El nuevo gobernador de Río de Janeiro adelanta a Bolsonaro por la derecha

Miguel Piñeiro Rodríguez
miguel piñeiro BRASILIA / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

Thiago Ribeiro

El desconocido Wilson Witzel arrasa en las urnas tras defender el uso indiscriminado del fuego para combatir a los delincuentes

04 nov 2018 . Actualizado a las 09:04 h.

A principios de agosto, con las primeras encuestas electorales, la candidatura del juez federal Wilson Witzel a gobernador de Río de Janeiro parecía una más en la nube de siglas y nombres, algunos de ellos profesionales de la política, otros de antiguos futbolistas como Romário. Con un testimonial 1 % de intención de voto y representando al minúsculo Partido Social Cristão, Witzel no parecía rival para aspirantes más baqueteados que él.

Pero en la segunda vuelta, solo dos meses después de las primeras encuestas, se convirtió en gobernador del segundo estado en importancia del país, gracias al 60 % de los votos. Su receta fue sencilla: ponerse al rebufo de Jair Bolsonaro y, si es necesario, adelantar al presidente electo por la derecha con sus recetas contra la violencia que lastra la gran fachada turística del país.

Había pocas dudas sobre el cariz de las ideas ultraconservadoras de Witzel, un político de nuevo cuño desconocido para el gran público. Flávio Bolsonaro, hijo del ahora presidente y senador más votado del país, esponsorizó su campaña. Saltó al primer plano de los periódicos nacionales cuando, junto a dos militantes del partido del ya máximo mandatario, rompió una placa en recuerdo de la concejala Marielle Franco, asesinada aparentemente por motivos políticos (negra, lesbiana, defensora de derechos civiles) en plena intervención militar en Río de Janeiro. «No celebraré la muerte de nadie», se justificó Witzel.

Witzel es partidario de que la policía dispare primero y solo después haga preguntas Pero fue en su primera entrevista como gobernador donde dejó clara su postura contra el crimen y la violencia en la ciudad, a su vez el principal combustible de su ascenso fulgurante «Si asoma la cabeza en la mirilla, ¡fuego!», espetó. Es decir, primero la bala y después la pregunta. La vía libre a los francotiradores de las diversas fuerzas policiales que operan en las favelas de Río se venía intuyendo en la campaña electoral, en la que Witzel defendía la «ejecución» de todo delincuente que porte un fusil. «Lo correcto es matarlo», declaró.

Bolsonaro ya ha anunciado que su intención es modificar las leyes que investiguen y eventualmente castiguen a policías que maten en acto de servicio. Witzel, que pretende colocar cámaras de reconocimiento facial por la ciudad, ya ha dicho que además de gobernar absorberá la coordinación de las fuerzas de seguridad. 

Intervención militar

Río vive bajo intervención militar desde febrero y al menos será así hasta diciembre. En ese período, los muertos por tiros de la policía aumentaron un 70 % respecto al año pasado, y en el 2017 ya hubo casi 8.000 fallecidos en acciones policiales. La seguridad en la gran capital del turismo brasileño es una pauta para Witzel, pero las cuentas del quebrado estado de Río de Janeiro (con 2.000 millones de euros de déficit previsto para el próximo año y los funcionarios con cobros atrasados desde hace meses) serán su otro rompecabezas. De fondo, la maldita estirpe de sus predecesores, tres de los cuales se encuentran en la cárcel por corrupción.

Witzel surfeó con gusto la ola conservadora que lanzó a Bolsonaro. Su preferencia por los colegios militares, por la asignatura Constitución y Ciudadanía y por los despidos incentivados a funcionarios, hicieron apetitoso para el votante de Río apretar su botón en la urna electrónica al mismo tiempo que elegían presidente al ultraderechista. De esta manera, Bolsonaro cuenta con importantes aliados en los principales estados de Brasil. João Doria (São Paulo), Romeu Zema (Minas Gerais), Ibaneis Rocha (Distrito Federal) y, sobre todo, Witzel, han ascendido tras asociar su política a la del nuevo presidente y, previsiblemente, lo seguirán a coro de aquí en adelante.