sino un «encuentro importante con una fuerza política con la que compartimos muchas reivindicaciones».

El otro vicepresidente y líder de la Liga, Matteo Salvini, intentó calmar las aguas: «No queremos pelear con nadie ni nos interesan las polémicas» porque «somos personas correctas y defendemos los intereses de los italianos». Aseguró estar listo para «encontrarse con Macron», para afrontar tres cuestiones «fundamentales»: el fin del rechazo de inmigrantes en la frontera de Ventimiglia, el asilo en Francia de terroristas condenados y los controles fronterizos, «que duran horas», a los trabajadores italianos.

Desde hace meses las escaramuzas, piques e intromisiones en las políticas internas se suceden. Ante la tensión en Ventimiglia, las discrepancias en las relaciones con Libia, la poca colaboración en la acogida de inmigrantes y las duras críticas de Macron a los nacionalismos y populismos, el Gobierno italiano ha contraatacado con el apoyo a los chalecos amarillos, poniendo en entredicho la línea de alta velocidad Lyon-Turín y acusando de colonialismo a Francia. Situaciones amplificadas por Di Maio y Salvini, que han obligado al presidente del Gobierno, Giuseppe Conte, a intervenir para calmar los ánimos. Son muchos los que ven con preocupación la política exterior italiana. En un momento en el que parece afianzarse el eje París-Berlín, el aislamiento de Roma preocupa sobre todo al mundo económico.