El pasado marzo el PvdA encajó la derrota más amarga de su historia tras pasar de los 38 escaños a solo nueve
12 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.
«Quien exige también tiene obligaciones. No puedo gastarme todo mi dinero en alcohol y mujeres y a continuación pedir ayuda». Esa será la frase con la que el actual presidente del Eurogrupo y ministro de Finanzas holandés, Jeroen Dijsselbloem, pasará a ser recordado entre los vecinos del sur de Europa. El socialdemócrata de 51 años anunció ayer que abandona la política. No lo hizo después de verter ese comentario, acuciado por las voces que pedían su dimisión, sino por el fiasco político que sufrió su partido en las últimas elecciones holandesas.
El pasado 15 de marzo el PvdA encajó la derrota más amarga de su historia. De los 38 escaños que ocupaba en la Tweede Kamer pasó a solo nueve. Su complicidad con las políticas de contención presupuestaria del primer ministro liberal, Mark Rutte, durante la crisis no pasaron desapercibidas para su electorado que huyó despavorido hacia los brazos de otros partidos. Desde los Verdes del GroenLinks a los socialistas del PS y los socioliberales del D66, todos aprovecharon el pinchazo socialdemócrata, una fuerza que ha quedado absolutamente rota y desdibujada en el mapa político holandés, donde ocupa un residual séptimo puesto. El choque fue tan brutal que el partido renunció a formar parte de cualquier coalición de Gobierno.
Dijsselbloem no ha esperado a ver cómo el PvdA se desgaja por dentro y ha decidido abandonar a finales de octubre su escaño tras constatar que su partido se apea del Gabinete Rutte III. El adiós definitivo llegará en enero del 2018 cuando se despida de su cargo al frente del Eurogrupo. «Ha sido una decisión muy difícil», aseguró el holandés, según el diario Volkskrant. Dijsselbloem consiguió su primer escaño en el año 2000. Se convirtió en ministro de Finanzas en el año 2012, bajo la batuta de Rutte. «Estoy orgulloso del trabajo hecho», aseguró antes de admitir que ya no tiene la fuerza necesaria para darle al partido la nueva munición que necesita para levantar cabeza. Su gestión siempre ha sigo elogiada dentro y fuera de su país. Especialmente en Berlín. El ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, siempre ha visto en Dijsselbloem a un aliado fiel con el que poder vencer las resistencias de los países meridionales a ajustarse el cinturón.