MIGUEL PIÑEIRO
El día después del primer turno de las elecciones presidenciales en Brasil solo hubo un ente más feliz que Jair Bolsonaro, su familia y los 50 millones de votantes que lo apoyaron: la Bolsa de São Paulo, que vivió una jornada de desenfrenada subida con una bajada del dólar soplando a favor. Es un síntoma más de por dónde van los tiros en la carrera por la presidencia de la república, que pudo haber quedado decidida (contra todo pronóstico) en la primera vuelta: solo lo evitó el nordeste brasileño, la zona más pobre del gigante sudamericano, tradicional granero de votos de la izquierda y del Partido de los Trabajadores, que se mantuvo fiel a su tradición y evitó el éxito arrollador del ultra.