España amenaza con bloquear el pacto del «brexit» si no tiene garantías sobre Gibraltar

Cristina Porteiro
Cristina Porteiro BRUSELAS / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

JOHN THYS | AFP

«Hay que resolverlo antes del jueves», advierte Borrell sobre un boicot a la cumbre

20 nov 2018 . Actualizado a las 08:08 h.

¿Quién introdujo el artículo 184 en el acuerdo del brexit? El texto legal que Bruselas y Londres sellaron el pasado miércoles para facilitar la salida suave del Reino Unido de la UE ha levantado ampollas en cuanto las cancillerías europeas han pasado la lupa. En el caso de España, la disconformidad es tan grande que el Gobierno estaría dispuesto a bloquear su aprobación si no se aclaran varias dudas que han surgido en torno a Gibraltar en los próximos días: «Tiene que quedar resuelto antes del domingo o que no tuviera lugar la cumbre», deslizó el ministro español de Exteriores, Josep Borrell.

El catalán cargó ayer contra la mano negra que, con nocturnidad y alevosía, modificó el pasado miércoles las líneas del texto sin previa consulta o aprobación de los gobiernos europeos. El artículo 184 apareció sin previo aviso «por iniciativa británica», pero alguien tuvo que recoger el guante dentro del equipo del negociador europeo, Michel Barnier. Los embajadores se dieron cuenta tarde, el viernes. El artículo en sí «habla de mantener buena voluntad para la relación futura, pero queremos que ponga además que hay dos ámbitos de negociación», aseguran fuentes diplomáticas españolas. El Gobierno de Sánchez, como su antecesor, exige garantías de que las negociaciones para la relación futura entre el Reino Unido y la UE y las negociaciones sobre Gibraltar, sobre las que España inicialmente tenía derecho de veto, se disocian porque el Peñón «para nosotros no forma parte del Reino Unido».

Clarificar el artículo polémico

Aunque los servicios jurídicos del Consejo se han comprometido a no dar lugar a dobles lecturas o interpretaciones, Borrell no se fía. Quiere que se clarifique ese artículo y se traslade la cuestión de Gibraltar a la declaración política (sobre la relación futura) que acompañará al texto legal. Y lo quiere antes del jueves, cuando Bruselas tiene previsto cerrar todo el paquete: «Hasta que no estemos de acuerdo con la declaración futura no estaremos de acuerdo con el texto de retirada», señaló. España amenaza así con bloquear el acuerdo si los negociadores no rectifican antes de la cumbre extraordinaria del próximo domingo en la que se darán cita todos los líderes comunitarios para ratificar el acuerdo si España no lo veta.

La indignación de la delegación española precipitó ayer una reunión entre Borrell y Barnier. El encuentro no despejó las dudas del ministro quien alertó al francés de que «no queda mucho tiempo» para rectificar y adecuar las demandas de España, que fueron respaldadas por otros países. «No sabemos quién, dónde y cuándo han introducido esta cuestión o la de la prórroga al período transitorio», se quejó la delegación española. «Protestamos porque Picardo (ministro principal del Peñón) vio el texto antes que nosotros, se lo enseñó May», aseguran esas mismas fuentes diplomáticas, antes de incidir en que cualquier relación futura será solo aplicable al territorio del Reino Unido, no Gibraltar, que está pendiente de descolonización. Tampoco está garantizado que la concesión de una segunda prórroga eventual a los británicos para salir de la UE se pudiera aplicar al Peñón: «Está en discusión», subrayó Borrell, sorprendido porque después de aprobar hasta tres conclusiones del Consejo respaldando la posición de España, los Veintisiete se encuentren en esta tesitura.

La solución no es sencilla. El brexit podría despeñarse si los parches de Barnier no convencen en Madrid. Será muy difícil, por no decir imposible, retocar el texto legal sin que el acuerdo vuelva a pasar por Londres. Un escenario que Bruselas quiere descartar porque retrasaría el calendario y sometería el acuerdo a otro movimiento tectónico cuando apenas ha logrado protegerse de las embestidas de los «brexiters». Otra opción que se plantea es la de añadir, como demandan otras capitales, anexos que disipen las dudas que alberga el gobierno español. En cualquier caso, si ha habido una ambigüedad «intencional» por parte británica, será difícil que la primera ministra, Theresa May, acepte nuevos cambios. La tercera y última razón que complica el trabajo a Michel Barnier es que cualquier cambio o enmienda al acuerdo podría abrir el mismo apetito a los negociadores británicos para cambiar ciertas cláusulas polémicas.

Los empresarios avalan el empeño de May

Íñigo Gurruchaga

«Que nadie lo dude, estoy decidida a que se apruebe». Theresa May pronunció la última frase con la lentitud de un personaje de tragedia, pero con la alegría interior de sentirse bien acogida por los mil quinientos empresarios reunidos en la conferencia anual de la Confederación de la Industria Británica (CBI). Allí, lejos de las broncas con sus compañeros de partido, no paró de recibir elogios y aplausos, algo a lo que últimamente no está demasiado acostumbrada.

Para el presidente de la asociación empresarial, John Allan, «lo más importante en el borrador de acuerdo sobre el brexit es que evita la bola de demolición de una marcha sin acuerdo». Allan, que preside los consejos de una gran cadena de supermercados y de una constructora, cree también que «se abre una ruta para la relación de largo plazo y desbloquea la transición, que es lo mínimo que las empresas necesitan para preparar el brexit».

El CBI teme el impacto de la fuga de inversores o el aplazamiento de nuevos inversiones en el Reino Unido mientras sus empresas gastan millones de euros en prepararse para la ruptura con Bruselas. Por eso, considera importante que la relación futura incluya comercio sin fricciones e influencia en las decisiones de la UE, un listón alto para May en la negociación de esta semana, y en la más profunda, a partir de abril.

En un seminario sobre riesgos a corto plazo en la política y la economía, John Foster, director de campañas del CBI, apuntó el que asoma para el Gobierno británico en las elecciones de mayo al Parlamento Europeo si arrojan, como dicen los sondeos, un 30 % de escaños en manos de grupos nacionalistas. Y en eso casi todo el mundo coincide: No sería el mejor contexto para una ratificación de los acuerdos del brexit.

Directivos empresariales creen que la estrategia terca de May está encaminada a ganar al menos un segundo voto en los Comunes, tras el rechazo inicial. Wolfgang Munchau, comentarista del Financial Times, alerta a May que no puede esperar una respuesta dramática de los mercados de capitales si los Comunes dicen no a su acuerdo. El nerviosismo financiero ayudaría a May a ganar el segundo voto, según los intérpretes de su estrategia.

No todos son elogios a May de los empresarios. Una economía con libre movimiento de ciudadanos de la UE ha producido un nivel de empleo muy alto, sin afectar significativamente al nivel de los salarios o a la productividad. El plan de inmigración posbrexit, con su requisito de recibir un salario de más 30.000 euros para tener derecho a visado, agravaría la falta actual de trabajadores en sectores como la construcción o la hostelería.