Trump abre una crisis con Rusia tras el ataque aéreo a una base en Siria

Rosa Paíno
Rosa Paíno REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

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Lanza al mundo el mensaje de que no dudará en actuar militarmente donde la diplomacia y la ONU no funcionen

08 abr 2017 . Actualizado a las 13:46 h.

Giro radical e imprevisible de Estados Unidos en seis años de guerra en Siria. 77 días después de su llegada a la Casa Blanca, Donald Trump dio un golpe en la mesa y ordenó ayer la primera acción militar estadounidense contra el régimen de Bachar al Asad, en represalia por la muerte tres días antes de 86 civiles en un ataque químico en Jan Sheijún. Una operación quirúrgica y unilateral, ya que no contó ni con el Congreso de EE.UU. ni con la ONU. Y con la que deja un mensaje a navegantes (léase Corea del Norte o Irán): como comandante en jefe no le temblará el pulso en apretar el botón rojo como a su tibio antecesor, Barack Obama.

El respaldo fue unánime tanto en casa como en las capitales aliadas. En cuanto a Rusia, Trump abre una crisis, pero calla la boca a aquellos que le reprochan su excesiva cercanía a Vladimir Putin. Tras reunir de urgencia a su gabinete de seguridad, el presidente ruso no ahorró en palabras duras. Consideró que el bombardeo es una «agresión contra un Estado soberano», bajo «pretextos inventados», y que causa un «prejuicio considerable a las relaciones» entre ambos países. El jefe de la diplomacia, Serguéi Lavrov, llegó a comparar el ataque con la invasión de Irak en el 2013.

Como represalia, el Kremlin ordenó a la fragata Admiral Grigorovich, de la flota del mar Negro, poner rumbo a la base siria de Tartús y el refuerzo de las defensas antiaéreas del Ejército sirio «para proteger infraestructuras esenciales» en el futuro, según el portavoz del Ministerio de Defensa, Igor Konashenkov.

Previamente, Moscú suspendió la línea de comunicación directa con EE.UU., acordada en otoño del 2015 para evitar incidentes entre sus aviones en Siria. La Casa Blanca aseguró que ese canal sigue abierto, pero Rusia insistía en que estaba cerrado. A través de esa línea de comunicación, el Pentágono avisó unas dos horas antes de la inminencia de los bombardeos, para evitar víctimas entre los militares rusos que podían encontrarse allí. El ataque «no tenía por objetivo a las personas», explicó el capitán Jeff Davis, portavoz del Pentágono.

Hacia las 3.40 hora local (una menos en España) los destructores USS Ross y USS Perot, situados frente a la costa de Israel lanzaron 59 misiles de crucero Tomahawk contra la base aérea de Al Shayrat, situada en la provincia central de Homs, y de la que, según los servicios de inteligencia, despegaron los aviones que lanzaron el ataque químico contra Jan Sheijún. Esa base ya estuvo en la lista de centro de armas químicas en el 2013 antes del desmantelamiento supervisado por la OPAQ.

Las pistas, a salvo

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Los Tomahawk apuntaron y destruyeron hangares, tanques de almacenamiento de petróleo, municiones, defensas antiaéreas y radares. Pero la pista misma no fue atacada, aclaró el capitán Davis. Ayer por la tarde, dos cazas despegaron de la base para llevar a cabo bombardeos en las proximidades, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH). El general McMaster, consejero de Seguridad Nacional de Trump, apuntó además que se había evitado atacar el lugar «donde pensamos que se almacena el gas sarín». El general ruso Konashenkov redujo el nivel de eficacia de los misiles americanos: solo 23 de los 59 misiles alcanzaron sus objetivos.

En cuanto a las víctimas, la agencia oficial siria Sana y el Ejército informaron de siete soldados muertos y nueve civiles, entre ellos cuatro niños, de tres aldeas cercanas a la base.

El gran interrogante es por qué las baterías de defensa antiaérea S-300 y S-400, capaces según Moscú de responder a cualquier ataque aéreo, permanecieron en silencio cuando los Tomahawk cayeron sobre Al Shayrat. Algunos analistas rusos sostienen que Washington ha sugerido a Moscú que lo mejor es que «se dirija a la puerta de salida de Siria sin pérdida de tiempo». Otros en cambios consideran que el ataque no va a trastornar demasiado las relaciones, ya que Moscú mantiene la visita del secretario de Estado, Rex Tillerson. Sin embargo, la tensión fue clara en la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU solicitada de urgencia por Moscú. Estados Unidos avisó de que está dispuesto a ir más allá en Siria, Rusia le acusó de violar la ley internacional con su acción, que «solo puede facilitar el fortalecimiento del extremismo», según el embajador Vladimir Safronkov.

Una decisión en tres días

El cambio de política de Trump en Siria comenzó a fraguarse horas después del ataque químico. Todo bajo la supervisión del general McMaster, el secretario de Defensa, Jim Mattis, y el jefe del Estado Mayor, general Joseph Dunford, según fuentes oficiales contactadas por Reuters.

Tras recibir pruebas de sus asesores de inteligencia de que Damasco estaba detrás, Trump pidió una lista de opciones para castigar a Al Asad: sanciones, presión diplomática y un plan militar para golpear a Siria. El miércoles, después de que sus asesores militares le señalaran la base desde la que partió el ataque químico, Trump se centró en los planes militares, a los que, según un responsable citado por Reuters, «solo había que quitarles un poco el polvo y adaptarlos al actual objetivo». El jueves, el Estado Mayor de la Defensa se reunió en el Pentágono para ultimar el plan, mientras Trump se dirigía a Mar-e-Lago para reunirse con el presidente chino, Xi Jinping. Antes de la cena, firmó su autorización.

Trump justificó el ataque invocando los intereses nacionales estadounidenses y pidió a las «naciones civilizadas» que se unan a su país. Los activistas sirios le agradecieron el ataque refiriéndose a él como Abu Ivanka, el padre de Ivanka, una costumbre árabe para referirse de forma respetuosa a los padres nombrando al mayor de sus hijos.