La ciudad de los pobres que Martin Luther King no llegó a ver

Á. M. C. REDACCIÓN / LA VOZ

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Durante seis semanas, los desheredados tomaron la explanada ante el Capitolio para exigir cambios

24 jun 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando un tiro en la cabeza acabó con él en Memphis, Martin Luther King iba de camino a Washington. Trabajaba en una de las acciones más importantes de la campaña de los pobres, que debería tener lugar en la capital federal. La idea era convertir el National Mall, esa avenida amplia y ajardinada que separa el Capitolio del monumento a Lincoln, el lugar mismo del I have a dream, en un campamento desde el que los desheredados de Estados Unidos darían un nuevo impulso, mucho más fuerte, a sus derechos.

El disparo de James Earl Ray evitó que King llegase a ver que miles de personas siguieron adelante con el proyecto y levantasen en el centro político del país un amasijo de chabolas y tiendas de campaña, con ayuntamiento y clínica incluidos, con cocinas comunitarias, al que llamaron Resurrection City.

A los negros -la gran mayoría- se fueron uniendo indios, blancos sin recursos, activistas de la pujante contracultura... Actores comprometidos con los derechos civiles, como Sidney Poitier, Robert Culp, Marlon Brando o Barbra Streisand visitaron la ciudad para dar todavía más visibilidad a sus reivindicaciones, centradas en dos ejes: reformas legales e inversiones para ayudar a los más desfavorecidos.

Resurrection City permaneció firme durante seis semanas en las que el país vivió momentos convulsos como el asesinato de Robert Kennedy e incontables disturbios de carácter racial. Al final, ninguna de las exigencias fue tenida en cuenta. Resultó un fracaso a corto plazo, pero significó un paso más en una carrera de fondo.

«Cuando ayer -hace hoy 50 años- se procedió al final de la Resurrección City, el alcalde envió a unos dos mil policías para desalojar las viviendas de lona que el abundante barro había convertido en inhabitables en extremo. Dos mil policías bastaron para meter en los coches celulares a menos de un centenar de manifestantes que se resistieron a abandonar la ciudad de los pobres», explicaba La Voz al día siguiente de que las autoridades, con el oportuno pretexto de un pequeño incidente, magnificado, decidiesen que era hora de levantar el campamento aunque fuese por la fuerza.