Bolsonaro ya reclutó a cuatro militares para su primer Gobierno

Miguel Piñeiro Rodríguez
MIGUEL PIÑEIRO BRASILIA / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

Seguidores de Bolsonaro y Haddad discuten en Río tras conocer el resultado
Seguidores de Bolsonaro y Haddad discuten en Río tras conocer el resultado SERGIO MORAES | reuters

La Bolsa de São Paulo bate sus registros y bendice la victoria del ultra con una subida histórica, y el real aumenta su valor

30 oct 2018 . Actualizado a las 07:54 h.

«El pueblo entendió la verdad. La verdad liberará este país». En sus tres mensajes a la nación (dos a través de Facebook Live) la misma noche de su elección como presidente de Brasil, Jair Bolsonaro usó un concepto etéreo y más cercano al tono de las iglesias evangélicas que frecuenta que al de un púlpito político. Es difícil saber a qué se refiere el ultraderechista acaparador de más de 50 millones de votos, sobre todo cuando muchos de esos apoyos se basan en lo contrario a la verdad: que no sea cierto que es homófobo, racista, machista... Tiene tiempo Bolsonaro para pulir su verdad, porque hasta el 1 de enero no tomará posesión de su cargo, pero ya empiezan a conocerse los primeros detalles.

Los mercados recibieron los mensajes de Bolsonaro en su primera noche como presidente con euforia. La Bolsa de São Paulo batió récords, hasta situarse en los 88.377 puntos antes de caer por la recogida rápida de beneficios. El dólar, vara de medir y cuya cotización diaria se repite varias veces en los informativos, cayó en relación con el real durante la jornada, otro síntoma de la confianza de los mercados. Y eso que, por ahora, hay poco plan: Paulo Guedes es el fijo para ser ministro de Hacienda. Y su primer mensaje fue el escepticismo hacia Mercosur, al que considera un organismo ideológico. El llamado a ser ministro de la Casa Civil (gobernación), Onyx Lorenzoni (el pergeñador del programa político de Bolsonaro), recordó que la prioridad serán las pensiones, cuya reforma fue incapaz de sacar adelante Temer.

Lorenzoni y Guedes son nombres fijos en el Gabinete Bolsonaro. Otro parece ser Magno Malta, un exsenador y ministro evangélico que en la intervención televisada del nuevo presidente lanzó una oración colectiva junto a Bolsonaro y su esposa en la que dio gracias a Dios porque «los tentáculos de la izquierda no serían arrancados sin su ayuda». Malta está llamado a ser ministro en un Gabinete en el que habrá con casi toda seguridad dos militares (los generales Augusto Heleno en Defensa y Hamilton Mourão en la Vicepresidencia) y se barajan al menos otros dos. Uno, Oswaldo Ferreira, de perfil más moderado, para Infraestructuras. Otro, Aléssio Ribeiro, suena para Educación tras defender que habría que reescribir los libros de historia para los niños. Ahí competirá con Stravos Xanthopoylos, firme defensor del fin de las cuotas raciales en las universidades. Tres de ellos (Guedes, Heleno y Lorenzoni) son o fueron objeto de investigaciones por corrupción.

Críticas a los privilegios

El nuevo presidente es asimilado dentro y fuera de Brasil con Trump por su condición de outsider del sistema desde la derecha, y Bolsonaro volvió a lanzar el eslogan «Más Brasil y menos Brasilia», criticando los privilegios de los políticos de la capital federal. La verdad que ven los votantes de Bolsonaro también incluye creer que el ultraderechista no hizo uso de esos privilegios (ayudas para vivienda, desplazamiento...) en sus 30 años como profesional de la política.

Además de meter mano a las pensiones, Bolsonaro tiene que trazar un plan contra el déficit galopante y también para el empleo. No hubo más menciones al programa de privatizaciones, con la eléctrica Electrobras en la rampa de salida y de fondo decisiones estratégicas sobre la joya de la corona, Petrobras. La economía fue ignorada durante la campaña porque la brecha social parece incluso más preocupante en el Brasil actual. No tuvo palabras de cariño Jair Bolsonaro para sus rivales. «Vamos a pacificar el país», fue lo más parecido a una llamada a la unión del nuevo líder.

La victoria del ultra fue acogida con euforia entre amplios sectores sociales. El exdeportivista Bebeto felicitó al ganador: «Él representa el cambio que tanto queremos en Brasil».

El PT de Lula, condenado a reinventarse

Tras consultarlo con la almohada, Fernando Haddad decidió tuitear un mensaje de felicitación para Jair Bolsonaro. La noche en la que perdió las elecciones presidenciales y se acabó la hegemonía del Partido de los Trabajadores, el abogado paulista no concedió el gesto hacia el vencedor. «Amenazó con encarcelar a los opositores», se defendió ante los periodistas. Tras descansar, le deseó, «con el corazón ligero», buena suerte al nuevo presidente. La secuencia creó nuevas disensiones en el seno del PT, un partido que afronta una situación crítica después de una gestión deficiente de la tormenta judicial que se tragó a Lula da Silva.

En su mensaje reconociendo la derrota, Haddad pidió «resistencia» a su electorado y se dijo dispuesto a hacer oposición. En el mismo acto estaba la expresidenta Dilma Rousseff, que fue recibida con tibios aplausos cuando fue presentada. Desde la distancia, la presidenta del partido, Gleisi Hoffmann, masticaba aún las críticas internas por recordar a Lula en el día de las elecciones, después del distanciamiento estratégico que Haddad había hecho de cara a la segunda vuelta.

Revertir el odio

El PT sigue siendo el partido mayoritario en la Cámara de Diputados. Es el que más gobernadores tiene (cuatro, todo ellos en el noroeste e incluyendo la única mujer del país, Fátima Bezerra). Pero la figura del líder sigue en entredicho con Lula en prisión y la falta de un relevo que compita en carisma con él. Y, sobre todo, debe pensar una estrategia para revertir el odio que motivó un voto masivo en su contra, incluso entre los más desfavorecidos, donde también caló la mímesis de PT y corrupción. «No tengan miedo, luchen con nosotros», pidió Haddad a los más de 45 millones de votantes que optaron por él. Está por ver si el PT cree que el candidato es el ideal para retomar el camino de la victoria lograda en el año 2002.