Los demócratas pueden recuperar la mayoría en la Cámara de Representantes y plantear un «impeachment» al presidente. Los republicanos buscan conservar el Senado, dividiendo así el Congreso en unas elecciones para las que se espera una participación histórica

Manuel Varela
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Donald Trump no figura en ninguna papeleta para los comicios de este martes, pero pocas veces ha habido un presidente tan implicado en las elecciones legislativas de medio mandato. El futuro de la era Trump para los próximos dos años pasa por unas votaciones en las que se decidirán los 435 asientos de la Cámara de Representantes y 33 escaños del Senado, compuesto por cien senadores. Es aquí donde el magnate reconvertido a líder de la primera potencia mundial se juega la viabilidad de su gobierno. Consciente de su delicada situación, el republicano centró la campaña en la cámara alta del Congreso, tras dar por perdida la Cámara de Representantes, como informa la corresponsal de La Voz en Nueva York, Adriana Rey.

Los demócratas necesitan 23 asientos para ganar la Cámara de Representantes y, según apuntan las encuestas, lo más probable es que lo consigan. El proyecto de análisis estadístico FiveThirtyEight, especializado en política y deportes, recoge que el Partido Demócrata tiene un 88 % de posibilidades de hacerse con el control de la casa. Hay un 80 % de opciones de que arrebaten entre 21 y 59 escaños a los republicanos. Al margen de los números, ¿qué significaría una mayoría demócrata en la cámara baja del Congreso?

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A nivel legislativo, los analistas del New York Times dudan de que el partido de la oposición logre conseguir grandes cosas, regresando a la etapa de Barack Obama en la presidencia, cuando la cámara estaba bajo mayoría republicana. La baza de los demócratas está en un abanico de opciones políticas que centrarán el debate para los próximos dos años: apertura de investigaciones e, incluso, la posibilidad de plantear un «impeachment».

Esta última alternativa, sin embargo, se antoja imposible sin que los demócratas logren los dos tercios de apoyos necesarios en el Senado, donde los republicanos aún tienen mayoría. Incluso con los demócratas superando al partido de Trump en la cámara alta, serían necesarios los votos de senadores del presidente para aprobar la destitución. En la historia de Estados Unidos solo se dieron dos procedimientos así, ambos a dirigentes demócratas: en 1868 contra Andrew Johnson y en 1998 a Bill Clinton, aunque los dos fueron rechazados por el Senado.

Si ganan los republicanos, Trump consolidará su poder en Washington y alejará las sombra de la destitución. La política liberal del actual Gobierno se verá reforzada, favoreciendo un mayor recorte de impuestos.

Cierre de campaña de Donald Trump en Ohio
Cierre de campaña de Donald Trump en Ohio AARON JOSEFCZYK | reuters

Además de los malos pronósticos, la historia también complica el futuro de los republicanos en la Cámara de Representantes. «Históricamente, el partido del gobierno pierde escaños en las elecciones de medio término en EEUU. El escenario más probable es el que otorga la Cámara de Representantes a los demócratas y en la que el Senado sigue en manos republicanas», explicaba la semana pasada Charles Powell, director del Real Instituto Elcano, en un debate organizado por el think-tank de estudios internacionales.

Poco margen demócrata en el Senado

La matemática se complica para los demócratas en su asalto al Senado. Los representantes de la cámara alta tienen un mandato de seis años, por lo que solo 33 de 100 asientos estarán en juego hoy (además de dos vacantes de Minesota y Misisipi). El Partido Demócrata se juega 26 escaños -de los que 2 pertenecen a dos independientes que suelen apoyarles en las votaciones- frente a 9 de los republicanos, por lo que el esfuerzo para mantener su presencia será mayor. Y no solo eso, 10 senadores proceden de estados donde Donald Trump ganó con amplio margen en las presidenciales del 2016.

Para ganar la cámara, los demócratas deben mantener sus asientos y ganar dos a los republicanos. La fórmula es posible, pero el margen de error es mínimo.

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Las encuestas de los medios estadounidenses ven 9 asientos (cuatro de los republicanos y cinco demócratas) en un margen estrecho, mientras que el representante demócrata de Dakota del Norte es el más proclive a perder su escaño. El escenario más probable deja un Congreso dividido: con los demócratas logrando la mayoría en la Cámara de Representantes y los republicanos conservando la suya en el Senado. La situación obstaculiza cualquier maniobra de Trump, que necesita la aprobación de ambas cámaras para aprobar cualquier legislación.

La participación para este martes será prácticamente similar a la de unas elecciones presidenciales, un fenómeno extraño frente a unos comicios que suelen contar con un alto nivel de abstención y poca repercusión mediática. En esta ocasión, con un país muy polarizado, la cita con las urnas tiene aire plebiscitario: será la gran victoria de Donald Trump o el principio de su fin en la Casa Blanca.

Otra de las claves de estas elecciones está en el reparto del voto por sexos. Nunca antes se presentaron tantas candidatas, con 235 mujeres optando a la Cámara de Representantes y 22 al Senado. Al historial misógino de Trump se suma la fortaleza del movimiento #MeToo y la inclinación del voto femenino hacia el Partido Demócrata.

Al mandatario le avalan los buenos resultados económicos, con una tasa de paro que apenas supera el 3 % y cuyo mérito se ha adjudicado. Esa fue su principal apuesta durante la campaña, sumada a su férrea oposición a la inmigración, heredera del ‘America First’ que le llevó a la presidencia. En contra, sus bajos índices de popularidad, las continuas polémicas dentro de su gabinete que han supuesto destituciones y dimisiones o sus lazos con la trama del Rusiagate. Tras la prueba de hoy, 727 días de carrera por delante hasta las presidenciales de 2020.