Juncker desdeña las provocaciones del jefe de la Casa Blanca porque no conoce la UE

Cristina Porteiro
CRISTINA PORTEIRO BRUSELAS / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

YVES HERMAN

19 jul 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Vía redes sociales, rodeado de críticas de los suyos y de los rivales y en medio de constantes autodesmentidos sobre sus relaciones con Rusia, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, volvió a atacar a sus detractores. «Algunas personas odian el hecho de que me lleve bien con el presidente Putin de Rusia. Preferirían ir a la guerra antes que ver esto. ¡Se llama síndrome de desorden de Trump!», escribió.

La cumbre en Helsinki entre Trump y Putin desató una oleada de indignación en todo el espectro político estadounidense. El norteamericano desmintió a sus propias agencias y a sus fiscales respecto a la supuesta intromisión del Kremlin en las elecciones de 2016, en las que ganó. Algunos llegaron a hablar incluso de traición.

El martes, Trump admitió inesperadamente que había cometido un error durante la conferencia de prensa con Putin y que en realidad quería decir que Rusia había interferido en los comicios del 2016. «Acepto la conclusión de nuestra comunidad de inteligencia de que Rusia intervino», rectificó Trump en la víspera. Y agregó: «Podría haber sido otra gente. Muchas personas ahí fuera». En Helsinki, Putin negó cualquier intervención de Rusia en las elecciones del 2016, El estadounidense lo corroboró: «No veo motivos por los cuales habría de ser Rusia». El día después, Trump aclaró que, tras revisar una transcripción de sus declaraciones, notó que se había equivocado. «La frase debía decir: No veo motivos por los cuales no habría de ser Rusia».

Ayer, Trump volvió a defender la cumbre con Putin. «A muchas personas con un nivel superior de inteligencia les encantó mi intervención», escribió en Twitter. «Putin y yo discutimos muchos temas importantes. Nos llevamos bien, lo que realmente molestó a muchos detractores que querían ver un combate de boxeo. ¡Habrá grandes resultados!», afirmó, sin decir cuáles y tras asegurar que Rusia ya no intervenía ahora en EE.UU. y que él era el presidente más duro con el Kremlin. Apenas unas horas después, la Casa Blanca admitía que «todavía» había riesgo de injerencias rusas.

La vuelta atrás de Trump no tuvo buena recepción. «Fue 24 horas tarde y en el lugar equivocado. Si el presidente no puede decirle directamente a Putin que no tiene razón, es inefectivo y peor, otro signo de debilidad», dijo el líder demócrata del Senado.

Una semana escasa. Es el tiempo que queda para que Donald Trump y el líder de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, se vean cara a cara en Washington. El 25 de julio está marcado en rojo en el calendario de la institución. La cita se presenta como lo que es: un encuentro de alta tensión. El humor cambiante y caprichoso del magnate, su incontinencia verbal y la falta absoluta de control, convirtió la reciente cumbre de la OTAN en una auténtica pesadilla.

También puso patas arriba el Reino Unido metiendo las narices en las negociaciones del brexit y puso los pelos como escarpias a los líderes europeos con los guiños cómplices que le dedicó a Vladimir Putin el lunes en Helsinki. La retórica agresiva de Trump y su guerra comercial contra los «enemigos europeos» han puesto a los líderes de la UE contra la espada y la pared.

Nadie quiere que los personalismos acaben dañando la relación trasatlántica, pero ¿dónde encontrar el equilibrio? ¿Cómo puede la UE hacerse respetar? Juncker dejó claro ayer que ningún gesto de Trump conseguirá amedrentarlo: «Hemos tomado medidas contra la Administración norteamericana y seguiremos respondiendo a las provocaciones que lleguen desde allí», sostuvo. «De nada sirve intentar dividir a los europeos, de nada sirven sus esfuerzos por bilateralizar las relaciones, no servirán de nada», le espetó Juncker.

Achaques de ciática

Sobre las dudas en torno a los motivos reales de sus achaques y desequilibrios, Juncker aseguró que se deben a los problemas de ciática que sufre a menudo y los calambres que los acompañan. Ante las insinuaciones del vicecanciller austríaco, quien lo acusó de ser alcohólico y el hazmerreír de Europa, el luxemburgués se limitó a tirar de retranca: «La de expertos médicos que hay en Austria. Pido respeto», zanjó antes de volver a apuntar sus dardos dialécticos hacia Donald Trump. «Tenemos que hacerle entender que, cuando hablamos de mercado único, nos referimos a una unidad indivisible y que la articulación de la política comercial compete a la Comisión. Aunque ya lo hemos hecho otras veces, habría que explicarle mejor lo que significa la UE, qué es la Comisión y el resto de organismos», insistió poniendo en duda la preparación política de Trump.