La semana «horribilis» de Trump

Adriana rey NUEVA YORK / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

KEVIN LAMARQUE | reuters

La reprobación de republicanos, militares y empresarios complica su agenda política

20 ago 2017 . Actualizado a las 10:02 h.

Donald Trump no ha tenido muchas buenas semanas desde su llegada a la Casa Blanca, pero sin duda esta última ha sido la más «horribilis» en sus siete meses de presidencia. Indignación entre los republicanos, ola de dimisiones de sus asesores económicos y desaires de grandes nombres de la cultura. El profundo malestar por sus ambiguas palabras sobre la violencia racista en Charlottesville ha provocado una ola de reprobación como nunca se había visto en la historia moderna de EE.UU. El presidente está solo. La última señal fue el anuncio de que ni él ni la primera dama Melania asistirán en diciembre a la entrega de los premios artísticos más prestigiosos de Washington en el Kennedy Center tras conocer el boicot de algunos de los galardonados.

Aislamiento

Políticos, militares y empresarios. Si su relación con los congresistas ya era delicada, las afirmaciones en las que repartía la culpa de lo ocurrido en Charlottesville a «los dos bandos» y no condenaba el supremacismo blanco sin ambages le han valido la repulsa de numerosos compañeros de partido. Su tibieza ha empeorado considerablemente su relación con el Congreso, especialmente con sus colegas republicanos, a quienes necesita para sacar adelante su agenda política. El presidente solo ha recibido el beneplácito de lo la ultraderecha, en medio de una ola de críticas tanto fuera como dentro del país: desde los expresidentes Barack Obama, George H. Bush y George W. Bush, hasta Angela Merkel, Theresa May o Emmanuel Macron. A la reprimenda política se sumó la de la cúpula militar del Ejército, la Fuerza Aérea, la Armada, la Marina y la Guardia Nacional.

Decenas de empresarios plantaron al presidente en los consejos asesores, así como las grandes tecnológicas de Silicon Valley eliminaron páginas con contenido racista. Los portazos también afectaron a los negocios del imperio Trump, después de que varias organizaciones benéficas cancelasen sus eventos en Mar-a-Lago, su mansión en Florida.

Los últimos en plantarse han sido los miembros de la Comisión Presidencial de Artes y Humanidades, tras dimitir de sus cargos en protesta contra la actitud del presidente.

Simbología confederada

Retirada de estatuas. La brecha racial se ha intensificado durante los últimos días, en los que varios ayuntamientos en Maryland, Florida, Pensilvania o Carolina del Norte han retirado estatuas del general confederado Robert E. Lee. La permanencia de sus efigies es el principal motivo de división entre la población de un país, en el que unos defienden la herencia histórica de los estados del sur y otros perciben su causa como una resistencia a la igualdad de razas.

La purga sigue

«You're fired». La crisis política se cobró finalmente la cabeza del jefe de estrategia, Steve Bannon, que contribuyó a atraer el voto ultraderechista y conservador. Bannon afirmó ayer que continuará luchando con vehemencia a favor del presidente: «Me voy a la guerra por Trump». Mientras cumpla su palabra esa base de votantes no correrá peligro, sin embargo, muchos temen que con su vuelta a Breitbart News, Bannon emprenda una campaña contra sus antiguos colegas del ala oeste que pueda afectar gravemente al mandatario. «La presidencia por la que luchamos, y ganamos, ha terminado», declaró Bannon en una entrevista con la revista conservadora The Weekly Standard.

Desde que es presidente trece veces ha repetido Trump su famoso You’re fired (estás despedido) que pronuncia al final de cada programa de The Apprentice. Ningún Gobierno estadounidense tuvo tantos cambios en tan poco tiempo como las ejecutadas en estos siete meses de la era Trump.

Agenda de Gobierno

Frustración. Las polémicas trumpianas han generado una intensa incertidumbre sobre si Donald Trump es o no capaz de dirigir con eficacia todas las tareas de Gobierno que se avecinan. El presidente y el Partido Republicano necesitan una victoria legislativa antes de las elecciones del 2018.

El riesgo es evidente ya que los conservadores saben que el presidente no guarda ninguna lealtad al partido y aunque la presión por cumplir sus promesas también aprieta al neoyorquino, es evidente que su falta de cintura política le puede sobre su responsabilidad como presidente.

El mes de septiembre no se presenta fácil en Washington, donde los republicanos deberán abordar las negociaciones presupuestarias y un estancamiento en el techo de deuda. A ello hay que sumar todos los obstáculos legislativos que ha enfrentado la derogación del Obamacare, por la propia división interna.

La renegociación del acuerdo de libre comercio con México, otra prueba para el presidente

S. Banderas

Donald Trump entró en la Casa Blanca agitando la bandera del proteccionismo y atacando a México por todos los flancos, también por el comercial. «Es una autopista de una sola vía hacia México», dijo sobre el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN o Nafta, por sus siglas en inglés), responsabilizando al acuerdo y al vecino del sur de muchos de los males económicos de su país.

La renegociación del tratado, cuya primera ronda finaliza hoy en Washington, es su medida estrella en materia comercial, pero también un instrumento de política interna. Conjugar ambas cosas implica un riesgo. Agricultores, ganaderos, distribuidores y el sector del automóvil, le han advertido de los peligros de alterar un tratado que ha sido beneficioso para ellos. «Trump necesita una victoria política para sus bases, y esa podría ser el Nafta», indica Michael Shifter, presidente del Diálogo Interamericano, uno de los centros de pensamiento de Washington.

Hasta el momento, el presidente no ha logrado ninguna victoria legislativa. Y su empeño en derogar el Obamacare se ha convertido en un bumerán político con los repetidos fracasos. «La renegociación del tratado es importante para la agenda doméstica de la Administración en la medida de que forma parte de la política nacionalista de compra estadounidense?», apunta Monica de Bolle, del think tank Peterson Institute for International Economics.

El «American first»

La modificación del TLCAN es la traslación al ámbito comercial del America first. Trump quiere sobre todo reducir el déficit comercial con México, que alcanzó los 64.000 millones de dólares en el 2016, y una mayor producción de manufacturas, reduciendo las que entran a la zona desde China. «Trump se enfrenta a una ardua tarea: renegociar el acuerdo para demostrar que está cumpliendo su retórica de campaña contra el libre comercio, pero a la vez, no poner en riesgo la relación económica con México y alienar a la comunidad empresarial que se vería afectada por una reforma radical», indica Shifter.

No es el único riesgo que afronta el mandatario. El tratado final tiene que ser aprobado por el Congreso de EE.UU. y, como ya se ha visto en otros asuntos, Trump no solo corre el riesgo de tener a los demócratas en contra, sino también a parte de los republicanos.