«Todos nos asustamos mucho. Los niños no paraban de llorar»

Azucena Alfonsín
Azucena Alfonsín VILLAHERMOSA / LA VOZ

INTERNACIONAL

Una periodista de La Voz cuenta en primera persona el seísmo desde Villahermosa, la capital de Tabasco

09 sep 2017 . Actualizado a las 18:11 h.

Todo empezó con una vibración que sacudió ligeramente la habitación. Pero en cuestión de segundos el edificio de apartamentos donde nos hospedábamos comenzó a moverse abruptamente. Y después sobrevino el caos.

El pasado 5 de septiembre me embarqué en el aeropuerto de Alvedro, en A Coruña, para reunirme con mi familia en México, en Villahermosa, la capital del estado de Tabasco, una ciudad de 350.000 habitantes y que es clave para la industria petrolera. Mientras planificaba el anhelado viaje no pude evitar enumerar mentalmente los posibles riesgos vinculados, sobre todo, con la seguridad. Pero la idea de experimentar un terremoto no me cruzó por la cabeza.

Cuando comenzó a temblar estábamos ya metidos en cama, por lo que salimos con lo puesto hacia las escaleras de emergencia para abandonar el edificio. El temor se apoderó de todos los vecinos que bajaron en medio de gritos y confusión. Lo primero que pasó por mi mente es coger a mi hija, de 9 años, y ponerla a salvo. Había gritos, empujones y mucha desesperación. Algunos no miraban hacia atrás mientras intentaban escapar. Solo corrían por encima incluso de los que se caían al suelo y a duras penas podían levantarse.

No fuimos plenamente conscientes de la magnitud del seísmo hasta que llegamos al primer piso y vimos a José, el portero del edificio, dando a los inquilinos las instrucciones de seguridad sujeto a una columna mientras su cuerpo se zarandeaba y sus pies se mojaban con el agua desbordada de la piscina.

Fuera del edificio, la situación no mejoró. El ruido era ensordecedor. Todos nos asustamos mucho. Los niños no paraban de llorar. Las palmeras y postes de luz oscilaban peligrosamente mientras los vecinos intentaban encontrar un lugar donde mantenerse a salvo. Aún no había respuestas a los temores de quienes estábamos ahí, de pie, descalzos y en pijama, esperando a que dejara de temblar. Una hora después, y pese a que nos aseguraban que lo peor ya había pasado, nadie reunía el valor suficiente para tomar la decisión de subir nuevamente al apartamento.

Las réplicas se sucedieron una tras otras durante toda la noche. Conseguimos reunir los pasaportes y algunas prendas de ropa para prepararnos para una nueva evacuación. Mi hija sufrió una crisis de ansiedad y no fue capaz de alejarse de la puerta durante toda la noche. Nadie pudo dormir hasta pasadas las 6 de la mañana, cuando nos aseguraron que el mayor riesgo ya había pasado.

«Dicen que duró un minuto y medio, pero la sensación es que fue más largo»

El marinense José Acosta, con su familia
El marinense José Acosta, con su familia

«Se sintió muy feo y largo. Creo que las autoridades dicen que duró entre un minuto y medio y dos, pero la sensacion es que fue mucho más largo». Así rememora el terremoto José Arosa, un vecino de Marín que trabaja como gerente general en la empresa IC Power y que reside en el distrito federal con su mujer y sus dos hijos.

José se pasó todo el día de ayer conectado al móvil para tranquilizar a sus más allegados, pero no oculta que vivió el seísmo «con mucha angustia por si hubiese más réplicas, que al final las hubo, pero sin la intensidad del terremoto original».

El susto duró casi toda la noche, «aunque Ciudad de México no ha sufrido daños, solo algunos muros caídos y algún daño en instalaciones eléctricas. El servicio feliz se ha restablecido y la cosa ya está normal». Solo un pero pone José: «Las alarmas sísmicas no actuaron en toda la ciudad, solo en algunas zonas».