Venezuela, el recurso a las urnas como coartada de la dictadura

Julio Á. Fariñas A CORUÑA

INTERNACIONAL

EFE

Contra el pronóstico de todas las encuestas y con todo el descaro del mundo, el chavismo-madurismo se apuntó el pasado 15 de octubre una victoria en las elecciones a gobernadores regionales que ni ellos mismos se la creen.

21 oct 2017 . Actualizado a las 23:50 h.

Con un índice de rechazo de más del 75 % de la ciudadanía, con el 82% de las familias viviendo bajo la línea de la pobreza y el 50% en pobreza extrema, con la inflación más alta del mundo y una escasez galopante de productos básicos, incluidas las medicinas, todas las encuestas previas al 15 de octubre le auguraban una contundente derrota al oficialismo en las elecciones regionales, incluso superior a las generales de diciembre del 2015. Y no fallaron las encuestas, sería demasiada casualidad que los mismos encuestadores que predijeron con exactitud el número de votantes -el 61 % del censo- , se equivocasen por completo en la intención de voto.

 Tampoco cabe pensar que los venezolanos hayan descubierto de repente los encantos de la cleptocracia madurista. Explicaciones hay muchas. La más contundente la dio Laura Chinchilla, ex presidenta de Costa Rica: «Los resultados electorales de hoy son la crónica de un fraude anunciado. Indignan, pero no extrañan. Las dictaduras nunca pierden», escribió en cuenta de Twitter.

A más de uno le sorprendió esa repentina prisa del oficialismo por celebrar unas elecciones que tenían que haber sido hace más de un año y que inicialmente se habían anunciado para diciembre. Era algo más de un intento de guardar las apariencias democráticas y de acallar a la comunidad internacional que respalda a la oposición. 

Como los dictadores nunca convocan las elecciones para perderlas, no se pararon en barras a la hora de los preparativos De entrada,  inhabilitaron a los aspirantes a candidatos con más tirón electoral, como Henrique Capriles, prohibieron la sustitución de candidatos inscritos como tales que luego perdieron las primarias en el seno de sus respectivas formaciones políticas, a pesar de que es algo que está previsto en la ley electoral. 

Otra maniobra oficialista que tuvo una incidencia clara en el resultado fue el traslado a última hora de 273 centros electorales. Se trató de  justificar por razones de seguridad pero la mayoría estaban instalados en colegios de monjas y universidades y fueron mudados a barrios manifiestamente inseguros. Casualmente o tal vez no tanto, afectaron a cerca de un millón de electores, la mayoría votantes de la oposición.

 También se denunció la existencia de puntos rojos donde se inducía el voto  a cambio de CLAPS (bolsas de comida). Por si todo lo anterior no fuera suficiente, más de un millón de votantes sufrieron demoras de varias horas por la negligencia del CNE en resolver problemas con las máquinas de votación y muchos se retiraron sin votar, hartos de esperar. Y todo ello bajo la atenta mirada de los militares de Vladimir Padrino, adscritos al Plan República que se preocupaban más de espantar a testigos incómodos que de velar por la limpieza del proceso.

La Abstención 

Pero todo ello tal vez no habría sido suficiente si hubiesen acudido a las urnas los tres millones de opositores que se abstuvieron o no pudieron votar. Según todos los analistas, esa abstención ha sido determinante en la derrota de Carlos Ocariz, aspirante a suceder a Capriles en la gobernación de Miranda, tradicional feudo de la oposición, que había derrotado al mismísimo Diosdado Cabello. El nuevo gobernador será Héctor Rodríguez, cuyo nombre ya se baraja como candidato del neochavismo en las próximas presidenciales.

Quienes desde la oposición defendían la abstención alegando con razón que a una dictadura no se vence con votos, prestaron, sin quererlo, un valioso servicio a las tácticas abstencionistas que propiciaba el gobierno.

Y ahora ¿qué?

Después de la victoria pírrica lograda el pasado día 15, Maduro y su eficiente aparato de estrategas, no se conforman con acaparar 18 de las 23 gobernaciones, ya que ni siquiera reconocen a los cinco opositores electos, alegando que se han negado a someterse a su ilegítima Asamblea Nacional Constituyente (ANC), sino que amenaza con repetir las elecciones en esos cinco estados.

Además ya les está faltando tiempo para convocar las elecciones municipales e incluso adelantar las presidenciales.Así pretende sacudirse el sanbenito de dictador y convertirse en paladín de la democracia. 

Otra cosa es que lo que queda del país aguante, estado como está al borde de la deflación y con una comunidad internacional que casi por unanimidad no traga con los resultados oficiales del 15-O ni con su discurso pacificador.

Los más pesimistas y/o realistas ya empiezan a temer que el chavismo-madurismo, en vez de hacer realidad el rimbombante Socialismo del Siglo XXI, acabará convertido en el Franquismo del Siglo XXI. Su ANC es un plagio descarado de las cortes franquistas. Los más optimistas y/o ilusos, aún confían en que Zapatero saque de la chistera mágica de mediador una salida digna a la tragedia actual de un país que llegó a ser la Suiza de América Latina.