James Comey: «Trump mintió y difamó»

Adriana Rey NUEVA YORK / CORRESPONSAL

INTERNACIONAL

Atlas TV

El exdirector del FBI afirma que el presidente le «ordenó» que no se investigara la trama rusa

09 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Sin mostrar ni una emoción en su rostro, sin arrugas en la frente o sonrisas que pudiesen delatar su estado de ánimo, el exdirector del FBI, James Comey, entró en la sala del Capitolio. Consciente de que su comparecencia era determinante para establecer si Donald Trump maniobró o no para cerrar la investigación del Rusiagate que él había liderado hasta ser despedido, el exfuncionario arrancó sin tapujos su declaración: «La Administración Trump optó por difamarme diciendo que en el FBI reinaba el desorden. Eso es mentira, simple y llanamente», dijo en un primer titular incendiario.

Fue la primera vez que Comey se refirió a las explicaciones que dio Trump sobre su cese; le dijo que su continuidad debilitaba al FBI porque el personal había perdido la confianza en su liderazgo. «Me destituyó porque había algo en la investigación rusa que le irritaba», contraatacó Comey frente a los 15 miembros del Comité de Inteligencia del Senado y tras revelar que después de su cese, autorizó a Daniel Richman, amigo suyo y profesor de Derecho en Columbia, a filtrar a la prensa el contenido del memorando en el que detallaba sus conversaciones con Trump.

Ayer, las preguntas giraron en torno a ese documento, resumido en una declaración de siete páginas que Comey entregó al comité antes de su audiencia. En él, el exfuncionario de 57 años habla de reuniones siempre solicitadas por Trump, que le «preocuparon y confundieron» y en las que el presidente le pidió «lealtad» y que «dejara pasar» la investigación de su exasesor de Seguridad Nacional, Michael Flynn, destituido por mentir sobre sus encuentros con el funcionariado ruso. Este último es uno de los puntos sobre los que se sustenta una posible acusación de obstrucción a la Justicia contra el presidente de EE. UU. «I hope you can let this go» (espero que puedas dejarlo pasar), le dijo Trump a Comey durante una reunión el 14 de febrero en el despacho oval. Ese «hope» (espero) es legalmente confuso, de ahí que haya diferentes interpretaciones sobre si la petición supone o no obstrucción a la Justicia, cuando esta figura es entendida por la ley como «cualquier hecho que de forma corrupta influya o trate de influir en la debida administración de la justicia» y que podría conducir a un juicio político o impeachment.

Comey interpretó las palabras de Trump como una orden, porque -dijo- es el presidente de Estados Unidos; las describió como «algo muy perturbador», pero rechazó calificarlas de obstrucción a la Justicia, aunque sí construyó su testimonio para implicarlo. «No me toca a mí determinarlo», dijo, pasando la patata caliente al fiscal especial nombrado para investigar la trama rusa, Robert Mueller, de quien realmente depende la supervivencia de la Administración Trump.

¿Por qué Comey no hizo nada cuando Trump lanzó la orden de parar la investigación sobre Flynn? Esta es una de las partes más confusas y en las que más incidieron ayer los senadores republicanos. Según Comey, porque «estaba sorprendido, sin más. No sé si me hubiera atrevido a decirle al presidente: señor, eso está mal». El exdirector del FBI contó a sus colegas lo que había ocurrido y todos se quedaron en shock: «Nunca habíamos visto algo así», declaró Comey, quien además reveló que Trump nunca se interesó por ninguna investigación del FBI, solo por el Rusiagate.

Comey explicó que había documentado todos sus encuentros con el presidente porque «sentí miedo de que Trump mintiera». «Mi impresión fue que algo gordo estaba a punto de pasar», añadió, tras confirmar que lo «inadecuado» del comportamiento del presidente le llevó a rogar al fiscal general Jeff Sessions que no le dejase de nuevo a solas con el presidente.

Tras dos horas y 40 minutos de comparecencia, una cosa quedó clara, y es que, a pesar de la gravedad de las revelaciones, sin pruebas, siguen siendo la palabra de Comey contra la de Trump.

Ahora es el turno de Mueller, que debe averiguar si hubo obstrucción a la Justicia además de continuar con la investigación sobre la injerencia rusa y los posibles lazos entre el entorno de Trump y el Kremlin. Gente muy cercana al presidente está en el foco de las pesquisas. Hasta el 9 de mayo (día en el que Comey cesó), Trump no estaba siendo investigado por el FBI, pero lo que no se sabe es si, desde entonces, el presidente ha pasado a ser objeto de una investigación en un proceso del que Comey aventuró que «no estamos cerca de su final, de ninguna manera».

El presidente se defiende: «Estamos bajo asedio»

Para sorpresa de muchos, Donald Trump no tuiteó durante la comparecencia de Comey. Fue su abogado personal, Mark Kasowitz, quien puso voz a la versión del presidente hasta que este, en un acto con una asociación evangélica conservadora, se defendió: «Estamos bajo asedio», aseguró, «pero saldremos de esta más grandes, mejores y más fuertes que nunca». Esa fue su única mención al asunto del día ante un público entusiasta que aplaudió su decisión de abandonar el acuerdo de París sobre el clima.

Mientras, su abogado negaba que Trump hubiera pedido lealtad a Comey o que le hubiese sugerido que no investigara a Flynn. «Nunca lo presionó para hacer nada de eso», zanjó el letrado minutos después de que la Casa Blanca asegurase en una nota que Trump «no es un mentiroso».

Según Kasowitz, Trump se siente «reivindicado» porque el exdirector del FBI dijo, por fin, que no estaba siendo investigado (lo que distancia al presidente del Rusiagate). Acusó además a Comey de «revelaciones no autorizadas», tras su confesión de que filtró documentación a los medios para propiciar el nombramiento de un fiscal especial. 

El primogénito, a la carga

El silencio de Trump en Twitter contrastó con la actividad de su hijo Donald Jr.: «Esperar y decir son dos cosas muy diferentes; uno pensaría que un tipo como Comey sabría eso», publicó en referencia al comentario de Trump sobre que «esperaba» que dejase pasar la investigación sobre Flynn. Además, retuiteó un mensaje del republicano Richard Grenell, en el que cargaba contra la filtración de Comey: «Acaba ahora mismo de destruir las fuentes anónimas en The New York Times y The Washington Post».

Los amigos y consejeros del presidente se mantuvieron firmes en su convicción de que no ha hecho nada malo y de que «el teatro circundante» ha sido una caza de brujas de la que Trump debe defenderse tan agresivamente como quiera. Para el republicano Paul Ryan, presidente de la Cámara de Representantes, todo es un fallo de novato. En una rueda de prensa, Ryan aseguró que «el presidente es nuevo en el Gobierno, así que probablemente no fue informado de los duraderos protocolos para las relaciones entre el Departamento de Justicia, el FBI y la Casa Blanca».

Para muchos otros, la Administración Trump vivió ayer un día crucial. La historia de EE.UU. ya ha demostrado cómo la mentira, y no tanto el delito, puede acabar con un jefe de Estado.