El Reino Unido lleva la negociación del «brexit» a un punto muerto

Cristina Porteiro
cristina porteiro BRUSELAS / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

OLIVIER HOSLET | Efe

Bruselas rechaza pasar a la segunda fase y admite que la situación es preocupante

13 oct 2017 . Actualizado a las 07:36 h.

Terminó como empezó la quinta ronda de negociaciones del brexit en Bruselas: sin avances. «Estamos en un punto muerto», advirtió ayer con resignación el negociador europeo, Michel Barnier. El francés no quiso insistir en la cantinela de que el «tiempo sigue corriendo». Su homólogo británico, David Davis, se sabe bien la letra. Han pasado 7 meses desde que activaron la palanca de salida de la UE y el equipo de la primera ministra británica, Theresa May, sigue moviéndose en círculos. Les queda un año para dejar todo bien atado y garantizar que el salto fuera de la UE será con paracaídas. «Es extremadamente preocupante», advirtió el galo en rueda de prensa conjunta, con semblante serio. Culpó a Londres de no querer hacerse cargo de sus deudas con la UE. «No pedimos que el Reino Unido haga concesiones. No se trata de eso. Se trata de saldar una cuenta, consecuencia de la grave decisión del país de abandonar la Unión».

Los 27 tienen claro que el Reino Unido deberá abonar las facturas pendientes antes de firmar el divorcio. May reconoce que tendrán que pagar una cantidad por los compromisos adquiridos durante los años que han permanecido como socios, pero se niegan a dar cifras hasta que la UE se siente a hablar de los términos de la futura relación comercial con el bloque europeo. «Hemos sido claros. Eso (la factura) solo podrá llegar después», insistió con terquedad Davis, quien se tomó la licencia de desafiar una vez más a sus socios tomando como rehenes a los ciudadanos: «Para dar certidumbre sobre sus derechos tenemos que hablar del futuro».

Bruselas se niega. Ayer volvió a cerrar las puertas a una segunda fase de negociación por la falta de avances y la obstinación de Davis. Es imposible llegar a ningún acuerdo en torno a las tres prioridades de la UE: los derechos de sus ciudadanos desplazados, la solución para la frontera entre las dos Irlandas y la factura del divorcio. El Gobierno de May insiste en ceñir cualquier acuerdo de salida a la jurisdicción de sus tribunales, nunca a la del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE). Tampoco ha aclarado qué mecanismo pondrá en marcha para facilitar el registro de residentes y se niega a conceder garantías de reubicación familiar o del traslado de los beneficios sociales de trabajadores europeos fuera del Reino Unido una vez que se materialice el brexit.

La tranquilidad del ministro Davis en Bruselas despierta el recelo de muchos. ¿Creen realmente los británicos que la batalla del brexit se libra en la capital comunitaria o solo acuden a la sede de la Comisión Europea para representar un papel? El Gobierno de May lleva más de un año intentando sembrar la discordia entre los 27 apelando a sus intereses enfrentados y sus diferencias, sin éxito. Hasta el momento la UE ha cerrado filas para no dejar que las fisuras acaben pasando factura al bloque. Londres no se rinde. Davis lo volvió a intentar ayer, puenteando a Barnier y lanzando una llamada directa a los líderes europeos, quienes se reunirán la próxima semana en el Consejo Europeo.

«Espero que en la cumbre reconozcan los progresos que hemos hecho y doten a Michel de los medios para explorar formas de seguir adelante», exclamó el británico, quien a la vuelta deberá enfrentarse a la furia de algunas organizaciones ciudadanas y empresariales que empiezan a alzar la voz contra la falta de estrategia y previsión del Gobierno de May, al que acusan de estar jugando a un «póker humano», según la directora de la Confederación de Industrias británicas, Carolyn Fairbairn. Ajena a todo ello, como si estuviera en una burbuja, la primera ministra aseguró ayer que las negociaciones con Bruselas han logrado «buenos avances».