El ultra Bolsonaro resiste a las protestas y al heredero de Lula

Miguel Piñeiro Rodríguez
MIGUEL PIÑEIRO BRASILIA / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

Cientos de mujeres expresan su apoyo al ultra en una concentración en São Paulo
Cientos de mujeres expresan su apoyo al ultra en una concentración en São Paulo Cris Faga / DPA

Se dispara en las encuestas a cinco días de los comicios en Brasil

03 oct 2018 . Actualizado a las 08:03 h.

Jair Bolsonaro dejó el Hospital Albert Einstein el pasado sábado con varias encuestas electorales que apuntaban a un estancamiento en la intención de voto después de sufrir una puñalada y ver suspendida su campaña y presencia en los debates televisivos. Apenas dos días después, y a pesar de ver cómo el domingo las principales ciudades de Brasil se llenaban de mujeres y militantes de colectivos LGTB protestando contra las ideas extremistas de Bolsonaro, los sondeos volvieron a darle un empujón al ultraconservador, que resiste las manifestaciones contra su figura y también el empuje del candidato de la izquierda, Fernando Haddad.

Una resiliencia que cambia el paso de sus rivales, que esperaban que el avance de la campaña de Bolsonaro provocase una sobreexposición del candidato y su verborrea hiciera el resto. No parece importarle a un electorado profundamente dividido en frentes ideológicos, tan movilizado por el desencanto con la clase política como por el rechazo (si no odio) al Partido de los Trabajadores (PT). Es el caladero de Bolsonaro, que, según la última entrega del Ibope (Instituto Brasileño de Opinión Pública y Estadística), alcanzaría el 31 % de los votos, mientras que Haddad se queda en el 21 %. Además, el candidato del PT aumenta significativamente su rechazo, más de diez puntos hasta llegar al 36 %. Ahí también gana Bolsonaro, el aspirante a la presidencia que más rechazo genera.  

Familiarizado con el rechazo

Bolsonaro está familiarizado con el rechazo: solo así un candidato a dirigir el mayor país de Sudamérica puede defender posturas rayanas en el machismo, el racismo y la apología de la dictadura. «Queremos poner más armas en las manos de la gente de bien», dijo en una entrevista reciente uno de sus hijos, Flavio, candidato a senador por Río de Janeiro.

Ni siquiera los tropezones públicos con su candidato a vicepresidente, el general Hamilton Mourão, le afectan. El último y más sonado fue cuando el segundo de Bolsonaro defendió eliminar la paga extra de los trabajadores, una golosina, según Mourão. El general se vio desautorizado por el capitán, aunque no se sabe si se respetará el escalafón militar llegado el momento. Mientras, los tres hijos de Bolsonaro son quienes han tomado las riendas de la campaña en la convalecencia de su padre.

El tesón del líder de las encuestas despejadas de la figura de Lula da Silva tiene con el pie cambiado a sus rivales. Sobre todo, a la derecha oficialista representada por Geraldo Alckmin (PSDB) y Henrique Meirelles (MDB). El primero, heredero del último presidente conservador electo (Fernando Henrique Cardoso), ya enfoca su campaña abiertamente a pedir el voto de Bolsonaro («aunque pienses como él») porque se ve como la única alternativa real a que el PT «retome el poder». El segundo, exministro económico del actual presidente Michel Temer, se jugó un buen pellizco de su fortuna personal en una campaña que no irá a ningún sitio. La victoria casi cantada de Bolsonaro en la primera vuelta deja desamparados a Alckmin y a Meirelles ante la necesidad de pedir el apoyo de su electorado a un candidato progresista, sea Haddad o Ciro Gomes.

A este último, aspirante del Partido Democrático Laborista (PDL), la estrategia de campaña no acaba de funcionarle. Gomes se ha posicionado tan duro contra Bolsonaro como contra Haddad y, sobre todo, lo que representa el PT. Si acaba accediendo al segundo turno, poco probable según las encuestas, Gomes tendría que pedir el voto de los simpatizantes del PT. Si no llega, tendrá que dar la vuelta a argumentario para pedir el voto útil contra la extrema derecha. Mientras, Bolsonaro solo mira adelante y este martes recibió el apoyo del l Frente Parlamentario Agropecuario (FPA), la bancada que representa los intereses del poderoso sector agrícola en el Congreso.