José Julio Fernández: «El atacante puede ser un terrorista 'millennial', sin dinero ni domicilio»

Juan Carlos Martínez REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

PACO RODRIGUEZ

«El terrorismo islamista radical se ha convertido en un problema estructural de Europa, que durará décadas»

22 dic 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

José Julio Fernández, profesor de Derecho Constitucional, es director del Centro de Estudios de Seguridad de la Universidad de Santiago, una institución que promueve el conocimiento de las amenazas a la paz. Las antenas del centro se han puesto a girar con motivo del atentado de Berlín, reivindicado por el Estado Islámico pero perpetrado de una forma que podría acometer cualquier terrorista aislado.

-¿Es creíble la reivindicación o podría ser obra de un solitario?

-La metodología del atentado es prototípica de las operaciones del Estado Islámico. Desde el punto de vista externo o criminalístico, está claro que les corresponde a ellos. Y además hay que decir que este grupo, cuando reivindica, lo hace en firme. A diferencia de grupos del pasado, comunistas o territoriales como teníamos aquí en España, que podían mentir en su estrategia de visibilidad, estos no. Lo que dicen que han hecho lo han hecho.

-¿Aunque se cometiera de este modo, accesible a cualquier criminal aislado?

-Sí. Con esto no quiero decir que haya sido una persona enviada por el Daesh en comando, como los de París o Bruselas. Pero habrá habido, como mínimo, una inspiración: un correo electrónico, un mensaje; o es un falso refugiado que vino y tenía las órdenes de atentar desde hace un año y ahora las pone en práctica.

-¿Cómo sería, pues, el perfil de este terrorista?

-A falta de más datos, podría encuadrarse en lo que se llama el terrorista millennial: un yihadista que no tiene dinero ni domicilio fijo, que vagabundea, con una formación escasa en todos los sentidos, pero que puede atentar igualmente. Otras veces lo han hecho con cuchillos, que todavía es más fácil. El grado de implicación con el Daesh, con la estructura, no lo sabremos hasta que la policía alemana ofrezca pruebas.

-¿Siempre hay respaldo de una organización?

-El concepto preciso del lobo solitario no suele cuadrar con el perfil del terrorista islamista. Realmente se radicalizan en comunidad, son inclusivos, no actúan aisladamente como aquel arquetipo, el protagonista de Taxi Driver, que viene de Vietnam y se radicaliza él solo viendo vídeos. No, en ningún caso el terrorista islámico se radicaliza en casa. Ve vídeos, pero va a la mezquita-garaje, habla con un reclutador, en persona o a distancia, tiene un entorno que lo apoya indirectamente en estas comunidades asentadas y no integradas.

-Lo difícil para este tipo de atentados es prevenirlos.

-Evidentemente. El terrorismo islamista radical se ha convertido en un problema estructural de Europa y tardaremos décadas en solventarlo. La seguridad total no existe, y menos cuando los ataques tienen estas características de objetivos blandos, de potenciales suicidas, muy difíciles de contrarrestar. Y un elemento a mayores es que hay miles de potenciales terroristas. ¿Por qué? Porque, durante décadas, los petrodólares han difundido la ideología radical salafista que nutre el yihadismo, y este es el problema, digamos, final.

-El atentado de Berlín tiene efecto político, ese que parece cargar de razones a los xenófobos. ¿Es un efecto buscado?

-Es buscado, pero no en este ataque puntual sino en todos los que ha cometido el Estado Islámico. El atentado tiene efecto simbólico para reclutar, porque se interpreta como un éxito y, por otro lado, para desestabilizar la democracia. Genera dudas en la eficacia de la democracia; potencia la discriminación, lo que puede llevar a que más musulmanes se radicalicen, y refuerza a los extremistas que aumentan la inestabilidad del sistema. En definitiva, trata de romper la unidad de los demócratas frente al terrorismo. Ya vemos lo que pasa en Siria e Irak, donde los agentes internacionales llevan estrategias diferentes y eliminar al EI no parece la primera prioridad.

-¿Ve alguna solución?

-La solución solo parcialmente puede ser policial y militar. La salida tiene que ser, sobre todo, social o educacional: integrar a esa gente, convencerlos de que la radicalidad religiosa no tiene futuro, encaminarlos a valorar lo laico, lo secular y, como mucho, el islam moderado. Si no, no hay salida. No podemos matarlos a todos. Es absurdo, ya se ha visto. La única opción firme es pensar en el largo plazo. No quiero ser tremendista. La respuesta hoy es afirmarse en nuestra democracia, en la Navidad, en las fiestas, para que el terror no nos marque la agenda.