El SPD salva a Alemania del abismo

patricia baelo BERLÍN / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

STEFANIE LOOS | AFP

Las bases socialistas aprueban reeditar la coalición con Merkel poniendo fin a casi seis meses de incertidumbre

05 mar 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

«Ahora tenemos claridad para entrar en el Ejecutivo». Con estas palabras el presidente interino del SPD, Olaf Scholz, anunciaba ayer que, pese a las reticencias, dos tercios de los militantes de su partido se han decantado por volver a unir fuerzas con Merkel durante los próximos cuatro años. Si bien el resultado del 66 % a favor de reeditar la gran coalición queda lejos del 76 % registrado en la misma consulta vinculante celebrada por los socialdemócratas en el 2013, al menos es suficiente para desbloquear la mayor crisis política en la historia moderna de Alemania, huérfana de Gobierno desde las elecciones del 24 de septiembre.

Consciente de que los sondeos sitúan hoy a la formación entre el 15,5 y el 18 %, un porcentaje aún peor que el récord mínimo del 20,5 % que obtuvo en las generales, la cúpula del SPD respiró aliviada después de dar a conocer que, de los 463.723 afiliados que estaban llamados a participar en la votación, en la que lo hicieron el 78,39%, un total de 239.604 dio luz verde al acuerdo sellado el pasado 12 de febrero por la canciller y el exlíder socialista Martin Schulz. Sobre todo a raíz de la brecha que se abrió en el partido ante una tercera alianza con la CDU/CSU y que se materializó con intensas campañas en contra y a favor por toda la geografía alemana.

«La crítica se mantiene»

«Los debates han ayudado a unirnos y nos dan la fuerza para ser una formación de Gobierno y para el proceso de renovación en nuestras filas», declaró Scholz, sin cosechar el aplauso de sus correligionarios. Y es que el ala izquierdista del partido, encabezada por el presidente de las juventudes, Kevin Kühnert, se negaba a seguir desgastándose y perdiendo identidad como socio minoritario de Merkel y apostaba por renovarse desde la oposición. «La crítica se mantiene. El SPD debe ser más como en las últimas semanas y menos como en los últimos años», escribió Kühnert en Twitter sin ocultar su decepción.

Una decepción que contrastaba con la alegría de las instituciones comunitarias, los institutos económicos y sobre todo de Merkel, que se dispone así a asumir su cuarto mandato consecutivo como canciller. La líder cristianodemócrata, que gobierna ininterrumpidamente desde hace casi trece años, atraviesa sus horas más bajas. Los discretos resultados electorales la obligaron a intentar forjar un tripartito con los liberales y los ecologistas, que terminó en fiasco. Desde entonces los socialdemócratas se convirtieron en su última esperanza para evitar un Gobierno en minoría, que rechazaba por la inestabilidad que conlleva, y la convocatoria de nuevos comicios, que solo habrían debilitado aún más a los dos grandes partidos y fortalecido a la ultraderecha, que quedó en tercer lugar tras capitalizar el rechazo de la población a la llegada de refugiados.

«Doy la enhorabuena al SPD por este claro resultado y me alegro de poder proseguir con la colaboración para el bien de nuestro país», comentó en Twitter la canciller, que según lo previsto deberá ser reelegida e investida por el Parlamento el 14 de marzo. A continuación, el presidente federal designará a los ministros propuestos por cada formación, con lo que a partir del día 15 de marzo Alemania podría contar con nuevo gobierno. Merkel, que tuvo que ceder carteras de peso como las de Exteriores, Trabajo o Finanzas a los socialistas con tal de cerrar el pacto, ya presentó la lista con los titulares de la CDU, mientras que el SPD anunciará a sus seis en los próximos días.

El mal menor llamado gran coalición

p. b.

Han salvado a todos menos a su propio partido», escribía el semanario Der Spiegel sobre la decisión del SPD, que evita un abismo en el país así como el fin de la carrera política de Merkel y de la cúpula socialista en su conjunto. La sensación ayer era similar en el resto de las formaciones, aliviadas por el fin del bloqueo, pero insatisfechas porque saben que la gran coalición no es más que el mal menor que apenas pondrá solución a los problemas.

¿A qué retos se enfrenta el nuevo Gobierno?

Sin duda será la legislatura más difícil para la canciller, decidida a colaborar con el presidente Macron para reforzar el liderazgo del eje franco-alemán en la UE y devolver al continente la estabilidad que necesita ante la incertidumbre del brexit o el proteccionismo de Trump. La gran coalición también deberá esforzarse para lavar la imagen del país tras escándalos como el de Volkswagen, fracasos como el del tren de alta velocidad entre Berlín y Múnich y críticas a sus políticas medioambientales y escasa inversión pública pese a un envidiable superávit comercial. Para colmo, tendrán que enfrentarse a la nueva bestia negra del tablero político alemán: AfD.

¿En qué lugar queda la ultraderecha?

Por primera vez en más de medio siglo un partido de ultraderecha se sentará en el Parlamento de un país que aún no ha cerrado del todo la herida del nazismo. Aunque nació en el 2013 con un discurso economicista de rechazo a los rescates del sur de Europa, Alternativa para Alemania (AfD) cogió alas tras capitalizar el temor de la población a la llegada de refugiados al país y quedó tercera en septiembre, con el 12,6% y arrebatándoles hasta un millar de votos a los conservadores. La gran coalición la convierte ahora en la primera fuerza del Bundestag, donde amenaza con ganarle visibilidad y terreno al bipartidismo, desgastado por años de Gobierno.

¿Qué rumbo seguirán los dos grandes partidos?

Al igual que ha ocurrido en otros vecinos europeos, las elecciones evidenciaron la crisis de las formaciones tradicionales, cuyos temas y electorados se parecen cada vez más. El bipartidismo alemán ya no sabe cómo satisfacer a una población que, indiferente a la buena coyuntura económica, ha virado a la derecha a raíz de la crisis de los refugiados y de los problemas estructurales derivados de un proceso de reunificación incompleto, tales como la desigualdad creciente y el aumento de la pobreza, especialmente en la vejez. Tanto los democristianos como los socialistas están sumidos en una crisis de identidad y necesitan renovar su perfil. En el SPD el gran damnificado fue su exlíder, Martin Schulz, quien pagó caro haber incumplido su promesa de no volver a aliarse con Merkel.