«La presión política y económica está matando al periodismo en Rusia»

javier castro bugarín MOSCÚ / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

«El Estado controla todos los canales», dice Mathew Luxmoore, reportero independiente en Moscú

01 abr 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Detenciones extrajudiciales, agresiones físicas, retirada de material, condenas de prisión y hasta asesinato. Esta es la triste realidad de los periodistas independientes rusos que tratan de informar más allá de la línea oficial del Gobierno. Desde su llegada al poder en 2000, Putin se ha adueñado de todos los medios con influencia en Rusia. Los públicos actúan como un altavoz del Gobierno, mientras que la mayoría de los privados están en manos de oligarcas y empresas como Gazprom, que no disienten del Kremlin.

Esta situación ejerce una «presión política y económica que está matando al periodismo en Rusia», señala Semión Kvasha, un periodista independiente de 37 años. Después de trabajar para varias publicaciones rusas, ahora escribe en la filial de Coda Story, una plataforma periodística afincada en EE. UU. «Si para final de año no estamos catalogados como agentes extranjeros, señal de que no hemos hecho bien nuestro trabajo”, comenta con ironía.

Igor Iasine constata que «no es seguro ser periodista en Rusia» y que el espacio para los medios independientes «es cada vez menor». Iasine es copresidente de la Unión de Periodistas y Trabajadores de Medios (JMWU, por sus siglas en inglés), una organización creada en el 2014 después de que un convoy de periodistas rusos y corresponsales extranjeros sufriese un asalto armado en Chechenia.

Para Iasine, quien ha trabajado en agencias estatales y en Russia Today (RT), tanto la censura como la autocensura son una constante del trabajo periodístico en el país. Y no solamente al escribir sobre política. Desde el 2012, existen leyes que prohíben la publicación de informaciones acerca de drogadicción, terrorismo u otros asuntos sociales delicados, por considerarlos propaganda. Quien publique sobre ello se expone al cierre del medio o a la cárcel. «No sabemos qué está pasando en Rusia», critica Kvasha.

Cubrir manifestaciones de la oposición también supone un riesgo. Incluso si llevan visibles sus acreditaciones, los periodistas que dan cobertura a estos eventos no se libran de las detenciones. Según el reciente informe anual de la JMWU, al menos 30 periodistas, la mayoría independientes, fueron detenidos en manifestaciones «ilegales» para el Gobierno. Algunos salieron en libertad con cargos tras 12 horas detenidos en comisaría. Otros fueron metidos en un coche patrulla y soltados a varios kilómetros del lugar de la manifestación.

La información proveniente de Siria y Ucrania también es una quimera. «Siria es un auténtico agujero negro. Las grandes publicaciones rusas llevan a sus chicos a trabajar allí con el gabinete de prensa del Ejército, por lo que solo tenemos esa versión oficial», afirma Kvasha. Respecto al caso de los 200 mercenarios rusos que habrían muerto por un bombardeo estadounidense, el silencio es total. «No tenemos ni idea de cuánta gente murió ni de si fueron tratados o no en Moscú», añade.

Desde Ucrania la información es todavía peor. Después de una «propaganda agresiva» en la televisión estatal durante los primeros meses de conflicto, el interés se ha esfumado. «El Kremlin necesita algo parecido a una telenovela, con una nueva temporada constantemente. La temporada de Ucrania ha terminado. Lo mismo sucedió con los Juegos Olímpicos de Sochi, ahora con el Mundial de fútbol... Necesitan algo nuevo todo el rato», asevera Iasine.

«El Estado controla todos los canales»

Matthew Luxmoore (Reino Unido, 1990), es reportero independiente en Moscú y colaborador habitual del New York Times. A su juicio, «el Estado controla todos los canales de televisión». «Es muy difícil que alguien que se informa por la televisión tenga un punto de vista alternativo al del Gobierno».

-¿Qué peso tiene el discurso del Kremlin en el relato informativo?

-Los canales de televisión son pro-Kremlin. Apoyan a Putin, respaldan lo que hace, nunca lo critican. Hay algunos canales independientes, como Dozhd, que es una televisión que opera en línea desde que en el 2014 el Gobierno cortó su señal por satélite y que es la única que critica a Putin. También hay otras pequeñas plataformas, como Meduza, que informa desde Letonia. Pero aquí todos los medios que tienen algún tipo de influencia están controlados por el Estado.

-¿Qué información se da Siria y Ucrania?

-En Siria, Rusia está liberando el mundo del terrorismo: apoya al régimen de Al Asad en su batalla contra el extremismo mientras Occidente apoya pasivamente a los terroristas. En Ucrania, Rusia acusa a Kiev de violar los acuerdos de Minsk pero apoya a las milicias que combaten al Gobierno en el este. Ucrania es un conflicto congelado, no está en la agenda mediática.

-¿Tienen más libertad los periodistas extranjeros que los rusos?

-Diría que sí. Si eres ruso en Rusia y escribes algo crítico con el Gobierno, te tachan de traidor y de cómplice de Occidente. La situación de los periodistas rusos es más peligrosa que la de los corresponsales extranjeros, puesto que si vienes de Occidente se entiende que escribirás cosas malas sobre Rusia.

-¿Alguna vez tú o tus compañeros habéis recibido amenazas?

-Sí, hubo algunos casos pero no es una práctica extendida. La mayoría de los periodistas occidentales tienen relativa libertad para escribir sobre lo que quieran. Hubo excepciones, como una delegación de la BBC atacada en Rostov del Don, una ciudad en donde reclutan a soldados para ser enviados a Ucrania. Pero nada comparable a lo que afrontan los periodistas de aquí.

-¿Un posible cierre de RT perjudicaría a los corresponsales extranjeros?

-Sí. Rusia respondería del mismo modo.

-¿Pueden ser las redes sociales una oportunidad para el periodismo en Rusia?

-Los movimientos alternativos están muy alejados de los medios. Navalni tiene una gran presencia en YouTube, Twitter y Facebook, porque es muy inteligente en el uso de las redes, pero eso no influye sobre cómo informan los medios controlados por el Estado. No creo que ambas cuestiones estén conectadas aquí.