Bélgica entona el «mea culpa» tras el ataque de Lieja

Cristina Porteiro
cristina porteiro BRUSELAS / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

EMMANUEL DUNAND

El ministro de Justicia asegura sentirse responsable de la puesta en libertad del asesino

31 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Por qué concedieron un permiso penitenciario a Benjamin Herman? Es la pregunta que se hace Bélgica un día después de asistir a un nuevo ataque terrorista mortal. Dos agentes de policía y un estudiante de magisterio fueron asesinados por este joven en el corazón de Lieja al grito de «Alá es grande». Nadie comprende quién y por qué permitió a Herman, con un historial reciente de quebrantamientos de permisos y un robo con fuerza, salir de prisión para disfrutar de su decimocuarto permiso carcelario. Y mucho menos, por qué no estaba fichado por radicalización a pesar de que se le mencionaba en dos informes al que tuvieron acceso las autoridades en el 2016 y el 2017.

«Antes que nada, me siento responsable porque tengo responsabilidad sobre las prisiones. ¿Debería haber sido liberado este hombre de prisión? Es una pregunta que me hago y merece un examen de conciencia por mi parte», aseguró el ministro belga de Justicia, Koen Geens. En esta ocasión no han servido los paños calientes. El flamenco entonó el mea culpa por una decisión que puede traer mucha polémica.

La fiscalía dio datos ayer sobre las idas y venidas de Herman en los últimos meses. Así se pudo saber que el joven quebrantó su último permiso el pasado 22 de febrero. Nunca regresó a la prisión hasta que fue detenido el 5 de marzo, tras cometer un robo con fuerza. Su perfil antisocial y extremadamente violento no persuadió a las autoridades judiciales para obligarle a cumplir la totalidad de su pena por robo y tráfico de drogas hasta el año 2020, sin permisos de por medio. ¿Por qué? La primera y única explicación que han dado los responsables penitenciarios, para indignación de los familiares de las víctimas, es que los reclusos tienen derecho a disfrutar de ciertas salidas antes de que cumplan sus plazos en prisión para «reinsertarse» y preparar su nueva vida en libertad, lo que supone buscar trabajo y piso.

Otro debate abierto apunta a la radicalización en las cárceles. Los expertos ponen en duda la eficacia de los programas de prevención y se preguntan si el contacto con otros presos comunes puede ser perjudicial. Por el momento, la fiscalía sigue investigando el ataque como un «acto terrorista» a la luz de las pruebas recabadas. Se apoya en tres indicios claros. El primero es el modus operandi, coincidente con el de otros ataques del EI que tienen como objetivo a las fuerzas de seguridad. El segundo es que durante el ataque a las víctimas y el posterior tiroteo con la policía profirió gritos de «Alá es grande». El tercero es que Herman estuvo en contacto en prisión con personas radicalizadas. A pesar de las evidencias, no descartan un vuelco en las pesquisas.

Otro asesinato en la víspera de la matanza

«Benjamin Herman cometió otro asesinato», fue la respuesta que dio el ministro belga del Interior, Jan Jambon, tras ser interpelado por uno de los misterios que rodean el caso: la muerte de Michël Wilmet la víspera de la matanza de Lieja.

Wilmet fue compañero de Herman en la prisión de Lantin. El joven, heroinómano, había cumplido su pena y estaba en libertad desde marzo. Su cuerpo sin vida apareció la mañana del martes tendido en su casa de On (provincia de Luxemburgo) y con signos de haber sido brutalmente golpeado en la cabeza con un objeto contundente.

«Herman ya no tenía ninguna perspectiva en nuestra sociedad después de haber cometido un asesinato la noche anterior», sostuvo Jambon, sin excluir que el ataque se ejecutase bajo los efectos de las drogas y adelantándose a la valoración de la Fiscalía que todavía no imputó el asesinato a Herman. Pese a apuntar con el dedo en esa dirección, Jambon se mostró cauto. «Hay indicios que llevan a pensar en un acto terrorista, pero también otros que muestran lo contrario».