España pecó de ingenuidad y Bruselas lo utilizó en su contra

Cristina Porteiro
cristina porteiro BRUSELAS / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

SErgio Barrenechea | EFE

El Gobierno consigue tres compromisos sobre Gibraltar, pero no logra enmendar el texto legal

25 nov 2018 . Actualizado a las 09:20 h.

«Siempre actuamos con buena fe», aseguraban fuentes diplomáticas españolas poco después de estallar la polémica sobre Gibraltar. Pero hay quienes creen en Bruselas que España afrontó el último tramo de las negociaciones con cierta ingenuidad.

¿Fue un error aparcar la cuestión de la soberanía para no entorpecer el trabajo de los negociadores? Los expertos creen que sí. Los sucesivos ministros de Exteriores rebajaron las ambiciones de España sobre el Peñón hasta que fueron borradas del acuerdo de retirada, un tomo de 584 páginas donde resultó imposible incluir una referencia a la capacidad de veto de España sobre la aplicación en Gibraltar de un eventual acuerdo entre la UE y Reino Unido.

Esa relajación política y diplomática no empezó con el gobierno de Pedro Sánchez. «Desde los años 80 se ha adoptado una actitud pragmática en relación con el Peñón. Eso no ha significado que Madrid descuidase sus pretensiones al tratar con Londres o, sobre todo, al negociar en Bruselas», sostienen los expertos del Instituto Elcano. Pero las autoridades europeas detectaron cierto síntoma de debilidad progresiva estos dos últimos años.

Hubo un cambio sustancial entre las posiciones del exministro García Margallo y el actual jefe de la diplomacia española, Josep Borrell. El primero adoptó desde el inicio de las negociaciones una línea muy dura. Nunca escondió sus recelos sobre los británicos, hábiles negociadores sin ningún tipo de apego o sentimiento de lealtad hacia sus socios europeos. Para colocar las demandas de España entre las prioridades de Bruselas, Margallo se integró en el grupo de halcones del brexit y llegó a vincular el acuerdo de retirada a la renegociación de la soberanía del Peñón. «Pondré la bandera mucho antes de lo que Picardo se cree», sostenía en octubre del 2016.

Un mes después Alfonso Dastis lo relevaba en el puesto. El antiguo embajador ante la UE ablandó las líneas rojas de España en un intento de desbloquear las negociaciones bilaterales entre Madrid y Londres. Sin los cuatro memorandos y el tratado fiscal para Gibraltar no podría haber brexit. Tirando de paciencia y «buena fe», España fue cediendo hasta aparcar definitivamente la cuestión de la soberanía. El jerezano decidió no mezclar esa disputa en las negociadores de salida. Optó por centrarse en cuestiones prácticas como los derechos de los ciudadanos de la Línea o los acuerdos en torno a la fiscalidad y el tabaco. «España no bloqueará el acuerdo (del brexit) por Gibraltar», sostenía.

El cambio de gobierno tras la moción de censura contra Rajoy «no alteró la táctica ni el equipo negociador», explican los expertos. Sus integrantes siempre fueron cautos en sus demandas, entre las que desapareció la reclamación soberana del Peñón. El actual ministro, Borrell, no movió las líneas de su predecesor, ni siquiera para recordar a Bruselas su compromiso con las ambiciones españolas sobre el Peñón. El presidente español, Pedro Sánchez, garantizaba hace solo un mes que «Gibraltar no va a ser un problema para el brexit».

Y no lo fue hasta que Barnier advirtió que España se había ablandado lo suficiente para apartar esa piedra del zapato de las negociaciones. De la noche a la mañana, permitió que el Reino Unido borrase de un plumazo cualquier referencia al veto español. El francés ni siquiera pensó que fuera necesario consultarlo con Madrid. «Ese perfil bajo le ha costado al Gobierno fuertes críticas desde la oposición», sostiene el Elcano. «¿Habría tratado Bruselas de igual modo al Gobierno alemán?», se interpeló las últimas horas a un alto funcionario de la UE. Respondió con una carcajada.