Llegar a tiempo la próxima vez

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

INTERNACIONAL

28 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

En Spoleto, a menos de dos horas del escenario del reciente terremoto de Accumoli, se puede contemplar en el ábside de la catedral un fresco de Fra Filippo Lippi que representa una Natividad entre ruinas y casas agrietadas. Se cree que la pintó con el recuerdo del terremoto de diciembre de 1456 que, entre otras, afectó a esa misma región y que destruyó un centenar de pueblos, matando quizás a 30.000 personas. Es un recordatorio de que Italia tiene una larga historia sísmica en la que, solo en los últimos mil años, se cuentan casi 5.000 destrucciones catastróficas. Desgraciadamente, las va a seguir sufriendo porque esa es su naturaleza. Pero hay cosas que se pueden hacer para atenuar sus efectos. No se trata de caer en la demagogia política. Menos aún en cazas de brujas que rozan la superstición, como cuando después del seísmo de L’Aquila del 2009 seis geólogos fueron condenados a penas de cárcel por no haberlo previsto -más tarde fueron absueltos en una instancia superior-. De lo que se trata, como tantas veces, es de ordenación y dinero.

Según algunos cálculos, con la cuarta parte de lo que se lleva gastado en la reconstrucción de L’Aquila se podría haber dotado de medidas antisísmicas a todos los edificios críticos en el país. Ni siquiera existe un catálogo completo de estos edificios, o de los de valor histórico, y a cada temblor de tierra le siguen procesos a constructores por haber incumplido la normativa vigente. Y luego está la burocracia. Después del terremoto de L’Aquila, por ejemplo, se arbitraron ayudas para la protección anti-sísmica, pero la falta de información y las trabas hicieron que en Amatrice, uno de los escenarios de la última tragedia, menos de diez personas las solicitasen. También estos días algunos recordaban que los bomberos que hacen los rescates tienen una media de edad de 50 años y cobran unos 1.300 euros al mes. Ayer, en los funerales por las víctimas uno de ellos dejaba una nota manuscrita sobre el ataúd de la pequeña Marisol, de 18 meses, en la que le pedía perdón por no haber llegado a tiempo. No es culpa suya ni se puede hacer ya nada en ese caso; pero las autoridades italianas sí tienen la oportunidad de llegar a tiempo para la próxima catástrofe. Porque, como advierte el fresco de la catedral de Spoleto, antes o después sucederá.