Se busca mujer palestina, soltera y con título universitario para matrimonio

RAMY WURGAFT ASHIMALÍA (PALESTINA) / E. LA VOZ

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RAMY WURGAFT

Si antes la mujer que estudiaba una carrera se quedaba para vestir santos, hoy la situación es a la inversa

17 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Alguien golpea suavemente a la puerta y al abrir aparecen dos muchachas vestidas a la usanza de las musulmanas religiosas. Detrás asoman las casas de piedra y las colinas cubiertas de olivares de Asira Ashimalía, un pueblo al norte de Palestina. Las jóvenes R’ane y Sanah tienen 20 años. Están en la edad en que sus madres y abuelas ya habían dado luz y atendían a varios retoños. Pero ellas no se apresuran en contraer matrimonio. «Mi principal objetivo es terminar la carrera. Me falta menos de un año. Luego quisiera conseguir un trabajo para ganar experiencia y luego pensaría en casarme», dice R’ane, estudiante de Administración de Hospitales de la Universidad de A Naj’ah. Luego sonríe tímidamente y baja la vista como si hubiera cometido un delito por decir lo que piensa. Sanah, que la ha estado observando, la regaña amistosamente: «Vamos, no te acobardes. El Corán no dice en ninguna parte que la mujer deba ser ignorante ni establece a qué edad se debe casar».

Sanah estudia Literatura Inglesa en la Universidad Abierta de Al Quds y se expresa con fluidez en ese idioma. «Lo que hacemos no va en contra de la religión ni de nuestras tradiciones. Si me siento realizada en mi profesión (como maestra de inglés) seguro que haré más feliz a mi futuro marido y a mis hijos», afirma.

La sociedad palestina ha experimentado un gran avance en cuanto al estatus de la mujer, especialmente en la educación y en el terreno laboral. Hace unos años, las que estudiaban una profesión y se atrevían a ejercerla -aún con el consentimiento de sus padres-, de inmediato recibían el apodo de libertinas. Magda, nuestra anfitriona, relata el caso de una profesora de Biología a quien sus vecinos le hicieron la vida imposible por enseñar dicha asignatura en un colegio de varones, hasta el punto de forzarla a abandonar el pueblo y emigrar. «Imagínese el disgusto de los oscurantistas, de los que hacían circular comentarios maliciosos acerca de su relación con algunos de los alumnos, al enterarse de que la desterrada ha llegado a ocupar un alto cargo en un centro de investigación de Canadá y que está felizmente casada», dice Magda, con la vista perdida en el ondulado paisaje que se observa desde la ventana.

Si antes la mujer que estudiaba una carrera se quedaba para vestir santos, hoy la situación es a la inversa. «Hasta los más tercos se han dado cuenta de que en los tiempos que corren se hace imposible mantener una familia únicamente con el sueldo del varón. Y que no es indigno compartir el cuidado de los niños y las tareas domésticas para que la esposa también pueda trabajar. De ahí que las muchachas con diploma sean tan solicitadas», afirma Samira, tía de Sanah. «Claro que tengo pretendientes», se sonroja R’ane. «Es grato saber que los hombres han aprendido a valorar nuestra condición de seres pensantes, lo cual no implica faltarles el respeto como absurdamente se pensaba antes», concluye la joven estudiante.

De acuerdo con la Oficina Central Palestina de Estadísticas (PCBS por sus siglas en inglés) el 49 % de quienes cursan estudios superiores son mujeres y la tendencia va en aumento.