Bruselas propone una minirrevolución en el primer presupuesto «postbrexit»

adolfo lorente BRUSELAS / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

Juncker admitió que los socios ricos quieren aportar menos
Juncker admitió que los socios ricos quieren aportar menos STEPHANIE LECOCQ

Quiere condicionar la entrega de fondos al cumplimiento de los valores europeos

03 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Suena a inmensidad pero, al final, serán 1,279 billones de euros, apenas el 1,11% del PIB de la UE. No obstante, la del Presupuesto siempre ha sido una de las grandes batallas políticas de la UE y, en esta ocasión, tras el socavón de unos 13.000 millones al año que dejará el brexit, la necesidad de financiar nuevas realidades o el bloqueo de los países más ricos, más que una batalla será la guerra. No todo será recortar. Hay aumentos en inmigración, defensa, fronteras, Erasmus, innovación, digitalización. Se quiere acabar con los cheques a ciertos países. Más meritocracia y menos dinero a fondo perdido. Posibilidad de perder recursos si no se respetan los valores europeos (recao a Hungría o Polonia). Dos minifondos anticrisis por valor de 55.000 millones... En síntesis, una minirrevolución.

«Si hubiera dependido de nosotros, hubiéramos diseñado un presupuesto con el 2% de nuestro PIB, pero es lo que hay. Tendremos que hacer más con menos», recalcó el presidente de la Comisión. Tras asegurar que los recortes presentados «no son una masacre», Jean-Claude Juncker restó relevancia a las primeras críticas de ciertos jefes de Estado o de gobierno, entre otros el austríaco Sebastian Kurtz, y los líderes de Holanda y Suecia, puestos al frente del club de los ricos y su cruzada para aportar menos a las arcas comunitarias.

En su respuesta, Juncker emuló al mejor Juncker. «Es verdad que han reaccionado algunos con el verbo rápido que les caracteriza. Llevo varias semanas hablando con todos. No voy a decir lo que han dicho unos de otros. Como la Virgen lo guardo cerca de mi corazón. Yo fui primer ministro más de veinte años. Ya me sé la música, la letra, el ritmo... Es su papel, pero el presidente de la Comisión no tiene amigos cuando se trata del Presupuesto», zanjó.

Los temidos recortes en los fondos estructurales de cohesión (7%) y en agricultura (5%) son menores de lo esperado. Además, siguen siendo los dos grandes pilares del Presupuesto al suponer el 30 % en el primer caso (379.000 millones) y el 34 % en el segundo (442.000). Pese a todo, la Eurocámara advirtió ayer que no permitirá estos descensos, lo que hará más difícil aprobar las cuentas antes de las elecciones de mayo de 2019. El plácet del Parlamento es vital. Sin él no hay nada que hacer.

«Hay que mirar más al futuro y no a las políticas del pasado», advirtió el luxemburgués. Los fondos para la transformación digital serán de 12.000 millones, un 800 % más; el programa Erasmus+ duplica su cuantía hasta los 30.000; el gasto en control de fronteras se triplica, hasta 33.000; se financiará la contratación de 10.000 policías de frontera hasta 2027; los programas de investigación y desarrollo será de 100.000 millones, un 50 % más. El gasto en seguridad crece el 40 % hasta los 4.800 millones, a los que hay que sumar 13.000 del nuevo Fondo de Defensa, y un capítulo destinado a aumentar la movilidad militar que suma 6.500 millones adicionales; la acción exterior, clave para gestionar la crisis migratoria, subirá un 26 % hasta 120.000 millones.

Aunque Juncker recalcó que no estaba dirigido a Polonia, nadie le creyó. La Comisión propuso un nuevo mecanismo «para proteger el Presupuesto frente a los riesgos financieros vinculados a deficiencias generalizadas del Estado de Derecho en los Estados miembros». Los nuevos instrumentos «permitirían suspender, reducir o restringir el acceso a la financiación de la UE de manera proporcional a la naturaleza, la gravedad y el alcance de las deficiencias del Estado de Derecho». La propuesta de decisión correspondería a la Comisión, y su adopción correspondería al Consejo por mayoría cualificada inversa. Adiós al veto.

La Comisión propone además crear tres nuevas fuentes de ingresos propios de la UE, cuyo objetivo es reducir las aportaciones nacionales de los Estados miembros, que en la actualidad financian el 80 % del marco financiero. En primer lugar, una tasa al plástico de 0,80 euros por kilo no reciclado. También pide quedarse con el 20 % de los ingresos procedentes del sistema de comercio de emisiones de CO2. Finalmente reclama un 3 % del impuesto de sociedades cuando se cree una base tributaria armonizada en la UE. Estos nuevos recursos representan el 12 % del presupuesto total de la UE y podrían aportar hasta 22.000 millones al año para financiar las nuevas prioridades.