La renegociación del acuerdo de libre comercio con México, otra prueba para el presidente

S. Banderas WASHIGNTON / DPA

INTERNACIONAL

20 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Donald Trump entró en la Casa Blanca agitando la bandera del proteccionismo y atacando a México por todos los flancos, también por el comercial. «Es una autopista de una sola vía hacia México», dijo sobre el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN o Nafta, por sus siglas en inglés), responsabilizando al acuerdo y al vecino del sur de muchos de los males económicos de su país.

La renegociación del tratado, cuya primera ronda finaliza hoy en Washington, es su medida estrella en materia comercial, pero también un instrumento de política interna. Conjugar ambas cosas implica un riesgo. Agricultores, ganaderos, distribuidores y el sector del automóvil, le han advertido de los peligros de alterar un tratado que ha sido beneficioso para ellos. «Trump necesita una victoria política para sus bases, y esa podría ser el Nafta», indica Michael Shifter, presidente del Diálogo Interamericano, uno de los centros de pensamiento de Washington.

Hasta el momento, el presidente no ha logrado ninguna victoria legislativa. Y su empeño en derogar el Obamacare se ha convertido en un bumerán político con los repetidos fracasos. «La renegociación del tratado es importante para la agenda doméstica de la Administración en la medida de que forma parte de la política nacionalista de compra estadounidense?», apunta Monica de Bolle, del think tank Peterson Institute for International Economics.

El «American first»

La modificación del TLCAN es la traslación al ámbito comercial del America first. Trump quiere sobre todo reducir el déficit comercial con México, que alcanzó los 64.000 millones de dólares en el 2016, y una mayor producción de manufacturas, reduciendo las que entran a la zona desde China. «Trump se enfrenta a una ardua tarea: renegociar el acuerdo para demostrar que está cumpliendo su retórica de campaña contra el libre comercio, pero a la vez, no poner en riesgo la relación económica con México y alienar a la comunidad empresarial que se vería afectada por una reforma radical», indica Shifter.

No es el único riesgo que afronta el mandatario. El tratado final tiene que ser aprobado por el Congreso de EE.UU. y, como ya se ha visto en otros asuntos, Trump no solo corre el riesgo de tener a los demócratas en contra, sino también a parte de los republicanos.