Penas suaves para los narcosobrinos de Maduro con pasaporte diplomático

Julio Á. Fariñas A CORUÑA

INTERNACIONAL

Un tribunal de Manhattan condenó el pasado jueves a sendas penas de 18 años de cárcel, sin opción a la libertad condicional, a dos sobrinos de Nicolás Maduro y de Cilia Flores, la primera combatiente de la robolución bolivariana, detenidos hace hace 25 meses en Haití cuando preparaban la exportación de 800 kilos de cocaína a EE.UU. desde territorio venezolano, vía Honduras.

16 dic 2017 . Actualizado a las 18:40 h.

La pena impuesta por el juez el juez Paul Austin Crotty, que llegó tres varios aplazamientos, 11 meses después de que un jurado los declarase culpables, dista mucho de la petición fiscal que solicitaba para ellos un mínimo de 30 años hasta cadena perpetua. Las defensas, a cargo de sendos equipos de abogados con minutas millonarias, no pudieron convencer al tribunal de su supuesta inocencia. Ya tenían asumida su culpabilidad porque se conformaban con una condena de 10 años de cárcel para cada uno.

La noticia fue ignorada por la prensa oficial venezolana, así como por la pareja presidencial, que había calificado en su día las detenciones de «secuestro», y por otros personajes del oficialismo que se habían manifestado en la misma línea. La oposición se sumó al silencio.

La relación de Efraín Antonio Campos Flores y Franqui Francisco Flores de Freitas con sus tíos, los actuales inquilinos del palacio presidencial de Miraflores, iba más allá del mero parentesco familiar. El proceso judicial que acaba de concluir acreditó que los narcosobrinos se sirvieron de su status familiar para sus negocios. De hecho, utilizaban en sus vuelos privados la terminal cuatro -la presidencial- del aeropuerto internacional de Caracas para sus constantes desplazamientos de negocios. A tal fin disponían de pasaporte diplomático, lo que los libraba de los engorrosos controñes aeroportuarios.

 Ni noveles ni coyunturales

Los agentes de la Agencia Antridroga Norteamericana (DEA) que llevaron el peso de la investigación de sus actividades delictivas aportaron al fiscal encargado del caso y este al tribunal numerosas evidencias de que los acusados no eran narcotraficantes noveles ni coyunturales, que fue una de las principales tesis de las defensas. Se movían al más alto nivel, tenían como proveedores a las FARC, una organización narcoterrorista afin al régimen bolivariano, según confesó uno de ellos tras su detención en Haití y se sentían seguros en sus movimientos por sus vínculos familiares al más alto nivel.

En la sesión del pasado jueves el juez sentenciador así lo puso de manifiesto cuando, tras escuchar los alegatos de las defensas, dijo no tener dudas de que «el plan de los acusados era usar sus conexiones políticas» para traficar droga a Estados Unidos.

El fiscal Jhon H. Kim, en un documento aportado ante la Corte días antes de la sentencia, apuntaba por primera vez de forma directa a la supuesta complicidad de Nicolás Maduro con los narcosobrinos. En ese documento la fiscalía usó la palabra «imprimatur» para referirse al conocimiento que el presidente de Venezuela habría tenido de los negocios de los sobrinos. El término imprimatur es el que se usa en el lenguaje político para dar el vistobueno de las instancias superiores a una declaración o a cualquier documento de un subordinado..

 También tráfico de influencias

El informe entregado el pasado 11 de septiembre por la fiscalía del distrito sur de Nueva York en el caso de los “narcosobrinos” de la familia presidencial de Venezuela para tratar de demostrar que, tanto Efraín como Franqui merecen cadena perpetua, recogía el contenido de conversaciones por Whatsapp de los primos con algunos de sus socios. En ellas se ponen de manifiesto que también participaban en una red de cobro de comisiones para incluir en la lista de pagos de Pdvsa a acreedores de la petrolera estatal venezolana. Para ello se valdrían de Erick Malpica Flores, primo de los acusados.

Otros negocios que recoge el informe de la fiscalía son el cobro de dinero a cambio de gestionar la excarcelación del jefe del cartel de la Guajira, Hermágoras Polanco y de Juan Carlos Araujo Durán, propietario y presidente de la empresa de espectáculos Solid Show, quien fue detenido en República Dominicana por el presunto tráfico de 450 kilos de cocaína. Recoge además la conversación con una persona en la que Efraín habría intercedido por una banda de criminales frente su tío Bladimir Flores, inspector general de la policía científica de Venezuela,

Para la fiscalía estas y otras actividades delictivas de los primos ahora condenados ponen en evidencia que ambos estaban involucrados en actividades criminales de alto nivel, antes de ser detenidos, hace poco más de dos años en Puerto Príncipe, en los preparativos de una operación de tráfico de cocaína que les iba a reportar unas plusvalías de unos 30 millones de dólares. Nunca lo reconocieron en el juicio pero uno de ellos, en el viaje a Estados Unidos, le llegaron a manifestar a los agentes de la DEA viajaban con ellos que esas ganancias irían destinadas a financiar la compaña electoral de Cilia Flores.También reconocieron que ya habían empezado a traficar a los 18 años.

 Los primeros pero no los únicos

Los sobrinos de la pareja presencial son los primeros narcotraficantes venezolanos enjuiciados y condenados en Estados Unidos pero tal vez no serán los últimos porque hay más figuras del chavismo con investigaciones abiertas por la justicia norteamericana por narcotráfico. En esa lista negra figuran, entre otros, el actual vicepresidente y mano derecha de Maduro, Tareck el Alssami. También están el general jefe de la Guardia Nacional, Néstor Reverol, y otros mandos que gestionaron con él la Oficina Nacional Antidroga venezolana (ONA), así como el general Henry Rangel Silva, ex ministro de Defensa y Hugo Carvajal, general que durante gran parte de la era de Chávez fue jefe de la inteligencia militar y actualmente es diputado chavista en la Asamblea Nacional..

Todo ello le da pie a Bruce Bagley, experto en narcotráfico de la Universidad de Miami para concluir que «los sobrinos solo son la punta del iceberg» de lo que para muchos es, de hecho, un narco-estado.