Xi Jinping inaugura con puño de hierro la «nueva era» china

sara r. estella PEKÍN / E. LA VOZ

INTERNACIONAL

WU HONG | efe

Nombra vicepresidente al responsable de la lucha contra la corrupción y le da poderes especiales al margen de la ley

18 mar 2018 . Actualizado a las 08:40 h.

La única sorpresa en torno al imponente Palacio del Pueblo de Pekín el día de la votación que inauguraba la «nueva era» de China fue la copiosa y tardía nevada que cubrió de blanco el corazón político del país. Un alivio tras una larga sequía en el día que en la Asamblea Nacional china, una especie de Parlamento de trámite para rubricar lo que el Partido Comunista decide, aprobó por unanimidad la continuación de Xi Jinping como presidente de China y líder más poderoso desde hace décadas.

Ni uno solo de los cerca de 2.970 delegados votó en contra del nuevo emperador rojo y solo uno lo hizo en contra de la decisión de nombrar vicepresidente al poderoso Wang Qishan, mano derecha del presidente y quien desarrolló con puño de hierro la feroz campaña contra la corrupción. Más de un millón de funcionarios, entre ellos altos cargos, han sido penalizados durante los primeros cinco años de mandato de Xi en una extensa ofensiva que muchos analistas consideran, en realidad, una estrategia para purgar a los miembros del partido que no son afines a la facción del presidente.

Dos nombramientos sobre los que nadie en el hemiciclo tenía ni la más mínima duda de que se producirían y, quizás por eso, la ovación tras los nombramientos fue especialmente sonora. Wang, de 69 años, se encargará a partir de ahora de lidiar con las relaciones con Estados Unidos en un momento que pinta complicado, con las continúas amenazas de Donald Trump de subir los aranceles a los productos chinos y otros movimientos de tipo proteccionista que parecen encaminados a desatar una desastrosa guerra comercial.

Wang sustituye en el cargo a Liu Yuanchao, que no deja ningún legado destacable como ha venido siendo habitual en los vicepresidentes chinos. Hasta ahora este cargo era puramente simbólico y servía como trampolín para los futuros presidentes para que se fueran preparando para hacerse con las riendas del país. El antiguo zar contra la corrupción, en cambio, tiene 69 años y se había retirado de la política en el congreso del partido de octubre. No será presidente dada su avanzada edad y también por la perpetuación de Xi en el cargo por lo que se rompe otra convención interna más, después de que la semana pasada la Asamblea eliminara los límites temporales a su mandato.

Superministerio

Su nombramiento como vicepresidente lo convierte en el favorito para dirigir la nueva Comisión Nacional de Supervisión, un organismo aprobado a principios de semana que funcionará al margen del sistema judicial y que no solo vigilará a los cuadros del Partido sino que escrutará también el comportamiento de todos los funcionarios públicos. Su inmenso poder al margen de la ley ha despertado todos los temores entre los grupos defensores de los derechos humanos porque este «superministerio» podrá retener e interrogar durante seis meses a los sospechosos sin necesidad de notificárselo a un juez.

Entre marchas militares y aplausos perfectamente coordinados en el graderío, el nuevo «Sol» de China, tal y como se llamó a Mao Zedong en su día, juró la Constitución en el Gran Palacio del Pueblo, una escenificación que no se había hecho nunca hasta ahora. La misma Carta Magna en la que desde la semana pasada ya figuran el nombre y el pensamiento de Xi como referencias supremas, un honor que no se había concedido a ningún líder chino en vida, salvo a Mao, el único con el que  Xi Jinping puede medir su poder.