Los brasileños ya no tienen tiempo para la política

Natalia Ramos SÃO PAULO / AFP

INTERNACIONAL

ANDRESSA ANHOLETE | AFP

El juicio político a Dilma Rousseff deja indiferentes a las víctimas de la crisis

26 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El juicio político a Dilma Rousseff arrancó el jueves en el Senado de Brasil, en un clima de alta tensión. «Comienza el día de la vergüenza nacional», denunció Lula da Silva. El martes o el miércoles una votación decidirá su futuro. Pero ¿qué opinan los brasileños del juicio? Los brasileños hacen la vista gorda, agobiados por los problemas económicos que deben resolver en casa y cansados de los trapos sucios de la corrupción política. Ni siquiera los vecinos de un conocido bastión del Partido de los Trabajadores (PT) en São Paulo parecen angustiados por la probable destitución de Rousseff y la salida de esta fuerza de izquierda, tras trece años en el poder. «Estoy aburrida de ellos, porque son todos iguales», comenta Pamela Dos Anjos, una mujer de 28 años que quedó desempleada y sobrevive con un pequeño trabajo informal. Pamela es una de los tantos brasileños que engrosan una lista disparada de desempleo, que ya supera a 11 millones de personas. «La verdad no me importa mucho si Dilma se va o se queda. Acá siempre está todo mal», asegura.

Hostigado por una galopante recesión que se desató en el país a inicios del 2015, inflación y endeudamiento, el país que hasta hace poco era el líder y modelo indiscutido de América del Sur está convaleciente. En las últimas elecciones presidenciales del 2014 cuando Rousseff fue reelegida con una ventaja muy estrecha a nivel nacional, en Cidade Tiradentes la gran mayoría votó por ella. Eran otros años, cuando el gigante sudamericano parecía ser la potencia mundial que había despertado y un modelo de referencia que sacó a millones de la pobreza. Ahora, los brasileños sufren el desmoronamiento de una clase política, sumida en masivos escándalos de corrupción. El mayor de todos es la gigantesca trama de desvío de dinero en la petrolera estatal Petrobras que le costó más de 2.000 millones de dólares a la empresa.

Incluso los que defienden a Dilma tienen poco espacio para el activismo político. «Yo preferiría que Dilma se quedara, pero a estas alturas ya no hay mucho que hacer», dice Levy Marques, de 28 años, dueño de un pequeño negocio de letreros.