Del síndrome del miedo a otro 11S a la huella de Boston

F. E. REDACCIÓN / LA VOZ

INTERNACIONAL

CHANG W. LEE | Efe

Nueva York, sede de las Naciones Unidas, siempre ha sido un objetivo cotizado para obtener resonancia mundial

19 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Estados Unidos dejó de vivir en la retaguardia el 11 de septiembre del 2001. Hasta ese momento, las guerras -excepto la de Secesión- siempre se habían disputado en otros escenarios y los estadounidenses habían puesto armas, dinero y la sangre de muchos jóvenes, pero la inmensa mayoría de los ciudadanos medios no eran conscientes de la magnitud del daño.

Aquel 11S, el comando liderado por Mohamed Atta empotró dos aviones contra las Torres Gemelas, enseñas de la modernidad de la capital del mundo. Y abrió la espita para llevar el terror y el dolor a las puertas de los ciudadanos estadounidenses.

Los episodios se han sucedido, con desigual violencia, en los últimos años. Nueva York, sede de las Naciones Unidas, siempre ha sido un objetivo cotizado para obtener resonancia mundial, aunque, por ahora, nadie ha querido especular con la autoría de un atentado que no ha sido reivindicado y que las autoridades se esfuerzan por desvincular de la ola de terrorismo internacional que sacude Europa.

El método de la olla con cables asomando y conectada a un móvil suena a artefacto casero de sencilla elaboración. Y el modo de instalarlos, en papeleras en zonas muy concurridas, enlaza con otro episodio de negro recuerdo para los estadounidenses: la matanza protagonizada por los hermanos Tsarnaev en la maratón de Boston el 15 de abril del 2013.

Nada ha trascendido de la investigación por ahora. La hora elegida, las ocho y media de la tarde, y el lugar, el barrio de Chelsea, uno de los que cuentan con mayor animación nocturna, diversifican mucho el abanico de posibilidades. Pero en la memoria de muchos estadounidenses sigue latente el recuerdo de los rascacielos desmoronándose bajo una nube de polvo. Y la cercanía temporal de la cumbre de Naciones Unidas, que hoy arranca en la ciudad, no hace más que aumentar el número de potenciales interesados en llamar la atención sobre sus causas. Pero lo que más sorprende en este caso es la facilidad para colocar los artefactos explosivos en pleno centro de una ciudad que se supone tomada por las fuerzas de seguridad ante la llegada de 90 altos dignatarios internacionales. El terror, una vez más, aprovecha la sorpresa para golpear.