Las mil vidas del cuestionado Jean-Claude Juncker

A. L. BRUSELAS / COLPISA

INTERNACIONAL

JOHN THYS

El presidente de la Comisión Europea dijo el 13 de febrero que cinco años al mando eran suficientes

27 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La efeméride llegó en el peor momento, pero el 7 de febrero se cumplió el 25 aniversario del Tratado de Maastricht, un hito clave en la construcción de la Unión Europea y la creación del euro. Y allí estaba él, plasmando su firma como primer ministro de Luxemburgo. Hoy, un cuarto de siglo después, es el único de los firmantes que continúa en activo y lo hace, además, presidiendo la Comisión Europea, cargo al que accedió el 1 de noviembre del 2014 tras ganar las elecciones europeas (ojo, este matiz es clave). Jean-Claude Juncker es eterno, y no será por las veces que han intentado matarle políticamente estos dos últimos años y medio. La última, el pasado lunes, con una filtración que aseguraba que su dimisión era cuestión de semanas. No lo hará. Todo quedará en la enésima cicatriz para el hombre de las mil vidas.

En esta ocasión, el rumor ya secular sobre su marcha situaba su dimisión después de la simbólica cumbre que se celebrará precisamente en Italia el 25 de marzo para conmemorar el 60 aniversario del Tratado de Roma. Y lo haría, siempre según esta versión, por las presiones de capitales como Berlín, que no quieren que Juncker vaya por libre vendiendo una Unión en la que ahora no creen muchos de sus Estados miembros. Como sustitutos, sonarían el vicepresidente popular Jyrki Katainen, y el vicepresidente primero, Frans Timmermans, del ala socialdemócrata. Todo así, en condicional, porque no pasará. O al menos, así lo han señalado de forma oficial su gabinete y así lo aseguran de forma tajante un alto cargo comunitario consultado. «Una cosa está clara, el presidente cumplirá su mandato entero (hasta noviembre del 2019), con mucha energía y entusiasmo, como lo ha hecho desde el primer día en que pisó el edificio de la Comisión», zanjó el mismo lunes Alexander Winterstein, uno de sus portavoces. «Es una pura invención», apostilló Natasha Bertaud.

El pasado día 13, él mismo ratificó en una radio alemana que no iba a aspirar a un segundo mandato, como por otra parte siempre había dicho. «No estoy cansado de mi puesto, pero cinco años son suficientes», dijo. Para muchos, Juncker es «demasiado europeísta» en un momento en el que las capitales, atemorizadas por el auge del populismo, se han plegado en favor de los intereses nacionales. Ya amagó antes con irse, pero nadie sabe qué hará con su destino a corto plazo.