Los ultras vislumbran el tercer puesto

Patricia Baelo BERLÍN / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

RONALD WITTEK | EFE

Los sondeos auguran una nueva victoria de Merkel y una debacle socialdemócrata

23 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. Ese parece ser el lema de la campaña para las elecciones generales alemanas del domingo, que cerró ayer marcada por la supremacía de la bancada conservadora de Angela Merkel. Pero, sobre todo, en un ambiente enrarecido debido al previsible acceso de la ultraderecha al Parlamento de Alemania, país que aún no ha cerrado del todo las heridas del nazismo, por primera vez desde 1945.

Nadie duda ya que la líder de la Unión Cristianodemócrata (CDU) y su partido hermano, la Unión Socialcristiana bávara (CSU), logrará un cuarto mandato consecutivo. A dos días de la cita con las urnas, los sondeos la sitúan como clara favorita, con entre el 34 % y el 36 % de intención de voto. Un resultado muy alejado del 41,5 % que la canciller obtuvo en los comicios del 2013, lo que evidencia el descontento hacia su política de acogida de refugiados, fruto del giro a la derecha de la población tras la crisis migratoria.

La mandataria lo sabe, por eso intentó arañar votos ayer desde el land de Baden-Württemberg, uno de los más prósperos del país, al prometer que su decisión de abrir la frontera a los refugiados en septiembre del 2015 no volverá a repetirse, y que bajará los impuestos.

El jefe del Partido Socialdemócrata (SPD) clausuraba la campaña en Berlín tal como la comenzó: con duros ataques a su rival, a la que acusó de querer sumir al país en otros cuatro años de letargo y enfriamiento social. «Lucharé hasta el 24 de septiembre a las 18.00 horas [cuando cierran los colegios elecorales]», declaró al diario Bild Schulz, a quien sin embargo las encuestas auguran una auténtica debacle con entre el 21 % y el 22 %, el peor resultado de su historia.

La única intriga de estos comicios es la lucha por el tercer puesto, que libran La Izquierda, los liberales del FDP, Los Verdes y los ultraderechistas de Alternativa para Alemania (AfD). Un lugar que, según los últimos sondeos, probablemente recaerá, con entre el 11 % y el 13 %, en la formación xenófoba, que tras haber capitalizado el rechazo a la llegada de refugiados, ha conquistado ya 13 de las 16 Legislativos regionales y está decidida a quitarse la espina que se le quedó clavada en el 2013, al quedarse fuera del Parlamento federal por no llegar al 5 % mínimo.

La nueva bestia negra

«Falta una verdadera oposición», defendía ayer Jörg Meuthen, uno de los portavoces de AfD, la nueva bestia negra del tablero político alemán con la que Merkel ha descartado formar coalición.

La dama de hierro tampoco quiere aliarse con los poscomunistas de La Izquierda, que se colocan en cuarta posición, con entre el 9,5 % y el 11 %. Les sigue el FDP, que de la mano de su carismático líder, Christian Lindner, han resucitado y oscilan entre el 9 % y el 9,5 %, después de tener que abandonar el Bundestag hace cuatro años.

Los Verdes, que sufren una grave crisis de identidad, no dejan de perder fuelle y, con entre el 7 % y el 8 %, su única posibilidad de participar en el Ejecutivo es un tripartito junto CDU/CSU y los liberales del FDP. De hecho, esa fórmula y la de la gran coalición de conservadores y socialdemócratas se perfilan como las únicas viables.

Suspenso en medio ambiente y desarrollo digital

«Algunos conducen vehículos eléctricos como mi portavoz. En mi caso es complicado, porque tengo que ir en uno blindado». Así se justifica la canciller alemana por no predicar con el ejemplo en el tema de la electromovilidad, que irrumpió con fuerza en la campaña electoral. Sobre todo desde el escándalo del dieselgate de Volkswagen, que ha revelado la connivencia entre la clase política y un sector que genera 900.000 empleos y representa el 4,5 % del PIB.

Angela Merkel es consciente de que, con sus prácticas fraudulentas, las automotrices han puesto en entredicho el sello made in Germany. Por eso, al igual que hizo con el apagón nuclear tras la catástrofe en la central japonesa de Fukushima, en el 2011, le ha robado uno de los ejes centrales de su discurso a Los Verdes, sumidos en una crisis de identidad, y empezado a incentivar la investigación en métodos de propulsión alternativos. Pero la líder conservadora sabe que los fabricantes son reacios, y que la desaparición de los motores diésel no va a producirse de la noche a la mañana. También su rival, Martin Schulz, pese a haberla acusado de torpedear el que los usuarios puedan presentar demandas colectivas contra los consorcios.

La agenda medioambiental de cara a los comicios incluye la implantación de un límite de velocidad en las autopistas, una propuesta de La Izquierda y Los Verdes que rechazan conservadores y liberales. Además, seis años después del inicio de la transición energética, ecologistas y poscomunistas reclaman el fin del uso del carbón, responsable de casi un tercio de las emisiones contaminantes en el país, frente a la CDU y el SPD que no se pronuncian al respecto. El FDP aboga por eliminar las subvenciones a las energías limpias, y AfD pide abandonar el Acuerdo de París sobre el cambio climático.

Una canciller sin Twitter

Otro aspecto que saca los colores a la locomotora es el decimoséptimo lugar, de un total de 35, que ocupa en el informe de desarrollo digital del centro de estudios Acatech. La propia Merkel ha reconocido que queda mucho trabajo por hacer en este sentido. Sin embargo, va a lograr un cuarto mandato siendo la única líder del G7 que no tiene cuenta de Twitter. La jefa de la CDU se niega a crear un ministerio de Digitalización, como exige el FDP, formación que ha capitalizado con éxito el asunto, y aspira a construir una red de fibra óptica en todo el país.