La espía gallega que vestía a Fidel

INTERNACIONAL

PEPA LOSADA

Juana Maseda trabajó en los primeros años de la guerrilla como correo, recaudadora de fondos y encargada de conseguirle ropa de su talla a Castro

28 nov 2016 . Actualizado a las 10:20 h.

«No le deseo mal a nadie, pero podría decirte que me siento algo rejuvenecida con la noticia de la muerte de Fidel Castro», cuenta al otro lado de la línea telefónica la mariñana Juana Maseda. Ella conoció al líder de la revolución cubana en una conversación de apenas dos minutos en un chalé del barrio de El Vedado, en el corazón de La Habana. Era una veinteañera que estudiaba Periodismo y que llevaba años colaborando con los insurrectos del Movimiento 26 de Julio, el germen de la guerrilla que luego se atrincheraría en Sierra Maestra y acabaría derrocando la dictadura de Fulgencio Batista.

Juana había llegado a La Habana en 1950, con apenas 14 años, junto a su padre, Serafín, un panadero cuya ideología no encajaba con las restricciones de los años más duros del franquismo.

En La Habana, su padre prosperó y pronto hizo amistad con algunos de los personajes más relevantes de la oposición a Batista. Así, en su casa entraba con regularidad Eduardo Chibás, el fundador del Partido Ortodoxo al que se había afiliado Fidel Castro en la década de los 40. O Abel Santamaría, uno de los más estrechos colaboradores de Castro hasta que fue abatido por las fuerzas de seguridad.

A esas ideas que oía en casa se sumaron los contactos en la Universidad. «Allí todo el mundo quería ayudar en lo que fuera. Y yo también», le contaba a Mila Méndez, de V Televisión.

Esa colaboración con la oposición clandestina atravesó varias etapas, según recuerda convaleciente desde su casa en Lourenzá, donde se repone de una caída que le ha afectado a varias vértebras. «Al principio, hacía de recadera, llevando mensajes a un lado y a otro. Luego me encargaron recoger el dinero con el que se financiaba la guerrilla. Y acabé buscándole ropa a Fidel utilizando como modelo a un primo mío que era igual de alto y corpulento que él», recuerda el personaje que inspiró a Mariana, la protagonista de la novela de Xavier Alcalá Verde oliva.

Juana fue sorprendida por la policía militar cuando intentaba incorporarse a la guerrilla en Matanzas tras ser descubierta en La Habana. Pasó un mes retenida, antes de ser repatriada a España. «Me perdí la entrada de Fidel en La Habana por unos meses. Me llamaban mis amigos y me daba mucha envidia», dice.

Con los años, la ilusión de Juana se fue evaporando. «Los cubanos se volcaron con la revolución y los Castro y el resto de líderes no supieron respetarlos. A mí no me hizo nada malo el castrismo, porque ya no estaba, pero mucha gente que estaba a mi alrededor sufrió mucho y eso no era lo que se esperaba», resume sin ocultar su malestar.