Los republicanos amenazan el plan sanitario de Trump

adriana rey NUEVA YORK / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

SCOTT MORGAN | reuters

Cuatro senadores del ala más conservadora anuncian que votarán en contra, lo que supondría una nueva derrota parlamentaria

23 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La división interna en el Partido Republicano ha vuelto a torpedear una de las grandes promesas de campaña de Trump. Pocas horas después de presentar su proyecto de ley sanitaria en el Senado, los senadores de la rama más conservadora, Rand Paul, Ted Cruz, Ron Johnson y Mike Lee, anunciaron que votarían en contra de la legislación tal y como está escrita. «En verdad, continúa la espiral de muerte del Obamacare», justificó Paul.

El plan de 142 páginas elimina la gran mayoría de impuestos y mandatos de la ley sanitaria del expresidente, además de recortar un programa para los pobres, algo aplaudido en el ala más derechista. Sin embargo, el problema ha sido la eliminación de las exenciones de la ley de la Cámara de Representantes, que permiten a los estados autorizar a las aseguradoras a que aumenten las primas a algunas personas con enfermedades preexistentes.

A la espera de futuras negociaciones, los intentos del líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnel, por acallar las críticas de conservadores y moderados han caído en saco roto. De cara a la votación de la semana que viene y con la oposición de todos los senadores demócratas, los cálculos solo permiten dos votos republicanos en contra y con Paul, Lee, Cruz y Johnson, el descalabro es evidente.

El desmantelamiento del Obamacare podría volver a estancarse como ya ocurrió inicialmente en la Cámara de Representantes, lo que supondría un nuevo fracaso para el partido que lleva siete años intentado derogar la ley sanitaria del expresidente Obama.

«No hice grabaciones»

Quizás por todo el ruido generado, Trump prefirió quitar protagonismo al plan de la Cámara Alta para anunciar que no tenía «ni idea» de si había cintas o grabaciones de sus conversaciones con James Comey. «Yo no hice y no tengo ningún tipo de grabaciones», dijo en Twitter, poniendo punto y final a cuarenta días de espera.

Fue él mismo quien el pasado 12 de mayo, tres días después del despido del exdirector del FBI, sugirió que podría haber grabaciones de su encuentro en la Casa Blanca. «Lordy, I hope there are tapes» (Señor, espero que haya grabaciones), respondió Comey durante una explosiva audiencia ante el Comité de Inteligencia del Senado. Fue entonces, después de que el exdirector del Buró confesase que se sintió presionado por el republicano, cuando comenzó a repetirse una de las preguntas clave del entramado del Rusiagate: ¿Cometió el presidente de EE.UU. un delito de obstrucción a la justicia? El interrogante es hoy protagonista de la investigación que dirige el fiscal especial, Robert Mueller, quien estaría cada vez más cerca de poder contestarlo. En este sentido, las cosas no pintarían nada bien para el presidente ya que varios jefes de Inteligencia admitieron a Mueller que el mandatario les pidió que públicamente negaran cualquier colusión entre la campaña republicana y Rusia.

De demostrarse algún vínculo, las posibilidades de que Trump pudiera salir indemne del caso son prácticamente nulas, a pesar de que su entorno insista en vender la trama como «una cacería de brujas» o una «venganza personal» de Mueller contra Trump, tal y como aseguró el republicano y fiel apoyo del neoyorquino Newt Gingrich. En la misma línea se mantuvo ayer la Casa Blanca en una rueda de prensa que escandalizó a los medios de comunicación. El encuentro no solo fue off camera (sin cámaras), sino que además se embargó el audio hasta que Sarah Sanders, número dos del portavoz, Sean Spicer, terminó su comparecencia.

Un muro fronterizo de paneles solares «para que México pague menos por él»

Cinco meses después de jurar su cargo, Donald Trump continúa recurriendo a eventos fuera de Washington para acercarse a sus bases y reforzar su ego, intensamente golpeado en las últimas semanas. La noche del pasado miércoles, su particular show se celebró en Cedar Rapids, Iowa, y allí Trump volvió a demostrar que su vanidad es su mayor perdición. «Estamos pensando en construir el muro con paneles solares, que produzca energía y se pague solo», dijo ante miles de personas coreando el famoso build the wall (construye el muro). Con esta nueva ocurrencia, el neoyorquino trató de mantener su compromiso de blindar la frontera con México presentándola además, como algo beneficioso para su vecino del sur porque «tendrá que pagar mucho menos». «Bastante imaginativo ¿verdad? Ha sido idea mía», aseveró arrogante el presidente, tras apropiarse de un proyecto que en realidad tiene un año de antigüedad y fue desarrollado por Gleason Partners.

La propuesta que Trump vendió como propia vino acompañada de una habitual retórica antiinmigrante que horas más tarde recibiría un nuevo varapalo judicial. Ayer, el Tribunal Supremo limitó la capacidad del Ejecutivo para arrebatar la ciudadanía estadounidense a inmigrantes que mintieron durante el proceso de naturalización. Otro varapalo.

No a los pobres en su equipo

La del miércoles fue la primera visita a Iowa desde que el neoyorquino ganó las elecciones. Como si de un mitin de campaña presidencial se tratase, Trump arrancó los aplausos de sus seguidores durante casi una hora. «Todo lo que hacemos es ganar, ganar y ganar», dijo en alusión a la última victoria republicana en el distrito sexto de Georgia.

Su discurso también incluyó ataques a la prensa, saludos al congresista Steve Scalice -que sigue ingresado tras resultar herido en un tiroteo contra republicanos, la semana pasada-, múltiples referencias al «pantano» de Washington y una confesión: no quiere a personas pobres en su gobierno. Prefiere a los ricos porque «ese es el tipo de mentalidad que queremos. Ellos no quieren el dinero».

Multimillonario y dueño de un imperio inmobiliario, el presidente Trump volvió a alardear así de la solvencia económica de algunos de los miembros de su gabinete, considerado como el más rico en la historia de EE.UU. «Alguien me dijo '¿Por qué pusiste a una persona tan rica al frente de la economía?' No, de verdad...», dijo sarcástico el republicano en referencia a Wilbur Ross, secretario de Comercio y a quien definió como «un legendario genio de Wall Street». Trump también mencionó a Gary Cohn, director del Consejo Nacional Económico de la Casa Blanca: «Presidente de Goldman Sachs. Inteligente», presumió obviando la intensa batalla verbal que libró contra Wall Street en campaña. «Yo quiero a todas las personas, ricos y pobres, pero en estas posiciones no quiero a un pobre», zanjó.