Las rastas de una niña llegan al Supremo en el país de Bob Marley

Héctor Estepa JAMAICA

INTERNACIONAL

Un colegió exigió que se le cortara el pelo si quería empezar el curso

10 sep 2018 . Actualizado a las 11:26 h.

Cuando uno piensa en Jamaica inmediatamente se le vienen a la cabeza el reggae y los rastafaris. En el país de Bob Marley, sin embargo, las rastas siguen siendo estigmatizadas. Tanto que incluso la Justicia ha tenido que intervenir: el derecho de una niña a llevar rastas ha llegado a la Corte Suprema del estado caribeño. Sherine Virgo, madre de la pequeña, había conseguido que su hija -llamada Z en los expedientes judiciales, al ser menor de edad- fuese inscrita en la escuela primaria Kensington, un prestigioso centro público de la capital, Kingston. Su sorpresa fue mayúscula cuando, antes del inicio del curso, y durante una orientación, el director le dijo que si quería que la pequeña iniciase las clases con el resto de los niños, debía cortarle las rastas. Citó la posible aparición de problemas de higiene y piojos para justificar su posición.

Sherine se negó en redondo a pasar por el aro: «Mi marido y yo nos quedamos en shock. Nos habíamos preparado durante meses para que ella fuera a la escuela, pero en lugar de eso nos dieron un ultimátum que desafiaba quiénes éramos y en qué creíamos. Nos impresionó que le negasen el derecho a la educación debido a su pelo natural», explica la progenitora a La Voz de Galicia.

La ONG Jamaicans for Justice la ayudó en el proceso legal e inició un desafío constitucional en los tribunales del país caribeño.

«No hay una discriminación a nivel nacional hacia las rastas, pero desafortunadamente hay algunas personas que todavía suscriben la identidad europea como idea, negando la realidad afrocéntrica de su existencia», comenta Isat Buchanan, el abogado de la familia Virgo, que lleva la defensa del caso.

«El odio a uno mismo es una transferencia generacional de la experiencia esclavista. Muchas personas todavía adoptan las costumbres estándares de sus maestros coloniales y no tienen sentido de identidad. Muchos de ellos tienen orígenes muy humildes y una manera de escapar a su pasado es suscribir la opresión a terceros para sentirse bien consigo mismos», expresa el abogado. Él mismo lleva con orgullo sus rastas. Denuncia que se ha vulnerado la libertad de expresión de la pequeña y su derecho constitucional a la educación y a no ser discriminada.

Un símbolo

Las rastas son un símbolo de los rastafaris, un movimiento social y religioso surgido en la Jamaica de los años treinta frente al dominio colonial del Reino Unido. Tras la independencia del país, en 1962, los rastafaris, que suponen alrededor del 2 % de los habitantes de la isla, continuaron siendo considerados como un colectivo subversivo.

Las rastas en la isla no son, en cualquier caso, exclusivas de los rastafaris. La familia Virgo, como cientos de jamaicanos, no las defiende por profesar la religión afrocaribeña, sino como una forma de expresión cultural a la que tienen derecho.

«Hay muchos abogados que son rastafaris o llevan rastas como parte de nuestra cultura», señala el letrado Buchanan.

El estilo de peinado sigue siendo, aun así, un obstáculo en el mundo laboral. Damian Crawford, un senador de un partido de oposición, lleva rastas, aunque no es rastafari. Admite que sus amigos le dicen, en privado, que ascendería más rápidamente si se cortase el pelo.

Los abogados de Jamaicans for Justice quieren cambiar esa percepción. Una medida cautelar, dictada hace unas semanas por el Supremo, ha permitido a la hija de los Virgo asistir a la escuela. «Está disfrutando cada momento mientras lleva sus rastas con orgullo», apunta Buchanan. En enero buscará la victoria definitiva ante los magistrados.