Siria entra en su séptimo año de guerra con Al Asad cantando victoria

Rosa Paíno
Rosa Paíno REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

Jorge Fuentelsaz | Efe

Cerca de 60 muertos en un atentado en Damasco contra peregrinos chiíes iraquíes

12 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Bachar al Asad está pletórico. Antes de la intervención rusa, en septiembre del 2015, tenía los días contados, pero, a punto de que la guerra siria entre en su séptimo año, canta victoria. Todo gracias a la inestimable ayuda de Vladimir Putin, sin olvidar la del régimen iraní y Hezbolá. Occidente, mientras, mira hacia otro lado. Europa ve al presidente sirio como un mal menor, más preocupada en poner fin a la amenaza yihadista y al flujo migratorio. El último en añadirse al club ha sido Turquía -alejado de la UE y centrado en reforzar su relación con Rusia-, pese a que su prioridad era hasta hace muy poco la caída de Al Asad.

El miércoles se cumplen seis años del levantamiento popular que derivó en una guerra civil que con el tiempo se convirtió en campo minado de grupos terroristas y teatro del pulso entre las potencias regionales e internacionales. El balance no puede ser más trágico: un país devastado, casi 500.000 muertos, 6,6 millones de desplazados internos y 4,8 millones de refugiados.

La victoria en Alepo, la madre de todas las batallas, marcó el sexto año de guerra y el impulso definitivo. Envalentonado, Bachar al Asad desdeñaba ayer en una entrevista al canal chino Phoenix las negociaciones de paz en Ginebra impulsadas por la ONU e insistía en que no abandonará el poder a menos que los sirios voten contra el actual sistema político en un referendo. Tuvo incluso tiempo para felicitar irónicamente a los cascos blancos, los voluntarios que han sacado a cientos sirios de los edificios bombardeados, por el precio concedido por la Academia de Hollywood al documental sobre su labor en Siria. «¡Al Nusra tiene su primer Óscar!», dijo. 

Raqa, la próxima batalla

Al Asad apuntó que su próximo objetivo es conquistar Raqa, la capital del califato autoproclamado por el Estado Islámico. El bastión yihadista está rodeado por las tropas turcas y sus aliados rebeldes sirios, las fuerzas leales a Damasco apoyadas por Rusia y una alianza kurdo-árabe respaldada por Estados Unidos.

El asalto final es cuestión de semanas y todas las partes toman posiciones. La Administración Trump ha apostado por elevar su papel militar en esta guerra con el envío de 400 marines para reforzar a los 500 soldados que estaban desplegados en la zona por orden de Barack Obama. Al Asad tachó a esas tropas de invasoras, pero no descarta un acercamiento a Donald Trump.

Ante la inminente batalla, unas 300 familias de líderes del Estado Islámico han huido de la ciudad desde el viernes por un resquicio sin control en el flanco sur controlado por los kurdos, según los informantes del Observatorio Sirio de los Derechos Humanos (OSDH). El grupo dejó la ciudad atravesando en botes el río Éufrates y después tomó camino hacia zonas rurales controladas por el califato en las provincias de Deir al Zur y Hama. 

Doble atentado

La capital siria se ha mantenido al margen de los combates que han dejado en ruinas otras importantes ciudades del país, como Alepo. Pero no se ha librado de atentados. Ayer la sangre volvió a correr en el casco antiguo de Damasco. Un brutal atentado dejó 59 muertos y un centenar de heridos, en su mayoría peregrinos chiíes iraquíes. «Hubo una bomba y un suicida se hizo estallar en el sector de Bab al Saghir», donde se hallan muchos mausoleos chiíes, informó a la AFP Rami Abdel Rahman, director del OSDH. Ayer nadie reivindicó su autoría, aunque todo apunta a Al Qaida o el Estado Islámico.

Mientras, Rusia comienza a cobrarse su ayuda a Al Asad. Ayer anunció que ha comenzado la construcción de su base naval en el puerto de Tartus, su única plaza militar en el Mediterráneo, informa Efe. Tartus estará bajo su control durante los próximos 49 años, en virtud del convenio firmado en enero con Damasco.

Una fosa en Mosul con 500 cadáveres

Una milicia chií aliada del Gobierno de Irak anunció ayer el hallazgo de una fosa común con unos 500 cadáveres en la cárcel de Badush, situada a 25 kilómetros al noroeste de Mosul. Los cuerpos pertenecen a civiles que habían sido encarcelados y ejecutados en esa prisión por el Estado Islámico. Las unidades paramilitares iraquíes consiguieron arrebatar a la milicia terrorista hace pocos días la ciudad de Badush. Los presos fueron ejecutados hace más de dos años y medio y eran, en su mayoría, musulmanes de credo chií. Ya en un informe del 2015, la ONU informó del asesinato de unos 600 hombres cuando el grupo yihadista se apoderó de la cárcel en junio del 2014, tras los relatos de supervivientes.