La sombra del racismo sigue acechando

Adriana Rey NUEVA YORK

INTERNACIONAL

JONATHAN BACHMAN | Reuters

Supremacistas blancos se oponen a la retirada de símbolos confederados

29 may 2017 . Actualizado a las 07:11 h.

Hoy se celebra en Estados Unidos el conocido como Memorial Day, o, lo que es lo mismo, el día en el que los estadounidenses recuerdan a sus caídos en combate. La cifra supera actualmente el millón de soldados, de los cuales casi 500.000 perdieron la vida durante la Guerra Civil, la contienda con más muertos de toda la historia del país. Sucedió entre 1861 y 1865, hace más de 150 años; sin embargo, la grieta que se produjo entonces entre los estados del norte (la Unión) y los estados secesionistas del sur (Estados Confederados de América) sigue todavía abierta por los símbolos resultantes de aquel período. Uno de los más polémicos es la bandera confederada, aquella que entre barras y estrellas representa a los estados que estaban en contra de la abolición de la esclavitud.

Hoy, la enseña es para muchos símbolo de racismo; el director de cine Quentin Tarantino dijo una vez que era «como la esvástica» de EE. UU. Otros, en cambio, creen que la bandera confederada es simplemente parte de un legado honorable.

Los acalorados debates sobre si mantener o no dicha simbología alcanzaron su punto álgido en el 2015 tras la matanza racista de nueve personas negras en una iglesia de Charleston, Carolina del Sur. El asesino, Dylan Roof, era un supremacista blanco que frecuentemente posaba orgulloso junto a la polémica bandera. Fue entonces cuando las más altas instancias del país se dieron cuenta de que no podían seguir siendo cómplices del homenaje a la barbarie.

En este contexto se enmarca la retirada del último monumento de la Confederación en Nueva Orleans (Luisiana), hace escasas dos semanas. Fue la estatua de Robert E. Lee, el general que lideró las tropas de los estados del Sur durante la Guerra Civil y levantada como símbolo de la causa perdida del movimiento.

La vestimenta de los trabajadores encargados de desmontar el polémico monumento dio buena muestra de la tensión que se respira en esta ciudad al borde del río Misisipi: chalecos antibalas y rostros cubiertos con gorros y gafas de sol para evitar ser identificados. «¡Nunca pensé que llegaría este día!», gritó emocionada una de las vecinas.

Su entusiasmo contrastó con las manifestaciones que se registraron días antes en Charlottesville (Virginia) y lideradas por Richard Spencer: «Es un ataque a toda la gente blanca», dijo Spencer sobre la retirada de los símbolos confederados. Antorcha en mano, el padre del concepto Alt-right (extrema derecha) en EE. UU., volvió a alzar la voz después de meses de protagonismo durante la campaña electoral, cuando las soflamas antiinmigración del entonces candidato republicano y ahora presidente de Estados Unidos le sirvieron para justificar su argumentario racista. No hay más que recordar cómo Spencer celebró la victoria de Donald Trump: «Heil Trump. Heil el pueblo. Heil la victoria», dijo el hombre definido por muchos como heredero del Ku-Klux Klan.

Así, los últimos episodios relacionados con los símbolos confederados no son más que una muestra de cómo las diferencias raciales son todavía un grave problema en Estados Unidos y especialmente en la zona sur, donde territorios como Misisipi siguen ostentando el primer lugar del lamentable ránking de los estados más racistas del país.