El hambre sacó a los venezolanos a la calle y acorrala al gobierno de Maduro

Julio Á. Fariñas A CORUÑA

INTERNACIONAL

CRISTIAN HERNÁNDEZ | Efe

El primero de septiembre del 2016, casi con toda seguridad pasará a la historia de América Latina como el principio del fin de uno de los regímenes más obscenos del subcontinente, encarnado desde hace tres años en un esperpento político llamado Nicolás Maduro Moros

04 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

No fueron unos 30.000, que vieron los ojos del destinatario de la protesta y menos los 22.000 que llegaron a percibir los del viejo Rasputín del chavismo, José Vicente Rangel, fueron bastante más de un millón los venezolanos que el pasado jueves se lanzaron a la calle para exigir a los responsables del desgobierno actual que acaten la constitución bolivariana de la V República y fijen fecha ya para el tan traído y llevado referendo revocatorio. Así lo acreditan los testimonios gráficos obtenidos por los drones cuyos vuelos prohibió el Gobierno y contra los que apostaron tiradores en los tejados de distintos puntos de la ciudad.

 La respuesta popular a la convocatoria de la Mesa del Unidad Democrática (MUD) superó con creces las expectativas más optimistas porque a la misma también se sumaron miles de chavistas o ex chavistas que ya están hartos de los Maduro. Los que no pudieron llegar a la capital -el chavismo o lo que queda de él utilizó todos los medios a su alcance para impedirlo- lo hicieron en distintos puntos del país de forma no menos masiva.

 No está muy claro si por voluntad propia o porque así se lo haya aconsejado Rodríguez Zapatero en su visita relámpago del miércoles, lo cierto es que esta vez los manifestantes no fueron baleados ni aporreados por los contra manifestantes chavistas que  se limitaron a amedrentar.

Alucinaciones

 Eso fue lo que hizo el presidente en su larga comparecencia en televisión en la noche anterior en la que llegó a soltar alucinaciones de este calibre: «No voy a aceptar que en Venezuela se introduzca un fascismo o un tipo de racismo tipo Ruanda. Y Ramos Allup - el presidente de la Asamblea Nacional- se pasó de la raya ya (?). Ramos Allup encabeza la campaña fascista de odio para promover la violencia en el país. Por eso he convocado a los juristas, psiquiatras, psicólogos nacionales e internacionales porque voy a incubar una demanda, porque a Venezuela hay que evitarle un baño de sangre producto de ataques fascistas de gente como esta que viene sembrando el odio (?) en cada palabra, en cada intervención. No podemos permitirlo».

 Este mitin estuvo precedido en los días previos por la detención de varios dirigentes de la oposición y la amenaza de expulsión de sus puestos de trabajo de 19.000 cargos públicos que supuestamente firmaron la petición del revocatorio.

 Movilizaciones multitudinarias

 Aunque los problemas de la Venezuela chavista no son nuevos, hasta la fecha no habían desencadenado unas movilizaciones tan multitudinarias en la calle. Una respuesta como la del pasado jueves solo se explica por el hambre que acucia cada día a un mayor número de ciudadanos que ni haciendo colas kilométricas consiguen ya los productos de primera necesidad. No los consiguen porque el gobierno, que se autoproclama revolucionario y representante de las clases populares, ya no tiene divisas para pagar las importaciones masivas habituales en los tiempos en los que los petrodólares le salían por las orejas.

 Para entender lo que está pasando en uno de los países más ricos del mundo en recursos naturales hay que remontarse, como mínimo, al año 2002. Entonces una buena parte de la ciudadanía que había votado masivamente en 1998 al comandante que había dirigido el fallido golpe de estado de 1992, ya habían caído en la cuenta de que no era el salvapatrias que prometía ser y la revolución socialista que proclamaba ya habían empezado a degenerar en lo que muchos que la sufren definen como robolución.

La primera salida masiva a la calle de los venezolanos se produjo ese año, concretamente el 11 de abril de 2002. Se había saldado con un baño de sangre -el de Puente Llaguno- y con un precipitado golpe de estado -autogolpe, según algunos- que propició la renuncia de un Chávez que recuperó el poder al día siguiente. Lo logró en buena medida, gracias a su compadre el general Raúl Isaías Baduel que se erigió en valedor de la legalidad constitucional y acabó pasando ocho años en la carcel por discrepar de la deriva chavista hacia el castrismo, especialmente a partir del su triunfo en el referendo revocatorio de agosto del 2004, que al final había ganado pero a costa de comprar voluntades.

Resignación

 Aquel primer intento fallido de normalizar el país llevó a muchos venezolanos a la resignación, una actitud que en unos casos se tradujo en un acomodo al nuevo régimen para disfrutar de las prebendas del rentismo y de la corrupción institucionalizada y en otros a emigrar.

 El autodenominado Socialismo del siglo XXI, pilotando en buena medida desde La Habana, parecía marchar viento en popa, al ritmo del incremento del precio del barril de petróleo. El primer contratiempo surgió en el 2009 cuando el comandante de la nave convocó un nuevo referendo, esta vez para reformar su propia constitución y convertirla en un traje más a la medida de su ego que no paraba de engordar, pero lo perdió.

Finalmente vendría el cáncer que los prestigiosos galenos habaneros no pudieron o no supieron atajar y que le ha mandando, hace ya más de tres años, a las páginas de la historia. Le dio tiempo de ungir como sucesor a su fiel escudero Maduro Moros, que al final fue refrendado en las urnas aunque con un muy escaso margen.

La desaparición del mito y las consecuencias de la caída en picado del precio del oro negro, llevaron a los venezolanos y a su gobierno a una situación que describe magistralmente el humorista serio Laureano Márquez en su columna semanal en Tal Cual del pasado jueves:

«El gobierno, como esos maridos maltratadores y violentos no entiende porque la mujer ha dejado de amarle. No entiende que se cansó de ser golpeada, vejada y violada. Sí, algún día le quiso. Alguna vez él representó la esperanza de una vida feliz, pero solo fue una ilusión que duró poco. Ahora que ella quiere separarse, él solo responde de la única manera que conoce: la violencia».

 Con este panorama son muchos los que dentro y fuera del país coinciden con el titular de un editorial de ese mismo periódico del sábado en el que se puede leer que Maduro «circula cuesta abajo, sin frenos y pisando el acelerador».