El destierro de los hijos del califato

Mikel Ayestarán TIKRIT / COLPISA

INTERNACIONAL

AHMAD AL-RUBAYE | afp

Miles de familiares de miembros del Estado Islámico no pueden regresar a sus casas en Irak por temor a la venganza

28 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Busra lleva en brazos a su hijo Mustafá. Nació hace dos meses en el campo de Shehama, a las puertas de Tikrit, ciudad natal de Sadam Huseín que estuvo bajo control del califato hasta marzo del 2015. El pequeño nunca conocerá a su padre, miembro del Estado Islámico (EI) caído en la batalla de Mosul, pero pagará largo tiempo su decisión de unirse a las filas yihadistas. Busra no quiere responder cuando se le pregunta sobre cómo era su vida en la Mosul del califato, solo dice que ella es de Bagdad y que se limitó a seguir los pasos de su marido. Unos pasos que le condenan a vivir por tiempo indeterminado junto a otras 200 familias en el campo de Shehama, donde solo residen familiares de los yihadistas. Un lugar vigilado por el Ejército del que no pueden salir si no hay un acuerdo con los jefes tribales de sus lugares de origen.

Desde fuera parece un campo más de las decenas que se han levantado en Irak para acoger a los tres millones desplazados en tres años de guerra contra el EI. Los civiles que pueden regresan a sus casas, o a lo que queda de ellas, tras los combates, pero de Shehama «es complicado que puedan retornar porque se enfrentan a la venganza de los vecinos. Una cosa es la ley, que afecta solo a quien fue parte del EI, pero otra son los códigos tribales que se rigen por el ojo por ojo y por eso las familias que sufrieron la tiranía del EI ahora exigen venganza y lo pagan con ellos, aunque no tengan las manos manchadas de sangre», aclara el director del campo, Huseín Ahmed Jaled. Los familiares del Estado Islámico que no pueden regresar a sus casas supera las 200.000 personas, según distintos organismos humanitarios.

Los campos de Irak son hornos durante el verano y frigoríficos en el invierno. Los responsables municipales de Tikrit piden «generadores, calefacciones, comida. Necesitamos de todo. Al principio llegaba más ayuda de los organismos internacionales, pero ahora lo hace de forma puntual». A diferencia de otros campos, este es competencia de las autoridades iraquíes y, según el director, «hablamos de desplazados que, si no hay un acuerdo entre tribus que desbloquee su situación, serán crónicos». Otro de los problemas para el posible retorno es la enorme destrucción causada por los combates, que ha dejado sin hogar a miles de personas.

El paisaje lo componen mujeres y niños. Los pequeños están por todas partes. Salen de las tiendas, juegan al fútbol y persiguen al periodista. En la escuela del campo trabajan con programas especiales para intentar borrar de sus cabezas lo que aprendieron durante el califato. Las mujeres prefieren no hablar, tienen miedo de posibles represalias. Saad lleva aquí cuatro meses, su hijo mayor era combatiente del EI. «Yo nunca le animé a unirse a ellos, fue su decisión, no la mía», lamenta mientras camina con dificultad ayudado por dos muletas. Sufre diabetes y le han tenido que amputar una pierna. A su lado, el pequeño Muhatna muestra un informe médico que diagnostica una patología cardíaca que precisa de una operación urgente. Su hermano mayor fue un cabecilla yihadista y ahora toda la familia está recluida en Shehama. «No podemos salir y el niño está cada vez peor, necesitamos ayuda para que le operen lo antes posible», suplica su padre.

Fractura entre suníes

A la fractura tradicional entre suníes y chiíes, la irrupción del califato ha añadido la escisión dentro de la comunidad suní entre aquellos que apoyaron al EI y los que lo sufrieron. «El Estado Islámico es una creación de Teherán para debilitar a los suníes y tener carta blanca para destrozar nuestras ciudades con la excusa de la guerra contra el terrorismo», se queja un alto cargo de la gobernación de Tikrit, que pide mantener el anonimato. Esta es la opinión extendida en las zonas liberadas del califato en Irak, pese a que las ofensiva para expulsar al EI han estado lideradas por las milicias chiíes.