Trump eleva el tono y amenaza a Rusia con relanzar la carrera de armamentos

La Voz REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

YURI KOCHETKOV | EFE

Putin alardea de que fue el único que creyó en la victoria electoral del magnate

24 dic 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El tuit en el que Donald Trump amenazaba con expandir el potencial nuclear de EE.UU., poco después de que el presidente ruso Vladimir Putin pidiese a su ejército misiles capaces de perforar los escudos de la OTAN en Europa, no fue un verso suelto. Tanto el presidente electo como el futuro portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, elevaron ayer el tono y amenazaron con recrudecer la carrera atómica para dejar claro que el futuro gobierno no permitirá que ningún país aumente su capacidad estratégica sin responder.

Spicer dijo que Trump «actuará de la misma forma» en caso de que una nación extranjera aumente su arsenal nuclear y añadió que esa posición valía para Rusia y para «cualquier país». «Hay países en el mundo en estos momentos que hablan de aumentar su capacidad nuclear. Estados Unidos no se sentará y dejará que eso pase sin actuar», abundó.

Casi al mismo tiempo su jefe concedía una entrevista telefónica a la cadena MSNBC. Durante una pausa comercial mantuvo una conversación con la periodista Mika Brzezinski, en la que le contó fuera de micrófono pero con intención de que trascendiera: «Dejemos que haya una carrera armamentista. Vamos a superarlos en cada etapa».

¿Fin del idilio, por tanto, entre el jefe del Kremlin y el inminente inquilino de la Casa Blanca? Más bien, parece un tanteo para calcular la reacción del contrario ante el inicio de un nuevo ciclo político. De hecho, mientras mantenía el tono desafiante del día anterior y presumía de que en este momento Rusia ya dispone de superioridad estratégica frente a las defensas de EE.UU. en el este de Europa, Putin no dejaba de adular al magnate, en el que quiso ver una figura afín a los «valores tradicionales» que defiende él en el Kremlin.

«Si me invita [a visitar EE.UU.], por supuesto que iré, gracias», contó Putin después de las tres horas y 50 minutos que duró su rueda de prensa anual, en la que alardeó de que confió desde un principio en la victoria del magnate en los comicios «Trump sintió el aire que se respiraba en la sociedad y sobre esta base luchó hasta el final y ganó aunque nadie creía en su victoria, excepto nosotros», afirmó.

El jefe del Kremlin interpretó la subida en la valoración de su persona que advierten las encuestas en EE.UU. como una prueba de que «en el mundo hay gente que comparte la idea rusa de los valores tradicionales». Tuvo sin embargo palabras muy duras para Barack Obama, al que acusó de dividir a la nación estadounidense por llamar a los compromisarios a no ratificar la victoria del republicano. Las denuncias de la Casa Blanca, que acusó a Rusia de piratear las comunicaciones internas del Partido Demócrata con el propósito de beneficiar a Trump en las urnas, le parecieron «ridículas».

El presidente electo no se mostró menos navideño con el dirigente ruso. Poco después de su advertencia de que responderá a Moscú con una carrera de armamento si se empeña en recortar la diferencia estratégica con EE.UU., reveló que Putin le había enviado «una carta muy bonita» con motivo de las fiestas en la que confía en que su llegada a la Casa Blanca permita reconstruir las relaciones bilaterales. Trump hizo saber a través de su equipo que la felicitación le resultó muy agradable y que los pensamientos que contiene le parecieron sumamente correctos. «Espero que ambos lados seamos capaces de cumplir con esos pensamientos y que no tengamos que viajar por un camino separado», proclamó.

Al frente de los negocios a solo 28 días de la investidura

Trump sigue sin desvincularse de sus negocios multimillonarios a 28 días de su investidura como presidente en contra de lo prometido, pese a las denuncias de posibles conflictos de intereses con sus actividades privadas y las de su familia. Según informa Efe, el empresario posee un conglomerado internacional con intereses inmobiliarios en hoteles, complejos vacacionales, campos de golf, edificios y urbanizaciones, además de un amplio portafolio con inversiones financieras en compañías de diferentes sectores.

Unos negocios multimillonarios que se comprometió a dejar de lado, pese a «no estar obligado», antes de poner los pies en la Casa Blanca el próximo 20 de enero para centrarse en gobernar el país y, de paso, evitar las suspicacias de la oposición y de los medios. El presidente electo, de hecho, ya los había citado para anunciar el 15 de diciembre que el conglomerado empresarial pasaba a manos de sus hijos Donald Junior y Eric, pero desconvocó la cita y la pospuso para una fecha indeterminada en enero, un paso que no ha hecho más que aumentar los recelos.

Entre esas fechas, se supo que Trump no cumplirá con la promesa de dejar «completamente» todos sus negocios ya que, como mínimo, seguirá como productor ejecutivo del show The Apprentice, el programa televisivo que presentó durante una década y que le lanzó a la fama antes de dar el salto al teatro político. Para el magnate, apartarse de la dirección de sus empresas parece más un tema de imagen que otra cosa, a juzgar por sus propios comentarios en Twitter.

«Creo que es importante, desde el punto de vista de la imagen, no tener ningún conflicto de intereses con mis múltiples negocios como presidente», escribió en uno de ellos. En paralelo, Trump ha recordado varias veces que las leyes no le obligan a dejarlos, algo que sí ocurre con el resto de los altos funcionarios de la Administración.

Ayer mismo el presidente electo lamentó que su hijo Eric haya decidido suspender las operaciones de su fundación por el posible conflicto de intereses con la Casa Blanca. «Mi maravilloso hijo Eric ya no podrá recaudar dinero para niños con cáncer debido a un posible conflicto de intereses con mi presidencia. ¿No es una ridícula vergüenza?», se preguntó. «Él ama a estos niños, ha recaudado millones de dólares para ellos, y ahora debe parar. ¡Respuesta incorrecta!», agregó.

El dinero recaudado por la fundación iba casi íntegramente a las arcas del centro pediátrico de investigación St. Jude’s Children’s Research Hospital en Memphis (Tennessee). El tercer hijo de Trump subastaba citas con los miembros de la familia para financiarse.