«Solo se oponen a la paz los mal informados»

Francisco Espiñeira Fandiño
FRANCISCO ESPIÑEIRA REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

Bibiana Villaverde / Daniel Portela / Capotillo

La colonia colombiana de Galicia apoya el sí, aunque algunos temen que la guerrilla no cumpla

02 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Colombia vive hoy una jornada histórica. Tras la firma el pasado lunes del acuerdo de paz entre el presidente del país, Juan Manuel Santos, y el líder de la guerrilla y tercer secretario de la historia de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el comandante Rodrigo Londoño, conocido por el sobrenombre de Timochenko, las urnas determinarán hoy en el referendo convocado por el Gobierno el nivel de apoyo real de la ciudadanía a la entrega de las armas de los sublevados y su paso a la vida democrática de uno de los países con mayor proyección económica del mundo. Después de más de cinco décadas de conflicto, los temores sobre el cumplimiento de lo pactado son enormes, aunque la comunidad colombiana residente en Galicia, unas seis mil personas, según las estimaciones de la embajada y las asociaciones de emigrantes, confía en un sí muy mayoritario que abra el paso hacia una nueva etapa de crecimiento y mejora de las condiciones en vida de su país. 

Piedad Rojas

Consultora entre Cartagena y Pontevedra. Piedad Rojas (Cartagena de Indias, 1973) reside en Pontevedra desde hace cuatro años, aunque viaja por motivos de negocios a su país natal tres semanas cada dos meses. Antes de instalarse en España, llegó a ser presidenta de la Cámara de Comercio en su país, donde muchos años antes su padre fue alcalde. «Todos los rincones de Colombia han sufrido la guerra de una u otra manera. En el Caribe colombiano no se notaba la guerrilla, pero sí los paramilitares», cuenta. Ella es partidaria de la paz, pero muchos de sus amigos y conocidos están en el bando del no. «Yo les digo siempre que ya hemos probado cincuenta años de guerra y que hemos visto que no lo queríamos. Por eso, probemos ahora la paz, que peor seguro que no va a ser», señala parafraseando a Humberto de Lacalle, uno de los negociadores del acuerdo de paz. «Lo más importante es que esto es un punto de quiebre para el despegue de Colombia. Somos un país muy rico y la paz va a traer muchas oportunidades para crecer y generar empleo y riqueza. Entiendo que la gente tenga dudas y miedo ante lo que se viene, pero les pido a mis compatriotas un voto de confianza por el sí», añade. Piedad no ha podido cumplimentar a tiempo la documentación para emitir su sufragio, pero anima a todos sus conocidos a refrendar el acuerdo. 

CAPOTILLO

José Pérez

De Bogotá a Galicia. José Pérez (Bogotá, 1973) es mucho menos optimista sobre el futuro de Colombia. Como Piedad, él tampoco votará, pero lo haría por el no, si pudiera. Llegó a España hace seis años y es periodista. A él la guerrilla no le afectó directamente, pero conoce por su mujer y amigos los efectos devastadores de años de tiros y violencia. «Mi familia política es del Urabá Antioqueño y allí los guerrilleros y los paramilitares establecieron un régimen de terror durante décadas que nos hace temer qué pasará ahora», cuenta sin ocultar su escepticismo sobre el futuro más inmediato. «La guerrilla impuso unas condiciones terribles. Si estabas en sus feudos, tenías que contribuir con tierras y con tus hijos o te mataban a toda la familia y te llevaban a ti. Durante años ha sido terrible ver cómo los jóvenes tenían que empuñar las armas en lugar de libros sin saber siquiera por qué», denuncia. Para Pérez, es inconcebible la amnistía: «Ha sido una rendición en toda regla para que el presidente Santos pueda ponerse una medallita. ¿De qué van a vivir ahora todos los que lo hacían de la violencia? Yo preveo un aumento de la delincuencia, porque se trata de gente que solo sabe de armas y de violencia. ¿De qué van a vivir? Y en los sitios pequeños va a ser muy difícil cambiar esa sensación de miedo e impunidad de todos estos años. Todos estamos muy preocupados». 

Edison Cruz

Vendedor de lotería reconvertido en hostelero. Edison Cruz (Quindío, 1950) nació casi al mismo tiempo que las FARC. Lo recordaba el pasado miércoles, recién aterrizado en Vigo de su país natal, donde regenta el restaurante Rinconcito Colombiano, punto de encuentro de buena parte de la comunidad de aquel país en el sur de Galicia. Edison residía en Tolima hace casi una década y mantenía relaciones tanto con los guerrilleros como con los paramilitares. «Yo vendía una lotería similar al cupón de España y tenía que hablar con todos. Cuando los dos bandos descubrieron que yo tenía buenas relaciones con todos, temieron que fuera otra cosa y me recomendaron irme», recuerda. 

Con su mujer y dos de sus seis hijos se trasladó a Vigo, aunque regresa periódicamente a Colombia. «La gente está muy ilusionada con la llegada de la paz. Mi familia y yo estamos superfelices. Colombia entera está henchida de felicidad y yo solo te puedo decir que los que se oponen al acuerdo alcanzado por el presidente Santos y las FARC lo hacen porque están mal informados o porque son partidarios del expresidente Álvaro Uribe, que tiene miedo de que alguien pida investigar su relación con más de cinco mil muertos, que muchos le atribuyen directamente a él», resume.

Edison Cruz intentó hasta el último momento acometer todos los trámites para poder votar en el referendo que se celebra hoy y no ha parado de hacer campaña para convencer a los escépticos que hay en su entorno sobre la rentabilidad de la paz. «Solo te puedo decir que los que queremos una Colombia mejor estamos deseando que se vote para que la paz se instale definitivamente en nuestras vidas», añade antes de seguir haciendo proselitismo por el sí. 

Elisa Gutiérrez

El miedo a que nada cambie. Elisa Gutiérrez prefiere no dar su nombre real. Ni siquiera quiere hacer pública su localidad de origen y mucho menos aparecer en una foto para opinar sobre el proceso. Le cuesta hablar, porque se siente una víctima más del dolor que ha desgarrado el corazón de millones de colombianos a lo largo de los últimos 50 años. Llegó a España hace casi una década. Era una buena estudiante en su país, de una familia de clase media con recursos. Tenía la vida enfocada hacia los negocios de su padre, pero con 18 años conoció a un joven de su edad del que se enamoró y se quedó embarazada. «Podría mentir y decir que no lo sabía, pero siempre tuve la sospecha de que era miembro de las FARC. Mi padre ayudaba a un grupo paramilitar y se enteró de que me veía con él. Me amenazó de muerte. Y la cosa fue peor cuando le dije que estaba embarazada», recuerda sin ocultar las lágrimas que asoman por sus ojos. 

«Yo no sé qué es mejor. Solo he visto odio, rencor y miedo. Y eso no desaparece de la noche a la mañana. Yo no volveré, pero hay mucha gente que quiere hacerlo. Ojalá elijan bien», afirma.