Macri intenta zafarse de la mala gestión de la crisis del submarino

Paula SAbajanes BUENOS AIRES / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

Mauricio Arduin | EFE

La Armada argentina descarta un ataque contra el sumergible

26 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

«Lamentablemente, aún no hemos podido localizar al submarino a pesar de todos los esfuerzos» aseguró ayer conteniendo los gestos el portavoz de la Armada argentina, Enrique Balbi, cuando se cumplían diez días sin contacto y sin rastros del San Juan, perdido en las profundidades del Atlántico sur con sus 44 tripulantes. «Estamos en una etapa de esperanza y desesperanza», reconocía el que se ha convertido en la imagen de la tragedia. Balbi insistió en descartar la teoría de un ataque externo y reiteró que el dispositivo de búsqueda se mantiene en un área acotada frente a la costa argentina con siete buques de varias nacionalidades que barren el fondo marino buscando un indicio.

La desaparición del San Juan ha puesto al país a prueba. El Gobierno de Mauricio Macri ha expresado su «compromiso con la verdad» como escudo ante las críticas de los familiares por la información oficial y ha dado unos días de gracia a la cúpula de la Armada al asegurar que «no es momento de buscar responsables» mientras no haya certezas de lo que ha sucedido.

El presidente intenta poner a salvo su liderazgo por la mala gestión de una crisis inesperada. Trata así de neutralizar las consecuencias de un evento que saca a la luz las heridas abiertas entre el pueblo argentino y las Fuerzas Armadas, después de la despiadada dictadura militar (1976-1983), y que da de lleno en la poca confianza de los ciudadanos en sus instituciones, algo obsoletas y faltas de financiamiento. El dolor de estas 44 familias no hace más que poner en primer plano una situación que atraviesa al pueblo argentino desde hace décadas. Los pasos que se den estos días para avanzar en este laberinto darán el nuevo perfil de una nación, de sus códigos internos y la relación con el mundo.

«No me voy a rendir»

Cientos de ciudadanos se congregaron ayer a las puertas de la base naval de Mar del Plata para mostrar su solidaridad con las familias de los 44 tripulantes del sumergible con el que se perdió contacto en la mañana del día 15 después de un informe de avería en las baterías y del que no se ha encontrado ningún rastro, salvo el informe de un «evento anómalo singular, corto, violento y no nuclear consistente con una explosión» ofrecido por las agencias internacionales de control de pruebas nucleares. Después de diez días y la noticia de la explosión, hay quien aún no se resigna. «No me voy a rendir. Siento que está luchando», decía ayer Zulma, madre de Celso Vallejos, de 38 años y esposa de un excombatiente de la guerra de Malvinas aferrándose a la posibilidad de que sigan con vida. «Si volvió mi marido tiene que volver mi hijo», decía después de agradecer la solidaridad de la gente y pedir responsabilidad a la prensa por darlos por muertos.

Con ese mismo espíritu, las labores de rescate continuaban ayer pese a las inclemencias del clima patagónico en el puerto de Comodoro Rivadavia. El dispositivo de rastreo involucra a miles de personas, a las más sofisticadas tecnologías de doce países. Rusia envió el viernes el sumergible Pantera Plus, capaz de inspeccionar a 1.000 metros de profundidad. Las rachas de viento de entre 50 y 70 kilómetros por hora impidieron colocar el brazo de cuarenta toneladas en el buque Sophie Siem para operar el minisubmarino de rescate estadounidense.