El Estado Islámico se desmorona en Siria

La Voz JERUSALÉN / COLPISA

INTERNACIONAL

NAZEER AL-KHATIB | AFP

Rebeldes, apoyados por Turquía, retoman Dabiq, la ciudad donde según la profecía de Mahoma tendría lugar la gran batalla de los musulmanes contra los infieles

17 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El califato se desmorona en Siria y los combatientes del Estado Islámico (EI) no oponen resistencia. Las facciones opositoras armadas sirias que cuentan con el apoyo del Ejército turco lograron expulsar ayer a los yihadistas de Dabiq, situada en la provincia de Alepo a tan solo diez kilómetros de la frontera y un lugar muy simbólico para los seguidores del califa Abu Bakr al Bagdadi.

Unos 2.000 hombres del renovado Ejército Libre Sirio (ELS) y de Ahrar Al Sham tomaron Dabiq sin encontrar apenas resistencia de un enemigo que se replegó hacia Al Bab, que se ha convertido en su último bastión al norte de Siria. «Los rebeldes tomaron Dabiq después de que se retiraran de la localidad los yihadistas», anunció el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH).

Esta victoria, más simbólica que estratégica, se produce después de semanas de bombardeos aéreos turcos y de los aviones de la coalición que lidera Estados Unidos y confirma la firmeza de la intervención militar de Ankara, que después de cinco años apostando por derrocar al presidente Bachar al Asad ahora combate contra el EI en Siria e Irak, donde aspira a jugar un papel importante en la toma de Mosul, capital del califato en suelo iraquí que se encuentra cercada y cuyo asalto parece inminente.

En ningún momento Ankara se ha planteado intentar acercarse a la ciudad de Alepo para apoyar a los grupos opositores cercados por el Ejército sirio. Desde que los turcos lanzaran la operación Escudo del Éufrates, los grupos armados sirios a los que apoyan se han apoderado de 1.130 kilómetros cuadrados que estaban anteriormente en manos yihadistas o kurdas. El objetivo de Ankara es doble ya que pretende limpiar su frontera del EI, pero también anular cualquier opción de que los kurdos instauren una región autónoma. El avance de los rebeldes sirios supone también una novedad en el conflicto y desde Occidente se sigue esperando que aparezca una oposición más nacionalistas que islamista, o al menos una oposición que se desmarque del Frente Fatah al Sham, exbrazo de Al Qaida. 

La gran batalla

Durante los dos últimos años el EI ha trabajado con todos los medios a su alcance desde el califato para que se cumpla una profecía de hace 1.300 años en la que Mahoma anunció una gran batalla en Dabiq, en la que un ejército musulmán se enfrentará una «horda de infieles» en una batalla que será el malahim (equivalente al Armagedón, en árabe). 

La traducción moderna de la profecía es el deseo de los yihadistas de que Occidente retire la línea roja que supone el envío de tropas y repita una operación a gran escala como las de Afganistán o Irak. En noviembre Al Bagdadi, veterano de las guerras santas afgana e iraquí, adelantó que los bombardeos aéreos serían «un plan fallido» y vaticinó que «pronto los judíos y cruzados se verán forzados a bajar al suelo y enviar sus fuerzas de tierra a su muerte y destrucción, con el permiso de Alá», recuerda el analista Gwynne Dyer en su libro Que no cunda el pánico. Respuestas al terrorismo del Estado Islámico. Dyer pide que «no les demos lo que quieren. No enviemos tropas de tierra estadounidenses a combatir en Irak, y ni se nos ocurra pensar en enviarlas a Siria». Hasta el momento se mantiene la línea roja impuesta por el presidente Barack Obama, y ese combate por Dabiq lo han librado entre musulmanes. 

Las fuerzas sirias y turcas tienen ahora Al Bab en su punto de mira y, según el portal progubernamental Al Masdar, se encontrarían a 20 kilómetros de este bastión yihadista convertido en el último refugio que les queda en norte de Siria.